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Las utopías de los vencidos

Las utopías de los vencidos

En Atusparia, su última novela, Gabriela Wiener parte de la autoficción para, transgrediendo los márgenes del género, construir un relato fascinante en el que su libérrima estructura y su prosa exuberante y a menudo poética conviven con un contenido perturbador, que nos obliga a volver la vista a las revoluciones malogradas —a veces, devoradas desde dentro; siempre, masacradas desde fuera— al mismo tiempo que nos recuerda su necesidad y su urgencia:

“Por suerte, pienso, no hay que inventar las utopías de cero, las utopías de los vencidos siempre han estado ahí para quien quiera tomarlas.”

Adentrarse en Atusparia supone adentrarse en un relato hipnótico en el que su protagonista y narradora principal ­nos seduce con su manera de describir una realidad que oscila entre el esperpento, la reflexión política y la confesión íntima de una vida transitada como síntesis antonomásica de las luchas sociales que, como afirma una de las protagonistas, se repiten en un bucle trágico: “En los Andes hay cinco estaciones: primavera, verano, otoño, invierno y masacre”.

"El amor y la pedagogía en su historia de deseo y desencuentro con Asunción, la reflexión sobre el papel de la educación y de la literatura como maestra vital"

El propio título de la obra supone una declaración de intenciones, pues nos ofrece un lugar que, a su vez, son dos personajes: un personaje histórico, Atusparia, el líder de la resistencia indígena que da nombre al colegio ruso-peruano donde estudió la protagonista y un personaje literario, la mujer que decide adoptar el nombre de Atusparia en un acto que, no por semiinconsciente (dice no recordar el momento exacto en que lo eligió), deja de ser político.

Tal y como la misma narradora nos explica “la educación le dio un nombre” y, en ese nombre, un doble destino: el destino de la luchadora y revolucionaria que se unirá a la causa de “las Ritas”, un grupo de mujeres antipatriarcales, antirracistas y antiextractivistas lideradas por su antigua maestra y después amante, Asunción Grass, y el destino de la líder política traicionada o traidora ­­­—según la perspectiva con que la juzguemos— que acabará recreando, en un juego de espejos, el pasado del propio Atusparia.

"La polifonía narrativa contribuye a dotar la lectura de más capas, ofreciéndonos los múltiples rostros de la protagonista y evitando así caer en su idealización"

El amor y la pedagogía en su historia de deseo y desencuentro con Asunción, la reflexión sobre el papel de la educación (“Mi trabajo como educadora ha sido despertar a los educandos”) y de la literatura como maestra vital (“¿Sabes cómo aprendí a pelear, a odiar, a amar? Leyendo. La literatura ha sido mi madre extraña, oscura, adoptiva”) son algunos de los sugerentes subtemas que se apuntan en una novela en la que, bajo el pesimismo acerca de un devenir histórico que niega la esperanza (“Todo es siempre culpa de los pobres. Por no querer mejorar”), late una confianza vibrante y casi ciega en el poder de las palabras para, aunque sean insuficientes, seguir construyendo la sociedad que nos mereceríamos ser y de la que aún estamos tan lejos.

La polifonía narrativa contribuye a dotar la lectura de más capas, ofreciéndonos los múltiples rostros de la protagonista y evitando así caer en su idealización. Quizá esa imperfección asumida de la propia Atusparia sea uno de los motivos por los que nos resulta tan fácil empatizar con ella, tanto por sus logros como, sobre todo, por sus errores y por su reivindicación del derecho a cometerlos, a pesar de que esa posibilidad de equivocarse parezca vetada a quienes quedan fuera del arco del privilegio:

“Hay que romper el maleficio, la cadena de injusticias que no nos deja ni siquiera equivocarnos.”

"Si, como nos sugiere Atusparia, en la literatura es donde se vuelve a juzgar a la historia, novelas tan apasionantes como esta son un tribunal implacable para sus sombras y nuestras contradicciones"

De igual modo, la heterogeneidad de los materiales que componen el relato —entrevistas, informes policiales e incluso pasajes en los que toman la palabra alpacas simbólicas­— favorece la verosimilitud y el ritmo, al tiempo que nos propone un juego lector tan apetecible como el ajedrez en el que sobresale su protagonista. El dominio de la ironía, del sarcasmo e incluso de la caricatura grotesca, convive con el aliento poético de muchas páginas, un lirismo que se desborda sin pudor —para regocijo de lectoras y lectores— en el recuerdo de esa historia de amor donde, como afirman ambas implicadas, la cama era compartida por los cuerpos y por la política: “Podíamos prolongar el amor tanto como el discurso”.

Si, como nos sugiere Atusparia, “en la literatura es donde se vuelve a juzgar a la historia”, novelas tan apasionantes como esta son un tribunal implacable para sus sombras y nuestras contradicciones.

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Autora: Gabriela Wiener. Título: Atusparia. Editorial: Random House. Venta: Todos tus libros.

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