La obra poética de Ada Limón (Sonoma, California 1976), poco a poco va ganando adeptos entre los lectores de habla hispana gracias a la traducción de su obra a la lengua de Cervantes. Reconocida en los Estados Unidos de América como una de las voces más genuinas de la poesía actual, Limón construye su poesía desde los lugares simbólicos que habita; aquellos que han ido modelando su identidad: lugares simbólicos como la tierra, la pertenencia, el desarraigo o la pérdida.
En los poemas de este libro, Limón desmitifica la mirada romántica hacia el entorno, evitando la extrapolación sentimental hacia los elementos que conforman el paisaje, poniendo en evidencia una mirada no ajena de ternura y socarronería al mismo tiempo; ternura lúcida y socarronería ilustrada, entiéndase. Así, la poeta californiana, rememorando los años pasados cuenta cómo, al mirar las nubes, las formas imaginarias que de niños aparecían ante sus ojos se desvanecen pues «aunque supiéramos que tan solo eran nubes: / desordenadamente, y maravillosas, y nuestras», el encanto permanece en la contemplación del agua que levita. Hablando de las Joyas del campo, Ada Limón escribe: «Hace mucho tiempo / que he querido morirme, / hace que me apetezca / quitarme / mi vestido de piel / y ver cómo / mi luz vuela toda / por sí misma, fluorescente / y vivaz como una / estrella que aspira a serlo», narra revelando un secreto pensamiento que guarda cuando contempla, en las noches calurosas, volar a las luciérnagas.
Los poemas se esparcen como hierbas sobre la pradera, formando un tapiz homogéneo compuesto de elementos autónomos, con propia entidad y existencia. Su poesía es como El truco de la luz, una magia primitiva que «nombra lo que ya no existe», que fija las imágenes en la retina con el trazo de la voz, engañando al lector ofreciéndole escenas donde solo hay versos; versos de palabra precisa, cuidada y maestra. Versos que son como el rescoldo. Versos que todavía guardan la llama que la poeta aviva.
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« Ahora ya no hay naranjas en todo
el Valle de San Fernando, no hay naranjas, sólo nombresde calles: Boulevard de la Naranja, Condado de la Naranja.
La forma en que lo hacemos. Nombrar lo que ya no existe ahí.Aquí hubo un huerto de naranjas; aquí hubo un chico moreno.
Me inclino, con mi traje de bayonetas heredadas,
para entrar en el corral donde dormían las aves pegadas a él.
Las gallinas no lo quieren. Tampoco las naranjas.Pero sobreviven juntos: combustible para el futuro:
Una imagen de una pluma sin el pájaro
una imagen de una naranja sin el árbol,
una imagen de una sombra sin su chico».
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Autor: Ada Limón. Título: Cosas muertas y brillantes. Editorial: Valparaíso. Venta: Todos tus libros.
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