Con libros como Poema de las emociones comunes no es de extrañar que la literatura peruana viva en una continua enhorabuena. María Belén Milla Altabás, de la mano de la editorial Ultramarinos, publica en España una obra fantástica que ya había aparecido en 2023 en su país, auspiciada por Lustra. Los lectores españoles habíamos podido tomar contacto con su escritura gracias a trabajos anteriores como Amplitud del mito o Todas las Nancys, donde su poética sensual, metaliteraria y de una intimidad bulliciosa comenzaba a ver la luz. Tampoco debemos olvidar, dada su filiación sentimental con la presente reseña, su ensayo El príncipe travestido, en el que aborda desde la óptica del género la tercera parte de la célebre novela de caballerías Florisel de Niquea. Dicho lo cual, este Poema de las emociones comunes se encuentra dividido en un poema inicial más cuatro partes, en las que, como promete la pieza inaugural, nos espera —contiene— una multitud, de ahí que el último verso concluya con dos puntos suspensivos, como si nos abriera a una enumeración por venir.
Leyendo el poemario, no podía evitar imaginármelo en la forma de un tapiz (esos rojos, esos azules) al que las sucesivas escenas le avivaran los colores que fueron palideciendo por el paso del tiempo. Hallamos soldados, santos, mártires, Dios, mujeres pías, goliardos, güelfos, tigres, ballestas, ciudades sitiadas y, sobre todo, un amor medievalmente contemporáneo. Un amor con la ternura de un tallo fresco y lo quebradizo de uno seco. Es la carnalidad la que la emparenta con la mística: «si creo en un muslo» (p. 45); son las maneras las que hacen lo propio con el arte de trovar. Asimismo, lo corporal es en la poesía de María Belén Milla Altabás el lugar de la emoción y un instrumento salvífico, pero también un instrumento en su amplitud conceptual: de tortura, aunque también musical, como ocurre en los textos de muchas santas que escribían sobre componer música a través de su cuerpo (con flagelaciones, cilicios, etc.). Y quizá esta materialidad mutante hace que siempre esté a la fuga: «sólo sé del cuerpo cuando huye» (p. 26) o «el cuerpo es una flecha que disparamos sin ver» (p. 45).
No existen en el libro las partes pudendas, por eso se nombran constantemente: solo la palabra da carta de ciudadanía a las cosas. Y tampoco existe la condena del género: si el cuerpo femenino es un cuerpo putrefacto (Pedro Damián dixit), el cuerpo masculino alberga semen inmundísimo (Inocencio III dixit). Ambos se cancelan, los cuerpos quedan liberados para el deseo. Aquí: el bello y el vello acariciados. Este Poema de las emociones comunes se balancea («habrá que volver del amor / […] / hemos vuelto del amor», p. 32) entre Venus y Marte, entre la lascivia o lujuria y el robusto atrevimiento, al igual que la comadre de Bath del cuento de Chaucer, y como ella se carcajea de quienes ven el amor como pecado, pues la voz poética jamás cerrará su puerta de Venus ante un hermoso joven: «mi liebre espera en cualquiera de tus campos» (p. 77). ¿Te atreves con el hechizo?
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Autora: María Belén Milla Altabás. Título: Poema de las emociones comunes. Editorial: Ultramarinos. Venta: Todos tus libros.
Pudienda la poesis