El largo reinado de Isabel II en España, inestable, vergonzoso, incierto en manos de una reina irresponsable y frívola (es puta pero piadosa, dijo el papa Pío Nono), transcurrió entre descarados repartos de poder entre políticos conservadores y liberales, ruido de sables, pronunciamientos militares y campañas africanas; y a eso hay que añadir, como guindas negras del pastel, una contienda naval contra Chile, Perú y Bolivia, y otra guerra civil, la segunda carlista. Todo eso, poquito a poco, fue dejando el paisaje a punto de nieve para la revolución que en septiembre de 1868 mandó a la reina a tomar por saco, dejando vacante el trono. Los que se la habían cargado y tenían la sartén por el mango (el general Serrano, el general Prim y las inmediatas Cortes Constituyentes) elaboraron una Carta Constitucional muy democrática, bastante potable para la época; pero la palabra república todavía daba repelús, así que ofrecieron el trono a un joven voluntarioso llamado Amadeo, de la entonces prestigiosa casa de Saboya, y para más datos segundo hijo del rey de Italia. Pero cuando el chaval vino a España se encontró con que a su principal padrino (el general Prim, estatua en la Castellana y calle junto al café Gijón) lo acababan de asesinar, que los republicanos lo puteaban, que los partidarios de la reina depuesta y su hijo Alfonsito le hacían luz de gas y que todo el mundo se lo tomaba a cachondeo. Así que hizo las maletas y dijo a los españoles, con palmas de copla: si os he visto no me acuerdo, madre no hay más que una y a ti te encontré en la calle. Se proclamó entonces con mucho tronío la Primera República, también conocida como La Breve (no duró once meses); que, aunque en ella destacaron políticos de verbo y cabeza como Pi y Margall, Figueras, Salmerón y Castelar, fue incapaz de sobrevivir en un caos de rebeliones carlistas y cantonalistas, zancadillas entre republicanos, indiferencia popular, incultura política y golfería generalizada. Así que un cuartelazo de los generales Serrano y Pavía, derribó al gobierno, disolvió las Cortes y formó un gobierno provisional hasta que, meses después, otro espadón llamado Martínez Campos (como se ve, eran los mílites gloriosos quienes cortaban el bacalao) proclamó en Sagunto como nuevo rey de España al hijo (Borbón, recordemos) de la depuesta Isabel, con el nombre de Alfonso XII. Fue este chico un rey amado por el pueblo, con excelentes intenciones; pero sólo reinó diez años, pues a los 27 de edad se lo llevó la tuberculosis (las películas ¿Dónde vas, Alfonso XII? y ¿Dónde vas, triste de ti? cuentan bastante bien aquella época). En ese período, que alumbró una nueva Constitución (vigente hasta 1931), se dio un curioso sistema de gobierno bipartidista: la alternancia pacífica en el poder, conchabados como compadres de cochinera, de políticos liberales y conservadores, en plan vamos a llevarnos bien y entre bomberos no nos pisemos la manguera. Y así, sucediéndose el uno al otro, alternándose en la gobernanza, dirigieron España el astuto liberal Práxedes Mateo Sagasta y el culto conservador Cánovas del Castillo. Que no fue tarea fácil, por cierto, pues tuvieron que comerse el marrón de otra guerra carlista y la crisis de las últimas posesiones americanas. El caso es que así, entre pitos y flautas, España iba encaminándose hacia el final de un siglo incómodo y turbulento que no acabó por integrarla del todo en Europa, sino que la distanció de ella; sobre todo porque la escasa industrialización, que otros abordaban con entusiasmo, se limitó aquí a zonas concretas y producía desconfianza entre las clases altas conservadoras, que veían en los obreros un inquietante germen de chusma revolucionaria. El caso es que, fallecido el duodécimo Alfonso, su segunda esposa, María Cristina de Habsburgo (la primera, muerta muy joven, fue la Mercedes de la famosa canción), se encargó de la regencia, encinta del hijo póstumo del rey fallecido: o sea, del futuro Alfonso XIII, bisabuelo del Felipe VI de ahora. Y no fue un tiempo cómodo para la madre ni para la criatura, porque además de las crisis políticas habituales hubo que hacer frente a la insurrección de Cuba y a la guerra con los Estados Unidos de América. Pese a su heroica resolución, las escuadras de Cervera y Montojo fueron destruidas en los desastres de Santiago y Cavite; y mediante el Tratado de París (1898) una humillada España tuvo que renunciar a Cuba, Puerto Rico y Filipinas, últimos restos de su viejo imperio colonial. En el concierto de las potencias europeas dirigido por Inglaterra, Alemania, Francia y Rusia, limitada a unas modestas posesiones en Marruecos y África ecuatorial, España se resignaba a ser pequeña nota a pie de página.
[Continuará].
____________
Publicado el 27 de diciembre de 2024 en XL Semanal.
Entregas de Una historia de Europa:
- Una historia de Europa (I)
- Una historia de Europa (II)
- Una historia de Europa (III)
- Una historia de Europa (IV)
- Una historia de Europa (V)
- Una historia de Europa (VI)
- Una historia de Europa (VII)
- Una historia de Europa (VIII)
- Una historia de Europa (IX)
- Una historia de Europa (X)
- Una historia de Europa (XI)
- Una historia de Europa (XII)
- Una historia de Europa (XIII)
- Una historia de Europa (XIV)
- Una historia de Europa (XV)
- Una historia de Europa (XVI)
- Una historia de Europa (XVII)
- Una historia de Europa (XVIII)
- Una historia de Europa (XIX)
- Una historia de Europa (XX)
- Una historia de Europa (XXI)
- Una historia de Europa (XXII)
- Una historia de Europa (XXIII)
- Una historia de Europa (XXIV)
- Una historia de Europa (XXV)
- Una historia de Europa (XXVI)
- Una historia de Europa (XXVII)
- Una historia de Europa (XXVIII)
- Una historia de Europa (XXIX)
- Una historia de Europa (XXX)
- Una historia de Europa (XXXI)
- Una historia de Europa (XXXII)
- Una historia de Europa (XXXIII)
- Una historia de Europa (XXXIV)
- Una historia de Europa (XXXV)
- Una historia de Europa (XXXVI)
- Una historia de Europa (XXXVII)
- Una historia de Europa (XXXVIII)
- Una historia de Europa (XXXIX)
- Una historia de Europa (XL)
- Una historia de Europa (XLI)
- Una historia de Europa (XLII)
- Una historia de Europa (XLIII)
- Una historia de Europa (XLIV)
- Una historia de Europa (XLV)
- Una historia de Europa (XLVI)
- Una historia de Europa (XLVII)
- Una historia de Europa (XLVIII)
- Una historia de Europa (XLIX)
- Una historia de Europa (L)
- Una historia de Europa (LI)
- Una historia de Europa (LII)
- Una historia de Europa (LIII)
- Una historia de Europa (LIV)
- Una historia de Europa (LV)
- Una historia de Europa (LVI)
- Una historia de Europa (LVII)
- Una historia de Europa (LVIII)
- Una historia de Europa (LIX)
- Una historia de Europa (LX)
- Una historia de Europa (LXI)
- Una historia de Europa (LXII)
- Una historia de Europa (LXIII)
- Una historia de Europa (LXIV)
- Una historia de Europa (LXV)
- Una historia de Europa (LXVI)
- Una historia de Europa (LXVII)
- Una historia de Europa (LXVIII)
- Una historia de Europa (LXIX)
- Una historia de Europa (LXX)
- Una historia de Europa (LXXI)
- Una historia de Europa (LXXII)
- Una historia de Europa (LXXIII)
- Una historia de Europa (LXXV)
- Una historia de Europa (LXXVI)
- Una historia de Europa (LXXVII)
- Una historia de Europa (LXXVIII)
- Una historia de Europa (LXXIX)
- Una historia de Europa (LXXX)
- Una historia de Europa (LXXXI)
- Una historia de Europa (LXXXII)
- Una historia de Europa (LXXXIII)
- Una historia de Europa (LXXXIV)
- Una historia de Europa (LXXXV)
- Una historia de Europa (LXXXVI)
- Una historia de Europa (LXXXVII)
- Una historia de Europa (LXXXVIII)
- Una historia de Europa (LXXXIX)
- Una historia de Europa (XC)
- Una historia de Europa (XCI)
- Una historia de Europa (XCII)
- Una historia de Europa (XCIII)
- Una historia de Europa (XCIV)
- Una historia de Europa (XCV)
Hay veces en las que la teoría junguiana del sincronismo se hace evidente. Y, cuando no se hace evidente es que no le hemos prestado atención, quizás. Artículo de don Arturo sobre la Fofona II, famosa por su Canal (por favor, no me lo entiendan con segundas, o sí), y nuestro nefasto XIX. Y, en mi caso, leyendo a la vez el libro de José Enrique Ruiz-Doménec, «Un duelo interminable».
Y al caso le va la siguiente frase de este libro, frase que me ha impactado, no sé si a ustedes también:
«Recordemos. No hay más remedio, pues la comprensión del pasado es lo que nos hace libres».
El caso es que en este país no aprendemos. Nada. Ni del pasado ni del presente. Y así, no hay futuro. Gran país ignorante de su historia y, por lo tanto, proclive a ser engañado por los tergiversadores profesionales, por los de la ingeniería social, por los embaucadores.
Siglo XIX. El verdaderamente importante para ser conocido y estudiado. Germen de las desgracias posteriores, de nuestra incultura y analfabetismo, nuestra desindustrialización, nuestro desenganche de Europa y nuestra pérdida del tren del progreso.
Y el caso es que la del Canal, entre saltos y saltos de camas, produjo más desgracias que otra cosa: tres guerras carlistas y una república fallida y follada… por todos. España, abierta en Canal.
Y el caso es que el XIX fue un semillero de espadones, unos ultraconservadores y otros liberarcillos de salón. Espadones con muchas medallas, mucha espada, mucho uniforme, mucha prepotencia y mucho orgullazo injustificado. Grandes egos, inútiles con espada, que no producían más que grandes derrotas militares, grandes desastres como los de Cuba, Filipinas y Annual. Muertos, los de siempre: la soldadesca proveniente del pueblo llano, la que no podía pagarse la exención del servicio militar.
El caso de Espartero, no mencionado por don Arturo, quizás sea un poco aparte dentro de toda esta debacle. A veces la Historia no termina de decidirse, de decantarse, por un personaje. Quizás nos perdimos una nueva dinastía reinante, que no fuera de asaltacamas, o un buen presidente de República. Quizás. Pero, bueno, lamentarse por lo que pudiera haber sido y no fue…
Y el caso es que, repetirme de nuevo, no aprendemos. El cantonalismo. Mientras otros, en Europa, de ser tierras fragmentadas en multitud de estadillos diversos, se unían en conjuntos nacionales más fuertes (Italia y Alemania, por ejemplo), aquí quería ser un Estado independiente hasta la tierra de don Arturo: Cartagena.
La historia no conocida inevitablemente será repetida.
Menciona don Arturo a las clases altas conservadoras del XIX. Ciegos. Ciegos al progreso, la ciencia, la educación y al sufrimiento del pueblo. Medio país, o más, todavía inmersa en el feudalismo con una servidumbre de la gleba campesina, verdaderamente vergonzosa cuando ya el feudalismo había desaparecido de Europa Occidental (los países del este, caso aparte, esa es otra historia). Con la tierra en manos, en casi todo el país, de la rancia e inútil nobleza y de la Iglesia (Mendizábal intentó solucionar la parte eclesiástica con bastante fracaso ya que las tierras fueron a parar a grandes terratenientes y a industriales enriquecidos).
Quizás el XIX fue el resultado inevitable de habernos perdido la Reforma, inmersos en una fanática y estéril Contrarreforma, de no haber tenido casi Ilustración y de no haber tenido una gran Revolución como la de 1789. Todo ello con ayuda de la Fofona II, la del Canal. También de su padre, el Felón.
Recordemos, no hay más remedio.
Saludos.
Un época despreciable de la que sólo salvo, a nivel político y militar, aquello del final del siglo en Cuba: «Más vale honra sin barcos que barcos sin honra». Es toda una confesión, a punto de ser hundida estrepitosamente nuestra flota por los yanquis, de la locura y honor español ante la falta de progreso, de medios y de inteligencia que habían llevado progresivamente a un imperio global a convertirse en la hez del mundo civilizado, donde los hermanos no pararán de matarse entre si. Aquello que pintó Goya y nos retrataba ya en el Quijote. Nuestra locura.
Siempre, siempre hay que volver a las fuentes y, minimante, repasarlas y ponerlas en una mínima incertidumbre. Tampoco podemos creer como en una verdad absoluta la historia que nos contaron en aquellos años…tan… distintos. Lo de las «fak news», o como se diga, no es algo nuevo.
Resulta que, tras releer aquí mi escrito, he querido asegurarme y saber más – ese prurito perfeccionista tan quisquilloso- de esa frase tan resultona de los barcos sin honra, y conocer las circunstancias precisas en las que se pronunció.
Pues resulta que no se pronunció en Cuba sino, al parecer, en Valparaiso ( aunque hay varias versiones) y no en 1898 sino en 1865 ó 1866 (tampoco está claro) y, desde luego, no la pronunció el Almirante Cervera sino el almirante Méndez Núñez. Y el caso es que estoy segurísimo de que la conexión del desastre del 98 en Cuba con la frase, me fue enseñado en el colegio en las clases de Historia. Una forma, probablemente, y esta vez no inglesa, de maquillar la historia y hacer reverdecer ideales patrios en los años de la dictadura. En cualquier caso mis disculpas por la falta de comprobación previa. Un abrazo.
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Honra_sin_barcos
No se preocupe sr. B., estamos entre amigos, amigis zendianos. Sí, efectivamente, la frase a los de mi edad la transmitían en las clases de historia del colegio.
Respecto a la manipulaciòn de la historia, sí, efectivamente, en época del gran Paco, ese gran admirado de presidencia actual y ese gran benefactor, a posteriori, de la izquierda española, se manipulaba. Nada diferente a la manipulaciòn histórica que se hace hoy, por inclusión mentirosa o por omisiòn selectiva.
Pero, bueno, a lo que iba, que era compartir con usted una reflexión. Piense usted bien en la frase. La honra, si algún valor tiene, para algunos como yo sí que la tiene, no se la asigna uno a sí mismo, se la asignan los demás, el resto. La frase es una auténtica chorrada. Porque, ademàs, la honra es privativa de las personas no de los paìses. Eso pienso yo hoy. Después de la debacle del 98, realmente nos quedamos sin barcos y sin honra. Todo el resto de paìses se carcajeó de nosotros y nadie nos reconoció ni pizca de honra. Un paìs humillado, sin barcos y sin honra. Sin embargo los americanos tenían honra, barcos, Filipinas, Puerto Rico y Cuba. ¡Toma castaña!
Porque la honra se la reconocen siempre al màs fuerte no al más tonto.
Una chorrada de frase. Frase consoladoras en un paìs inculto, atrasado, hambriento, desarrapado y… sin barcos.
Porca miseria.
Un abrazo.
Lo importante señor B es que el espíritu de esa frase no puede aplicarse a los sucesos de Santiago de Cuba ni a los anteriores de Cavite.
La clase política y buena parte del Ejercito y la Armada se encontraban profundamente infectados por esa bazofia antiespañola llamada masonería.
Jamás es de fiar ningún personaje histórico español que muestre admiración por el ejercito francés o por la Royal Navy británica, enemigos tradicionales de España, y en la época se hizo seguidismo de Francia y luego sumisión a Inglaterra.
Cerveza no merece ser recordado pero Sagasta, aun siendo paisano, mucho menos todavía.
Desde Ayacucho nadie era de fiar entre los militares españoles, Espartero incluido, algo que no se superó hasta que el homenajeado este año puso pues en pared.
Por cierto, desaparecido el sujeto volvieron a las andadas.
Siento si alguien se ofende por ello pero a mí me enseñaron que quien dice la verdad ni peca ni miente.
Sr. A., no sé si la pertenencia a la masonería era o no el elemento decisivo en la situación del ejèrcito. En otras naciones, políticos y militares masones eran fieles a sus países y eran efectivos.
Quizás el elemento es otro u otros, venidos ya antes de la vergonzosa capitulación de Ayacucho. Ya desde finales del XVIII y demostrado en la invasiòn napoleónica, el ejército español, salvo honrosas excepciones, era un cúmulo de figurones extraìdos de los segundones de la rancia nobleza, llenos de medallas, de entorchados y de uniformes y espadas de salón sin ninguna preparaciòn o profesionalidad. Militares sólo buenos para celebrar fiestas y bailes. Muy atrás habìan quedado los gloriosos tercios. Militares como Castaños (a base de un grueso de ejèrcito popular), Daoíz, Velarde, eran la excepciòn. Un recuerdo también para nuestros héroes de Trafalgar.
Sobre la idea que se tenía de la honra militar es un reflejo, como siempre, la literatura. Valle-Inclán es un ejemplo (Los cuernos de don Friolera es un triste y risible ejemplo de ello). Los de la generaciòn del 98 no tenían una visión positiva de este tema.
La falta de preparación en la tropa, tratados como carne de cañón, sacados a la fuerza de sus pueblos por no poderse pagar la exención del servicio y llevados a Cuba y Filipinas sin saber coger un fusil… … …
Entiendo y acepto que Espartero (por cierto, también tiene estatua ecuestre en Madrid) es un personaje controvertido. Y lo es mucho màs, efectivamente Sagasta, aunque llevara la extinta Tabacalera a Logroño y, allí, muchas generaciones se hayan beneficiado de ello. Personaje vitriólico y retorcido, muy complejo, quizás serìa necesario un buen estudio histórico y contextualizado sobre él. Pero, lo bueno y lo malo, hay que recordarlo.
Hablar de la verdad, hoy, tiempo en el que impera la posverdad y el relato, tiene mérito sr. A. Efectivamente, hay que buscarla, hay que perseguirla. Es necesario. Y es honroso.
Saludos.
Comparto su opinión.
Es cierto que la Tabacalera vino a Logroño de la mano de un sobrino de Sagasta, don Amos Salvador Rodrigañez, Ministro y un hombre muy peculiar, adelantado a su tiempo y con muchas inquietudes incluso hasta militares, escribió sobre el arma submarina.
Aficionado a la fotografía, suyas son las de los primeros aviones que visitaron Logroño en 1910.
Fue padre de Amos Salvador Carreras, amigo personal de Manuel Azaña.
(Condenado a pagar por el atraco cometido contra el Banco de España por su amigo junto con Negrin y Largo Caballero, con conocimiento de Prieto, una operación casi exclusivamente socialista, Amos hijo entregó la finca familiar que hoy es un parque público, un colegio y un instituto de enseñanza secundaria en la ciudad de Logroño, y antes albergó la sección femenina de falange, para hacer frente a la mayor condena monetaria impuesta por los vencedores de la guerra)
Amos Salvador padre fue un magnífico presidente de Tabacalera al mecanizar la producción de cigarros creándose así los famosos Farias.
En Logroño sigue llamándose Casa Farias a un antiguo almacén fiscal hoy reconvertido en tareas culturales.
La antigua fábrica y anterior convento, hoy es el parlamento de La Rioja, absolutamente prescindible, una sala de exposiciones dedicada a don Amos,completamente merecida, y la sede de la biblioteca pública de La Rioja que ya no se llama Almudena Grandes a diferencia de la estación de Atocha de Madrid, y sí, opino que así debe seguir siendo, bastante tenemos con dedicar una calle a María Teresa León.
No me juzguen mal, no es por sectarismo, pero nacer en Logroño por ser el destino de tu padre funcionario y dejar la ciudad con meses de vida para no volver a tener relación nunca no puede ser motivo para que te dediquen una calle por muy buen poeta que fuese tu marido.
En el caso de Almudena la relación con La Rioja todavía es más inexistente, parientes oriundos de cameros… Milongas, los gustos literarios de la anterior presidenta no nos representan a todos.
Hizo más por La Rioja un gallego premio Nobel comiéndome unas pochas y a este no se le dedica nada.
Espero no molestar demasiado, pero sigo diciendo que lo dicho es verdad.
¡Ah, las pochas de don Camilo, las pochas con codorniz, las pochas con chorizo, las pochas de España! Regadas con un buen Rioja tinto y acompañadas con un chil picante. Comparto su opinión sobre poner una calle, un monumento a don Camilo y otro a las pochas.
Evidentemente, las calles y estaciones a la Grandes son de origen totalmente sectario. Nunca he podido terminar una novela suya. Y a la Leòn, como no se conmemore el viaje a la URSS con su marido, para imbuirse de las glorias y el progreso marxistas, o también quizás se conmemoren las grandes fiestas que organizaban y celebraban ambos en Madrid mientras el pueblo pasaba hambre.
Por cierto, la sincera búsqueda de la verdad nunca molesta o nunca debe molestar. Y si esa verdad se cuenta con un buen plato de pochas…
¡Ah, las pochas, de don Camilo y de España!
Saludos cordiales.
Muchas, muchas gracias por sus comentarios y opiniones, señores Ricarrob y Aguijón. Y por no incidir en mi desafortunado desliz histórico.
La verdad, desde luego, es casi siempre heroíco buscarla y en especial la verdad histórica. No creo que exista; tiene tantos matices, tantos ángulos, relatos, versiones y… muchas veces interesadas. La verdad histórica de lo vivido es siempre subjetiva, y la no vivida se basa en la confianza en quien te la describe o te la cuenta; casi una cuestión de fe. Yo prefiero hablar de argumentos y narraciones consensuadas. No creo que se pueda ir mucho más allá. Lo que si es indignante es la supuesta historia torticera, y lo que pasa es que, a lo mejor, ahora, a cierto nivel, nos damos más cuenta de quienes la utilizan como arma y como estafa para conseguir sus objetivos, que muchas veces ni ellos mismos conocen. Lo de «jura usted decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad» de las películas me produce risas y carcajadas y, por desgracia, el incrédulo, el Santo Tomás de turno, es el que suele estar más cerca de encontrarla.
Que tengan ustedes, amigos de cabalgatas literarias, unos concienzudos y esplendidos Reyes Magos. Desde luego yo creo en ellos, faltaría más…
Tenemos Reyes Magos, por supuesto, tenemos unos Reyes Majos, tenemos Belen y lo que nos sobra es belen del otro y un gran exceso de pesebres.
Un abrazo.
En honor a la verdad tengo que decir que mis espías paraguayos me informan de mi error respecto a la Casa Farias, no tiene que ver con los puros si no con don Rafael Farias diputado provincial medio siglo antes de que en México un señor de origen gallego y también apellidado Farias inventara una forma efectiva de mecanizar la producción de cigarros.
Todo el que tiene boca se equivoca, sólo hay que reconocer el error y corregirlo.
Aunque no se tenga intención de engañar un dato incorrecto puede ser fuente de falsedad.
Como penitencia pienso comer unas pochas a la riojana a la salud de la cuadrilla de Zenda, tampoco hay que ser muy duro…
Rubios pulidos senos de Amaranta
Por una lengua de lebrel limados…
«Pórticos de limones, desviados por el CANAl que asciende a tu garganta».
El señor de la paloma equivocada todo el rato quizás no se referìa al canal que lleva sus aguas a Madrid, quizás.
Como con unas buenas pochas, el paladar y la lengua dedicados a buenos usos, no como a lo que la dedican los políticos… sin especificar asuntos escatológicos.
Por cierto se dice que referirse a un lebrel en literatura es un símbolo de persona astuta. Muy astuta la persona lenguaraz del poema.
Felices reyes.
Ante los repetidos cantos de sirena de algunos, como dijo un genio de nombre César para escarnio de pedantes:
«A sonidos emitidos por laringes indecentes, trompas de eustaquio en estado letárgico» (A palabras necias, oídos sordos) por ello «La ausencia absoluta de percepción visual torna insensible al órgano cardiaco» (Ojos que no ven, corazón que no siente) » A perturbación ciclónica en el seno ambiental, rostro jocundo» ( A mal tiempo, buena cara) y, tengamos en cuenta » No existe adversidad que por sinecura no se trueque» (No hay mal que por bien no venga)
Un abrazo, feliz año y que los magos sean propicios… hasta para los republicanos.
Taconazo
Isabel, ya desde infanta,
Era un putón verbenero
Que tuvo bajo su manta
A Baldomero Espartero.
Doña Jacinta, una santa,
Le perdonó al «espadón»,
Que en Logroño luce estatua
Adornando El Espolón
Mas si hablamos de deslices
Que a las mujeres mancillan
Levantarán cicatrices
Los versos de esta cuartilla:
«Si pública es la mujer
Que por puta es conocida
República viene a ser
La puta más corrompida»
……………………………………
(La décima que escribió
Periodista colombiano
No gustará a algún lector
Con afán republicano)
PD:
Ir de buen samaritano
En este mundo no sirve,
Pues si a esos les das la mano
Sin brazo quedas Felipe.
«¿Va usted a poner la guillotina en la Puerta del Sol?.»
«Pues si señor, la guillotina, la guillotina. No voy a estar toda la vida escribiendo panfletos y despotricando contra los Borbones. ¡Sí señor, la guillotina. La Reina; ¡zas!, guillotina; los chulos de la Reina; ¡zas!, guillotina; los chulos del Rey; ¡zas!, guillotina; los obispos que los rodean, ¡zas! guillotina; guillotina, guillotina, todos guillotinados, si señor.»
Como ve, me sé casi al dedillo el diálogo entre Astarloa y Cárceles (Omero Antonutti y Miguel Reyán) , en la versión cinematográfica de su novela «El Maestro de Esgrima». Yo creo que nada, o casi nada ha cambiado en siglo y pico, desde aquellos hechos. Las castas parasitarias, continúan parasitando; los Borbones, continúan borboneando; los «liberales en economía» continúan chupándole la sangre al país, sin importarle una higa las consecuencias; y el pueblo. ¡Ay, el pueblo! Del pueblo mientras haya pan y circo y lucecitas de Navidad, no espere usted nada de él, cómo entonces.
Fíjese que empiezo a darles la razón a los que dicen que España no ha salido aún del antiguo régimen. En aquella época, por no ser del todo negativo, regresaron a casa los capitales de los que habían hecho dinero en Cuba, explotando esclavos y fabricando ron, que fueron a parar a la especulación inmobiliaria, y a la creación de cierta industria, en determinadas zonas del país. Digamos que España tuvo que empezar a valerse por si misma, a pesar de todo, y salió adelante mandando a la recién independizada Cuba y a la Argentina, el excedente de mano de obra que aquí pedía a voz en grito pan, paz y libertad.
En fin, no somos nadie.
Me gustaría que dedicara una «Historia» a Cuba en 1898.
Mi comentario no tiene que ver con la historia; me quería referir a la forma de narrar. Si para enseñar historia sólo leyéramos interminables listas de nombres, batallas, fechas y lugares, sin agregar el temperamento de aquellos hombres, sus conflictos políticos, económicos y religiosos, sería tediosa e insulsa. En cambio, cuando el que transmite los hechos históricos le agrega el color de la sangre, el dolor, la injusticia, el terror o la valentía; el aprendizaje se hace más llevadero e interesante.
En particular me gusta poder imaginar el pasado con total realidad.
Por ejemplo, cuando las primeras ciudades o pueblos se realizaron, el manejo de los residuos y excrementos de animales y humanos se confundían entre sí, propagando enfermedades; esto no se piensa y tendemos a imaginar colonias pintorescas, sin moscas ni ratas.
El avance de las sociedades, ha sido arduo, con miles de complicaciones, siendo la vida promedio mucho menor a la actual, más peligrosa y con riesgos de todo tipo; tener un simple accidente como lo es lastimarse con un clavo en un pie, o tener una herida de cuchillo en una pelea, podía significar la muerte irremediable.
Yo soy muy partidario de la realización de películas sobre historia, realizadas con historiadores, y especialistas en escenografía y vestuarios; las imágenes pueden recrear un pasado muy lejano y traerlo a nuestro presente en forma inmejorablemente didáctica.
Además sería una fuente de trabajo, no solo para historiadores y escritores, también para artistas, y profesionales de efectos especiales, vehículos antiguos, embarcaciones, máquinas, arquitectura etc.
La civilización humana, hoy tiene la capacidad de mostrar la historia de la humanidad en capítulos en una serie televisiva fantástica.
Y por último digo, que la inagotable capacidad del señor Perez Reverte que posee para contar la historia, sería indispensable para dar letra y contenido a esas películas que yo imagino, de las cuales hay muchas, pero deberían ser muchas más.
Cordial saludo
Son las ventajas, o los inconvenientes, según se mire, de contar la historia habiendo sido periodista. Sería diferente si el señor Pérez Reverte fuera historiador, imagino. Aunque, ahora que lo pienso, la literatura creada por Pérez Reverte esta preñada de periodismo. Son historias contadas por un periodista, con lo que conlleva esta circunstancia de positivo o de negativo.
Saludos.
Sr Pérez Reverte, he leído las amenazas que ha recibido en su casa y en redes.
No sé si le habían amenazado con anterioridad, pero debe tener cuidado, no son palabras inocuas ni unas bromas graciosas, es para preocuparse. Recuerde que le hablé de eso en una carta.
Cuando ETA secuestraba empresarios, hubo uno ( no recuerdo el nombre)que contrató a la Mafia y dijo que como le pasara algo a él, los etarras y sus familias recibirían su merecido.
Usted dijo que tenía amigos de todas las clases, acuda a ellos.
No me había enterado hasta este momento del lamentable hecho de las amenazas al señor Pérez Reverte; lamento muchísimo el episodio. Y espero que las autoridades puedan dar con el cobarde malviviente cuanto antes.
Ser una persona pública tiene su precio, lamentablemente estos individuos saben bien que una amenaza a alguien público tiene una repercusión local e internacional; ese es su objetivo; son intrascendentes personajes que provocan daño. Y ocurre que si más revolvemos el asunto, más favorecemos su intención de causar el mal.
Saludos