Inicio > Blogs > Ruritania > Carta nº8
Carta nº8

Correspondencia manuscrita del Maestro de la República Abel Bravo del Rincón, dirigida al canónigo Bruno Morey Fiol, durante los años de 1943 a 1960. Entre ambas circunstancias, con palabras sinceras, silencios naturales, fechas y recuerdos, consiguen ambos narrar el equilibro entre la confrontación y lo natural de sentir, pensar, convivir y así sobrevivir.

*****

Diciembre, 1956-1957

En 1956, Abel abre un nuevo cuaderno con el encabezado «Contestación a las cartas de Bruno Morey Fiol». Sufre una recaída por «tomar un fresco agradable» durante varias horas, llevando el cuerpo al descubierto. «Cuando me quise levantar, noté un profundísimo dolor y una gran molestia que no me dejaba mover ni ir a ninguna parte… Aquí sigo bañándome todos los días en agua caliente, marcho bien. Además me resfrié y tenía mucha tos… ¡Vaya tos! Y yo —que no tenía dinero para comprarme camisetas de verano— tuve que buscarlo para comprar esas camisetas y frascos de jarabes calmantes de la tos. Llevo ya 3 frascos y está muy mejorada. Pueden darse, por ahora, por ultimados los dolores y la tos. Si yo hubiera tenido dinero es posible que no se me hubieran producido ni los dolores ni la tos. Como no lo tenía, se me produjeron. ¡Cuántos trastornos ocasiona la falta de este elemento!

Tengo sin contestar 2 cartas tuyas… Por unas causas y por otras, no te he dicho que durante los meses de septiembre, octubre y noviembre estuve Manco de la Mano Derecha. No por eso interrumpí mis tareas escolares, de día y de noche, con alumnos mayores y con una Maestra que desea que la prepare para hacer Oposiciones.

Mi Invalidez para el trabajo en la Mano Derecha era producida por una Artereo Esclerosis. Tuve el brazo derecho como un corcho insensible. Y para recuperar la sensibilidad perdida, tuvieron que inyectarme 15 inyecciones de Benerva.

El día 21 de este mes nos juntamos en la Habilitación unos compañeros. Quisimos celebrar nuestras vacaciones navideñas y nos fuimos a una pastelería a comernos unos dulces. Yo advertí al dependiente que no quería nada que tuviera Manteca ni Canela… A las 4 de la mañana del día siguiente una porción de cosas indicaban que la dependienta de la Confitería no me hizo caso y yo pequé de confiado… Este estado de cosas lo combatimos con:

1.- Acucilina 3 botes

2.- Pyridium, comprimidos, 1 tubo

3.- Gonosolixa, 2 cajas

4.- Papavelu Min, sedante del sistema nervioso

5.- Dieta rigurosa

6.- 7 días en cama.»

Podemos imaginar la reunión en la confitería, a los maestros rememorando la secuencia aproximada de sus vidas; elisión de nombres, filtrado de situaciones ásperas, sesgados vínculos familiares (un tío, un pariente, alguien…). Nadie está a salvo de un sistema que establece un férreo control que simula ser una forma de gobierno. Expedientes y situaciones inesperadas podrían abrir el suelo y tragarse el leve soporte donde se apoyaban; en equilibrio. Digamos que su seguridad era un ligero pespunte sobrecosido. La rehabilitación de aquellos maestros en los años cincuenta quizá ocurrió para atender y atajar los innumerables problemas de desatención educativa, analfabetismo y abandono de los más pequeños y pequeñas, ya que nada sucede porque sí. De forma que, una vez reintegrados a la docencia, que es rehabilitarlos, se garantizaba un trabajo impecable, ya que estaban entrenados para organizarse desde la nada, y hacer progresar una escuela desde la invisibilidad. Tan solo, como es lógico, debían pasar por el aro de lo religioso y también de lo ideológico, de ahí que Abel destaque, o describa lo siguiente, para mostrar que no andaba en desacatos o en ámbitos sospechosos:

«…Tuvimos una larga mañana de trabajo preparando (en Águilas) a los niños para tomar la 1ª Comunión. Después vinieron misiones y tuvimos que llevar a los niños después de clase, mañana y tarde. En las tardes había procesiones con niños y niñas. Ellos con cruces. Ellas con ramos de flores. Además, carrozas. Todo muy llamativo. Nosotros íbamos imponiendo el orden. Los niños y niñas cantaban y rezaban el Vía-Crucis por las calles. Mucho público nos acompañaba y seguía, o presenciaban los actos desde la calle por donde pasábamos, azoteas y balcones. Por la noche, en plena calle —porque el local de la iglesia era pequeño para cobijar a tanta gente y, además, hacía calor— se desarrollaban los actos de propaganda religiosa y los rezos. Predicaba el P. Huchin S.J. Una de las noches se organizó un solemne Vía Crucis en dirección al Cementerio. Acudió mucho público. El conjunto ofrecía un aspecto imponente. Allí, en presencia de los muertos, alumbrado por infinito número de velas, se rezó y se pronunciaron pláticas en armonía con el acto y el sitio… El padre es un joven andaluz. Malagueño. Su familia es adinerada. Dicen que es ingeniero. Le ha gustado más el Sacerdocio. Tiene viva y clara inteligencia. Es un buen polemista, pero no un artista de la palabra. Es muy dicharachero, gracioso… Pero orador… lo que se llama orador de altos vuelos, no es. Muy dinámico, sí… Pero el más sobresaliente de los oradores fue el canónigo de la S.J.C de Murcia, Sr. Ballesta, manco de la mano derecha… Con esta información que te proporciono, puedes ir formándote una idea de cómo anda por aquí la propaganda religiosa.»

Acaso esté implícito aquí el sentimiento de estar obligado, o el admitir que aquellos paseos al aire libre, montañas, huertas, campos y mar, se transmutaron en actos, oraciones, discursos, desfiles y en una rigidez gris, de apariencia ordenada. Aun así, aunque aquello fuera una contrariedad que lastimaba su propia naturaleza, aquellos maestros no dejaron de vincularse y entregarse a las infancias que comenzaban a confrontar el funcionamiento del mundo. Ya hacia 1927, o incluso antes, la familia Bravo conocía el devenir de las inquietudes y apatías de aquellas criaturas renuentes. Lo vivieron muy de cerca con un sobrino rebelde que era amonestado en la escuela, de donde era expulsado como sin remedio. Sucedió en Madrid, en el entorno de su hermano César, y de los Zabala, cuando se centraron en examinar la situación para buscarle un remedio entre todos. Tanto Abel como César, y las hermanas, además de su madre Constanza, debieron conversar sobre este caso de contumaz rebeldía, encontrando un giro que favoreció la naturaleza de aquel infante sin acomodo. Como sucede en muchas familias… Aquel pequeño era el sobrino de Abel, el arisco José María, hijo de César y de África Fernández-Hermosa Zabala. Le ayudaron con excursiones, juegos, conversación, visitas, sin reprimendas y sin adjetivaciones. La solución elegida fue llevarle al Instituto Escuela. Allí permaneció varios años, progresó y avanzó hasta convertirse en el famoso as de la aviación José María Bravo.

Es decir, cuando José María ya es aviador en la República en España, y andaba por la base de Los Llanos en Albacete, donde se formaba a los pilotos de los caza I-16 Mosca, y luego pasó por el aeródromo de Liria en Valencia, hasta entrar en combate el 15 de agosto en la ofensiva de Belchite en 1937, es cuando Abel afronta su periplo por Baños y Mendigo. Al término de la Guerra Civil, José María debió fugarse por Francia, y, tras muy duras condiciones de vida, se incorporó a la aviación soviética. Entre sus numerosas misiones, debió escoltar el avión de Stalin en su viaje a Teherán para aquella famosa reunión con Churchill y Roosevelt en 1943.

«…Hago un gran esfuerzo, el que te mereces, para contestarte, pero no tengo todavía mi cabeza para discurrir como es debido. Te deseo muchas felicidades en el año 57, y no sé cómo  puedes entenderte, ni atender a tanto cargo. Me agradaría verte, en eso, más aliviado. Te anticipo que estoy incoando mi expediente de jubilación, que empieza el día 5 de marzo del 57, fecha en la que cumplo 70 años. He advertido un ribete negro en el sobre y en el pliego de tu carta, que parece indicar que se ha muerto algún pariente.

Cualquiera que él sea, te acompaño en el sentimiento.

Muchos abrazos cariñosos de este Maestro que tanto te quiere, a pesar de los 35 años pasados desde que nos conocimos en 1922.»

Ante su quebrantada salud, es alrededor de estas fechas, entre 1957 y 1960, cuando el aviador José María prepara, avanza y consigue regresar a España, aunque vigilado y bajo un seguimiento extremo. Vivió de lejos la circunstancia familiar, incluso que su madre África (también maestra y músico) resultara encarcelada por ser «madre de un piloto republicano». Es aquí donde el investigador Juan Barceló destaca que el aviador sí pudo reencontrarse con toda la familia en un muy complicado «reingreso» a España, y, ya en Madrid, «con su tío Abel… El maestro… Con el tiempo fue quedando como el único testigo de aquella larga saga familiar de ideas avanzadas, republicana, leal, culta, amante de los libros, de la montaña, de la vida…». Pero Abel lo omite en sus cartas de nuevo, la reunión, el conocerse y reconocerse, la cautela, el declive por la edad y lo vivido, sin amargura ni indefensión, que parece haberlo borrado de la pizarra de su propia vida, aunque nos aproxima un pentimento. Aún así, insistirá en recomendarle a Bruno Morey un libro de Jean Marie de Buck, Ante el fracaso escolar de vuestros hijos, al que añade, en un discreto paréntesis, y guiño muy personal: (… y sobrinos).

***

(José María Bravo Fernández-Hermosa, inhabilitado en España para el mundo de la aviación hasta la época de la Transición, se convirtió en uno de los mejores traductores de literatura rusa al español, junto a su esposa, la filóloga y profesora Natacha Ulianova. Abordó sus memorias en el libro El seis doble: Bravo y los «Moscas» en la Guerra Civil Española y en la II Guerra Mundial —junto a Rafael de Madariaga—. Su vida como aviador se llevó al cine, en 2012, en el filme El Español (Oktiabr), participando en el guión junto al director Alexandr Tstatsúyev. Para cuando se estrena en la sala Octubre de Moscú, José María había fallecido. África Fernández-Hermosa Zabala obtuvo plaza  como profesora auxiliar de música para la vacante en la Escuela Superior de Maestras de Madrid en 1909. Era hermana del escritor José Fernández, que colaboró en la prensa de los años 10 y 20 (s.XX), a veces bajo los seudónimos Tartarín o Zabala. Bartolomé Ballesta Vivancos fue canónigo de la catedral de Murcia, se referían a él como caballero mutilado y «elocuente orador sagrado», era considerado un gran disertador de asuntos varios. El jesuita y pedagogo belga Jean Marie de Buck se especializó en  diferentes problemáticas de la educación en adolescentes, muy reconocido ya desde los años treinta y cuarenta.)

0/5 (0 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios