La escritora catalana María Reig (Barcelona, 1992) se afianza como el relevo generacional en la novela histórica con Sonó un violín en París, un viaje coral, físico y emocional, por la Europa de la belle époque, previa a la masificación turística y en plena eclosión cultural e industrial.
Graduada en Periodismo, Reig autopublicó su primera novela, Papel y tinta (2018), un lanzamiento que financió mediante una campaña de crowdfunding, y el éxito le abrió las puertas del mundo editorial. Ha publicado otras dos novelas y ha vendido más de 100.000 ejemplares. Sonó un violín en París es la primera con Espasa, del Grupo Planeta. «Para nosotros es una grandísima autora con un gran recorrido por delante», ha dicho la editora Rosa Pérez, que confía en Reig para acercar la novela histórica a un público más joven, menor de 35 años.
Reig considera que la manera en que aborda conflictos relacionados con la salud mental, desde las relaciones abusivas a la represión de identidad o la lucha por la libertad artística y personal, pueden interesar a un lector joven. «Al final los seres humanos somos los mismos, tanto las emociones y problemas como la ansiedad o los ataques de pánico», subraya, aunque los protagonistas de su novela no sabían ponerle nombre aún en una época en la que la psicología aún estaba en sus inicios como ciencia.
En la novela, un grupo de nueve intelectuales organizados por el escritor Guillermo Bogarín parten de la estación de Lyon de París para emprender un viaje de dos meses por la Italia recién unificada y territorios de Austria-Hungría. Reig se ha documentado con manuales de historia, artículos académicos y visitas a museos, desde el MET de Nueva York al Victoria & Albert de Londres o el del Ferrocarril de Madrid, además de sus propios recuerdos del Interrail —lo hizo dos veces— y, lo más genuino, las primeras guías de viaje de la época, las Baedeker.
La generalización del ferrocarril y el auge de la burguesía al calor de la revolución industrial contribuyeron a que surgiera el turismo, recuerda la autora, más allá del Grand Tour que realizaban los jóvenes aristócratas en el siglo XVIII como parte de su formación intelectual. Es la época en la que nace el Estado liberal, la revolución de los transportes, la electricidad generalizada, pero a la vez se mantienen elementos del pasado y surgen «pesimistas inquietos» que vaticinan «el colapso» de la sociedad. Una época de eclosión artística, desde el Art Nouveau al realismo en la novela o el impresionismo y el simbolismo en la pintura, pero también la del auge de los nacionalismos y el «antisemitismo voraz» que prefiguran el estallido de las dos guerras mundiales.
A través del personaje de Clara Balaguer, una violinista en una encrucijada existencial, la autora explora la situación de las mujeres en la música profesional en esa época. «En 1900 había 15 violinistas célebres y más de cien girando», afirma, pero se encontraban con limitaciones como que «al casarse dejaban o reducían los conciertos, no podían componer ni vender sus obras, tampoco integrar orquestas y la crítica enfatizaba aspectos ajenos a la música como su aspecto físico o su encanto».
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