La publicación de un libro de Jorge Herralde siempre es un aporte al entendimiento del mundo editorial. Un entendimiento que se circunscribe a la literatura de alta factura, tanto de autores españoles como internacionales. La construcción de un catálogo equivale a la cédula de identidad de una editorial. Una identidad que se ha forjado con el tenaz esfuerzo de décadas y que se traduce en el hecho práctico de que un lector de España o América Latina, al visitar una librería, tiene la confianza de que un título de Anagrama es sinónimo de calidad.
Detalles (1969), de Hans Magnus Enzensberger (1929-2022), fue la primera obra de la naciente editorial especializada en torno al ensayo con atención a los textos políticos —la narrativa llegaría años más tarde—. Enzensberger fue un gran humanista y pensador alemán, prolífico y versátil en el manejo de distintos géneros literarios: poeta, ensayista, crítico, memorialista y autor teatral. También fue profesor universitario y editor de la revista de izquierda Kursbuch y The Transatlantic. Vivió además en Noruega, Italia, Estados Unidos, México y Cuba.
Su mirada tuvo especial interés por España, y la simbiosis con Anagrama fue fundamental. No solo se convirtió en el primer autor de la casa sino que fue honrado con la edición 500 de la colección Argumentos con su obra Ensayos sobre las discordias. La relación con el país y la editorial fue de tal cercanía que, tras la publicación en 1971 de El corto verano de la anarquía: Vida y muerte de Durruti, excusándose de no poder llegar a la reunión en Barcelona en 1972 para el fallo del Premio Anagrama de Ensayo, firma un telegrama con el nombre del líder anarcosindicalista fallecido en la guerra civil.
El libro consta de dos partes: Correspondencia (“Entre autor y editor” y “Otras cartas”) y Apéndices (“Material complementario” y “Otros escritos de Jorge Herralde”). En el período que va de 1969 a 1980 encontramos varias cartas cada año. A partir de allí y hasta el 2005 son un poco más esporádicas. Entre ellas una protesta de Anagrama por el hecho de que Jorge Herralde, siendo el editor de casi toda la obra de Enzensberger, además de, como afirma con humor, convertirse en su “cónsul” en España, no fue invitado al acto oficial en Oviedo cuando se le confirió al autor alemán el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2009 (asuntos de política que no dejan de asombrar).
Entrando de lleno en la profusa correspondencia es fascinante identificar algunos hilos conectores a lo largo del tiempo a través de los medios empleados: carta tradicional, fax, telegrama y correo electrónico. En primer lugar podríamos identificar las cartas relacionadas al Premio de Ensayo Anagrama del que “Magnus” (como dice Herralde que le decían sus amigos) formó parte desde el inicio y durante muchos años. Bajo la premisa de que “el jurado preferirá los trabajos de imaginación crítica a los de carácter erudito o estrictamente científico”, se da paso a la primera edición declarada desierta. El jurado, con algunas variaciones en determinadas convocatorias, estuvo conformado por Jorge Herralde como editor sin voz, Mario Vargas Llosa, Juan Benet, Salvador Clotas, Luis Goytisolo y Hans Magnus Enzensberger.
La correspondencia referida al premio revela la insaciable búsqueda de calidad de la editorial, dado que, aparte de declarar desierta la primera convocatoria, en los sucesivos primeros años, como afirma Herralde, no se presentan manuscritos de auténtica calidad. En carta del 26 de abril de 1978 a Magnus: “No estoy seguro de la continuidad del premio, ya que hasta ahora los resultados han sido más bien mediocres”. Al año siguiente: “No te envié nada del Premio Anagrama porque el nivel era muy bajo: fue declarado desierto”.
Un segundo hilo conector es la comunicación en varios idiomas. Enzensberger escribía un castellano italianizado con expresiones, vertidas en distintas cartas, tales como autunno por otoño; fuera del comune; no sembra el momento justo de celebrar premios; o una despedida con “un grande abrazo”. Suponemos que Enzensberger reconoce sus deficiencias en castellano y escribe unos años en un inglés impecable para luego regresar, quién sabe por qué, a esa suerte de itañol de sus primeras cartas. Las cartas de Herralde, por su parte, son muy cuidadas, con palabras que expresan afecto. Agrega expresiones que suman melodía en otros idiomas y que calzan adecuadamente en el intercambio de correspondencia entre políglotas: Tres touché… up to you, obviously… all suggestions welcome… petite histoire (de Anagrama)… tan vivaz y witty como siempre…. God save the Magnus!
Hablando de idiomas y de hilos conectores, uno de los temas que se reitera es la dificultad en las traducciones. El caso más significativo fue la del magistral poema épico El hundimiento del Titanic, del que se lanzaban por la borda los traductores, ante su enorme dificultad. El cubano Heberto Padilla, al que Enzensberger rechaza al principio “por su escasa maestría del alemán”, termina siendo el autor de la traducción. Padilla se convierte en un personaje del intercambio epistolar con intrigas incluidas que bordean el suspense. Magnus llama el proceso de traducción que toma varios años como “una pesadilla poética”. Evitar el hundimiento del Titanic fue una de las grandes alegrías como editor de Herralde.
Así como son importantes las traducciones, también lo son los títulos. Los intercambios de opinión tratando de dilucidar cuál sería el mejor no escasean: “Sería interesante pensar en un título más informativo”. Para una de sus obras Enzensberger propone cuatro alternativas en español. Herralde le responde tres meses más tarde con una diferente: “Te adelanto un ejemplar de Mediocridad y delirio, título final después de algunas dudas”.
La evolución de los acontecimientos de España también aparece como un trazado histórico, donde se ilustra cómo funcionaba la censura de libros. En su estado embrionario de 1967 Herralde concibió la editorial “de vocación primordialmente política, antifranquista y heterodoxa”. No estuvo exento de controversias. Habla de la fachada liberal del nuevo gobierno y una campaña sistemática contra Anagrama. La editorial estuvo al borde de la quiebra entre 1976 y 1979: “En España la situación es bastante deprimente: una crisis económica pavorosa y una atonía política y cultural total”. Enzensberger contesta: “Lo que he oído de la situación en España da escalofríos… Me temo que al país lo aguarda una larga resaca”. Sobre su poemario Mausoleo, publicado en esos años difíciles, le dice a Herralde: “Me desconcierta que quieras seguir publicando libros que la gente no compra”.
De la relación entre un importante editor y un escritor de calibre europeo se desprende cómo pueden llegar a una editorial autores icónicos. Más allá de las ventas, Herralde se convierte en su cónsul en España y Magnus le lleva autores a la editorial descubiertos por su ojo clínico. En carta de 1992: “Te quiero advertir que mi protegido W. G. Sebald ha publicado un libro importante (Los emigrados), muy bien acogido aquí”. En carta de 1984: “Te indico el libro polaco del cual hablamos en Barcelona: Rysard Kapuściński: El rey de los reyes. Una parábola del poder (El emperador)”.
Y, ante todo, el afecto. Herralde llega a llamarlo “neopapá”. En 1991 le dice: “Una de mis mayores satisfacciones de mi carrera de editor es haber tenido la oportunidad de publicar tus libros”. Correspondencia 1971-2005 supone la primera de una serie de recopilaciones epistolares entre Herralde y otros escritores emblemáticos de la casa. Ello crea una gran expectativa en conocer la dinámica y la relación del editor con autores consagrados de España, América Latina y Europa.
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Autor: Jorge Herralde & Hans Magnus Enzensberger. Título: Correspondencia 1971-2005. Editorial: Anagrama. Venta: Todostuslibros.
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