Celebró Zenda su noveno aniversario este martes, en la Real Fábrica de Tapices, con una primera gala de premios literarios que, amén de festejar la cultura, fue una verdadera oda al eclecticismo. Una rave de contrapuntos. Un imán titánico de contrarios, en algunos casos, verdaderos enemigos irreconciliables. Vean, vean: al evento asistieron, entre otros, los periodistas Iker Jiménez y Antonio Lucas; el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, y el líder del Frente Obrero y colaborador de la casa, Roberto Vaquero; el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y el ministro trinitario —Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes— Félix Bolaños, separados o unidos, que el lector escoja, por el demiurgo de la revista, Arturo Pérez-Reverte, un trasunto contemporáneo de Chaves Nogales —el 1 de enero de 2025, por cierto, se liberaron los derechos de autor del magnífico reportero y escritor sevillano—, el último puente libérrimo capaz de conectar a las dos Españas del garrotazo. Viva por ello.
Quise conversar con algunos asistentes. El citado Lucas, del jurado, celebraba el Zenda de Honor a Fernando Arrabal: “Es uno de los gestos más decentes que se pueden tener hoy cuando se da un premio a una trayectoria. Inexplicablemente, a diferencia de en Francia, ha sido uno de los tipos más invisibilizados por las instituciones culturales españolas”. Otro miembro del jurado, Sergio Vila-Sanjuán: “Varios de los personajes que propuse han salido —se niega a decir quiénes—. El espíritu liberal de la cultura es muy importante. Hay que intentar cosas transversales que lleguen a distintos campos sin una mirada ideológica”. Augusto Ferrer-Dalmau, Premio Especial Zenda-Edhasa, el sello editorial codirigido por María José Solano: “Es un premio muy bonito. En mi infancia y juventud, leía cuentos e historias, y esas historias, ahora, las estoy dibujando”. Andrés Trapiello: “He escrito sobre el libro de Álvarez Tardío —escrito junto a Fernando del Rey, Fuego cruzado (Galaxia Gutenberg)—, que es extraordinario. Celebramos la literatura. Es una alegría de una profesión que no suele dar muchas”. Irene Lozano, a quien entrevistamos en el Círculo de Bellas Artes: “Zenda se ha convertido en una referencia de la literatura y del periodismo independiente que ofrece una profundidad a quienes nos encantan los libros”. Javi Santamarta: “Hay gente de todas las editoriales y de todo tipo: artistas, literatos, periodistas… es algo muy novedoso”. Mi querido Jorge Fernández Díaz, flamante Premio Nadal: “Es muy hermoso estar en Madrid y estar en la fiesta de los Premios Zenda. Para mí, Zenda ha sido muy importante. He escrito semanalmente, publicando mis artículos y mis relatos”. Pronto hablaremos sobre El secreto de Marcial, “una novela sobre mi padre y sobre la incomprensión de las viejas generaciones”.
Finalmente, como Bernal en la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, quisiera reivindicar el trabajo de la infantería: los Álvaro Colomer, Daniel Arjona, Carlos H. Vázquez, Miguel Santamarina, el resto del equipo de redacción, los colaboradores zendianos y, por supuesto, el compadre Jeosm, que se hinchó a hacer fotos hasta las dos mil menos cuarto. El humorista Leo Harlem, en su monólogo final sobre cultura y viajes —“En Dubai, las pizzas las reparten con motos de competición”—, firmó la mayor verdad de la noche: “El dinero no da la felicidad, pero la sensación es prácticamente idéntica”. Eché de menos a los amigos Raúl del Pozo, Emilio Lara —y a su esposa, María José— y Juan Eslava Galán; y a todos los habituales de anteriores fiestas y eventos, que ha realizado Zenda durante sus casi nueve años de vida, pero esta vez no pudieron venir. Todavía falta para que asome la verdad desagradable: “Envejecer, morir, / es el único argumento de la obra”.
Chaves Nogales, refugium peccatorum: ¡Ora pro nobis!