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La prostitución, en La ley de la calle (II)

La prostitución, en La ley de la calle (II)

La ley de la calle, en sus comienzos llamado Crónica en negro, fue un programa mítico de RNE que durante varios años, desde finales de los 80 a mediados de los 90, los viernes por la noche, concitó una enorme expectación, con elevados niveles de audiencia que le hicieron ganar, entre otros galardones, un prestigioso premio Ondas.

Dirigido por Arturo Pérez-Reverte y presentado por éste y la periodista Maite Pascual, por primera vez se planteó en directo, en los medios informativos españoles, la calle pura y dura, la delincuencia, la vida carcelaria y marginal, la droga, el delito y sus autores y protagonistas, con descarnada crudeza, sin eufemismos ni paños calientes. Acabaron completando el equipo de redacción, además de los reporteros que recorrían la noche de las diversas ciudades de España, un policía, Manolo, un estafador, Ángel, una prostituta, Ruth, y un drogadicto, Juan, cuyas intervenciones hoy serían consideradas políticamente incorrectas y, sin duda, censuradas. Más de treinta años después, Zenda ha conseguido recuperar un buen número de esos programas, que ofrece a sus lectores en el siguiente reproductor:

La prostitución, en La ley de la calle (II)

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El programa, emitido el 6 de mayo de 1989, incluye un reportaje sobre la prostitución de travestis y transexuales. Un tema de esos que pueden herir sensibilidades. Una historia que el equipo de investigación del programa consiguió, metiéndose hasta las cejas en el fango de las calles, para comprobar la intransigencia, los insultos y engaños que sufren estas personas. Una crónica de las hermanas pobres del sexo barato y del vicio.

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Jaime
Jaime
1 mes hace

Ya conocía el programa. Enhorabuena por rescatarlo.
Saludos al equipo.

Francisco Brun
1 mes hace

Imagino que en todas las grandes ciudades, en sus zonas marginales, viven aquellos que bien podemos denominar desprotegidos o fuera del sistema; son esos que no tienen voz, son esos que sabemos que existen, pero no recordamos su existencia, son los que están del otro lado del mundo, de ese que está supuestamente equivocado. Son los que no tienen donde caerse muertos, pero igual mueren, y alguien se encarga de sus restos; son los que sus huesos terminan en el osario municipal, mezclados con otros huesos tan desconocidos como el de ellos. Son los que no tendrán jamás una sepultura decente…pero la verdad es que a todos los huesos les da lo mismo estar en un lugar que en otro.

Nos resulta fácil y apresurado señalarlos como malvivientes; pero en mi opinión son hombres y mujeres, que no han podido y difícilmente podrán sin ayuda, incorporarse a la sociedad, encontrar un trabajo decente, conseguir un techo, un estudio o profesión, sostener y crear una familia. No lo conseguirán porque han crecido con la cruz de la ignorancia.
Nosotros, los que pensamos que estamos dentro del sistema, los que tenemos la fortuna de haber nacido en una familia contenedora, que hemos podido estudiar, formar una familia, poseer un techo. Somos tendientes a pensar, que el mundo marginal, es un antro, en donde sus integrantes son seres irrescatables, que viven de esa forma porque no les interesa progresar o trabajar.
En realidad la mayoría de ellos, si tuvieran la posibilidad de una vida digna, la aceptarían de inmediato con gusto.
No hacemos gran cosa por ellos, ni siquiera pensar que existen, así somos los que podríamos hacer algo. Lo que ocurre es, que para hacer algo por ellos hay que embarrarse y a nadie le gusta chapotear en el barro.
Hay iniciativas que son buenas, una de ellas es mostrar este mundo desconocido por muchos, al menos por un instante se saca a la superficie algo que nos guste o no, forma parte de cualquier sociedad, porque una sociedad está compuesta por todos sus integrantes, no podemos ocultar bajo la alfombra la mugre, de la que de algún modo, todos somos responsables. No querer ver es parte del problema, complicarse con el problema es parte de la solución.

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