Rara vez una autora suscita tanta unanimidad como la argentina Samanta Schweblin, una de las escritoras en español con mejor acogida internacional. Su nuevo libro de relatos, El buen mal (Seix Barral), conecta con la tradición argentina del “cuento de lo extraño”. “Siempre me sentí un bicho raro y traté de entender qué les pasaba a otros obsesionados con pertenecer a la mayor de las ficciones que tenemos, que es la idea de la normalidad”, ha dicho este lunes en rueda de prensa en Madrid. Schweblin (Buenos Aires, 1978) reconoce que “necesitamos” la normalidad porque “estandarizar y automatizar todo nos hace la vida más fácil”, pero cree que a nivel literario “no es interesante” y que “lo que de verdad sucede y toca al lector es un personaje único, auténtico, vulnerable y extraño”.
Cuando le preguntan por sus referentes, no puede evitar mencionar a Quiroga, Borges, Bioy Casares o Antonio Di Benedetto, pero asegura que en los últimos años ha incorporado a muchas autoras que tardó más tiempo en descubrir, como Sara Gallardo, Silvina Ocampo u otras latinoamericanas como la chilena María Luisa Bombal o la mexicana Elena Garro.
Con todo, dice no estar de acuerdo con la afirmación de que lo mejor que se está escribiendo ahora es de mujeres. “Las mujeres representaban una minoría, y cuando una minoría irrumpe trae puntos de vista e historias nuevas que se leen con frescura, ganas y necesidad, y eso hace que el foco se ponga ahí, pero no porque escriban mejor”.
Schweblin debutó en 2002 con su primer libro de cuentos, El núcleo del disturbio. Con Siete casas vacías (2022) ganó el National Book Award para una obra traducida en Estados Unidos y ha sido dos veces semifinalista y una finalista al prestigioso Booker Internacional. Traducida a 40 idiomas, sus cuentos se han publicado en The New Yorker, Granta o The Paris Review; el New York Times la comparó con David Lynch y su primera novela, Distancia de rescate (2014), fue llevada al cine por Claudia Llosa para Netflix. Su editora en Seix Barral, Elena Ramírez, ha asegurado que pocas veces una autora suscita tanta unanimidad y ha recordado que entre sus lectores figuran otros escritores de prestigio como George Saunders, Lorrie Moore, Siri Hustvedt, Amy Hempel, Enrique Vila-Matas, Leila Guerriero o la reciente premio Nobel Hang Kang.
El buen mal tiene como hilo conductor una indagación sobre “las fuerzas invisibles” que nos empujan en el día a día y cómo en esa cotidianidad irrumpe lo extraño, a menudo lo trágico, para cambiarlo todo. “Estamos comandados por fuerzas invisibles que a veces olvidamos, miedos, traiciones, mandatos familiares… Creemos que nuestras verdades son el mundo, no entendemos que una cosa es el mundo y otra nuestras verdades”, ha reflexionado la autora, que vive en Berlín desde hace doce años.
Sobre la irrupción de Milei en el gobierno de Argentina recuerda que el propio mandatario ha hablado en términos de “batalla cultural” y asegura que “ir contra la cultura en un país donde la cultura ha sido siempre lugar de resguardo y de brutal resistencia no es nada inteligente Hemos pasado antes por ahí y nos volvemos a poner de pie”.
Sobre su proceso de escritura dice que las imágenes están muy presentes y la ponen en marcha pero hay algo previo mucho más importante. “Estandarizamos los sentimientos, pero lo que sentimos es terriblemente específico”, ha señalado la autora, que sospecha que la razón por la que escribe es descifrar “una serie de comandos” para instalar ese sentimiento tan específico en alguien más. A veces, como en el relato “La mujer de Atlántida”, puede tardar más de un año en conseguirlo. El libro entero lo ha escrito en tres años. “El lenguaje es incómodo, nos hace lo que somos y a la vez siento que nos falla todo el tiempo, decir lo que estas pensando es casi imposible”.
Schweblin llega con este libro al catálogo de Seix Barral, que inicia también la recuperación de su fondo con la publicación de Distancia de rescate, y en abril llegarán Pájaros en la boca y Kentukis.
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Cuando se habla de batalla cultural en gral es cambiar la idea x laxq fuimos programados durante años exigiendo sin tapujos q el “papá” estado, me de todo me regale todo a tal punto q hoy tenemos estadísticanente hablando, 3 generaciones de individuos q viven de un plan o de varios subsidios en un país q en las últimas décadas acrecentó la pobreza y x ende las villas. Me parece q el desafío está en encontrar el equilibrio y pararnos en un lugar más sano en relación a la cultura del trabajo y no q unos pocos mantengan a quienes tienen manos y fuerza para trabajar. Esa es la batalla cultural a mi entender para que un país se enriquezca y la distribución de la torta , si es q la hay, sea más equitativa. Si seguimos nivelando para abajo nunca saldremos adelante y nuestros jóvenes se seguirán yendo. Fuga de cerebros.
Barras bravas, la a gente amurallada en sus casas y ladrones afuera matando violando y robando, droga etc
Esa es la batalla cultural! O se refiere a otra cosa? También hay muchos que piensan como yo, xq nosotros, los q pensamos así somos parte de esta cultura y queremos un cambio.