La modernidad de Irene Polo (Barcelona, 1909 – Buenos Aires, 1942) es tal que su trayectoria profesional y vital son una demostración de lo que hoy llamaríamos precariedad, en realidad una lacra histórica del periodismo. Así queda de manifiesto en Una intrusa en la prensa, libro publicado por Renacimiento, en el que se recogen 77 de sus artículos, de entre 1927 y 1931, precedidos por una muy reveladora introducción del profesor e investigador de la historia del periodismo Francesc Salgado.
Siendo aún veinteañera, llegó a ser la redactora jefa de Última Hora, entonces uno de los diarios más innovadores de Barcelona. No sólo tuvo a su cargo a diez redactores, sino que además creó escuela. En la introducción de Salgado se recogen reveladores testimonios de periodistas que trabajaron a sus órdenes. “Antes de ella, las mujeres periodistas mariposeaban por las redacciones”, llegó a decir uno de sus discípulos.
Víctor Alba, seudónimo de Pere Pagès (1916-2003), recordaría que había aprendido de Irene Polo “a quitar ideología a sus reportajes” y que siempre le decía que “resistiera la tentación de mostrar sus ideas”. Toda una lección en un tiempo de gran convulsión, que desembocará en la Guerra Civil, y que es absolutamente válida para el periodismo de hoy.
En cuanto a su condición homosexual, recupera también Francesc Salgado una cita de las memorias de Víctor Alba, en la que el periodista reconoce que, desde que la conoció, le quedó “siempre cierta ternura por las lesbianas”. Menos fina es la anécdota que recuerda Domènec de Bellmunt a propósito de las bromas que le gastaban sus compañeros en las tertulias. “Xavier Regàs se divertía diciéndole a Irene Polo que había llegado a Barcelona alguna bailarina célebre, con una geometría que hacía perder la cabeza a cualquiera. Pues nuestra compañera se interesaba más por las bailarinas bien construidas que por nosotros mismos”.
Muchos fueron los obstáculos que tuvo que superar Irene Polo hasta llegar a ser “la periodista más importante” de la ciudad, como llegó a ser considerada. Procedía de una familia muy humilde, de la que se ha de hacer cargo como hermana mayor tras la prematura muerte de su padre, un sargento al parecer violento y maltratador. Eso le obliga a renunciar a los estudios y a formarse de forma autodidacta. Leyendo sus artículos, sus pertinentes citas, sus frecuentes referencias cultas, nadie diría que todo lo había aprendido por su cuenta.
Su relación con la profesión comienza con el trabajo para la compañía cinematográfica francesa Gaumont. Se encargaba de escribir textos sobre películas y actores, a los que la empresa le interesaba promocionar. Luego los colocaba como textos periodísticos en los periódicos, que, a cambio, recibían una buena compensación en forma de publicidad. Polo era lo que en la época se denominaba “una bombista”, es decir, alguien que da bombo. Es más, ella misma demuestra que es consciente de la naturaleza de su trabajo —pese a que sus textos resultaban más que dignos— en un divertidísimo artículo lleno de sarcasmo, titulado “El bombista cinematográfico”.
De esta manera definía la curiosa figura que sobreviviría hasta tiempos muy recientes. “El bombista es un personaje interesantísimo, muchísimo más que Greta Garbo, que Ramón Novarro, que Charlot y que Adolphe Menjou; porque el bombista es el que crea todas las cosas interesantes de estas “estrellas”; si no fuera el bombista nadie sabría que Antonio Moreno ha sido asesinado; que Ramón Novarro desciende de indios y piensa meterse a monje; que Greta Garbo es neurasténica; que Charlot se ha divorciado y que lee cuentos de la vora del foc (para leer al pie del fuego); que Adolphe Menjou tiene un ropero fantástico, etc. etc.”
Tras pasar por múltiples cabeceras, siendo lo que hoy llamaríamos una colaboradora a tanto la pieza, Polo consigue cierta estabilidad en Las Noticias. Aquí empezará a destacar como innovadora reportera a pie de calle, dando un nuevo brillo al anquilosado periodismo local. No se ocupa ni de los plenos municipales, ni de los despachos, ni de las ceremonias inaugurales, se lanza a la calle. A ella le interesan las personas que cada día van y vienen del trabajo, las nuevas costumbres urbanas, la situación de los más desfavorecidos,…
Imprime a sus crónicas el estilo ágil y sencillo que la caracterizaría. Ella misma es parte de su historia, se involucra, usa con frecuencia el yo, que da un valor testimonial a sus textos. Escribe como si estuviera hablando con sus personajes anónimos. De hecho, a ellos, sus lectores, se dirigía en sus artículos. Con ellos hablaba en el lenguaje cotidiano, sin formalismos, con frecuentes interjecciones y dichos populares. Como se hablan en la calle.
La celebración de fiestas populares, la creciente presencia de turistas extranjeros, los nuevos usos en el vestido de la mujer (reivindica la falda pantalón), la paradójica circunstancia de que una catalana represente la belleza española en el concurso de miss Mundo, o cómo el arte abstracto ha dejado en paro a las modelos son ejemplos de los asuntos que tocaba en sus reportajes.
Polo incluía muchos diálogos en sus textos, lo que les daba una enorme vivacidad. Dejaba hablar a los protagonistas, al igual que en las entrevistas con personajes famosos. El volumen Una intrusa en la prensa ofrece una serie de entrevistas con personajes populares (Paulino Uzcudun, Pau Casals, Marcial Lalanda o José María de Sagarra) sobre la polémica surgida a propósito de la irrupción del cine sonoro. Las respuestas son sabrosas y una muestra de lo encendida que fue la transición.
Algunos de sus reportajes ya anuncian el cambio que va a suponer la llegada de la República: cómo se vendieron en Barcelona en sólo ocho días dos millones de metros de la nueva bandera, cómo es una jornada de un parado, cómo será el nuevo sello oficial de la Generalitat… Pero el texto más significativo será su gran exclusiva: la periodista se hizo pasar por turista en el hotel de montaña donde se reunían, en secreto, los diputados ponentes del borrador del primer estatuto catalán.
Acabada la lectura de Una intrusa en la prensa, queda el consuelo de que aún falta un volumen más con sus artículos más políticos, de los momentos más trascendentales de la nueva República: su producción hasta enero de 1936, cuando, en la cumbre de su carrera, la periodista decide dejarlo todo para seguir a la actriz Margarita Xirgu en su gira iberoamericana. Polo hará todo tipo de trabajos en la compañía de la gran estrella. Era un viaje provisional, pero acabó siendo definitivo tras el estallido de la Guerra Civil. Una vez disuelta la compañía, y ante la imposibilidad de volver a España, las dos mujeres separan sus caminos.
Polo se instala en Buenos Aires en 1937, donde sobrevive a base de traducciones y, sobre todo, con su trabajo como publicista de la empresa Perfumerías Dana. Con muchas dificultades, consigue su gran objetivo: reagrupar a la familia, su madre y sus dos hermanas.
Hay quien dice que cayó en una profunda depresión. Que la derrota de la República en España y la expansión del nazismo en Europa contribuyeron de forma decisiva a su amargura. Cuentan que, apenas un mes antes de quitarse la vida en abril de 1942, dejó escrito: «Ya has visto que el pobre Zweig se ha matado con su mujer, también cansado de América, seguramente». Ese inquietante “también” delata su afinidad.
Muy lejos quedaba la breve pero brillante trayectoria de una de las mejores periodistas de la Barcelona republicana, junto a María Luz Morales. La dictadura se encargaría de alejarla aún más y no sería hasta este siglo XXI cuando se recupere su figura.
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Autor: Irene Polo. Título: Una intrusa en la prensa. Editorial: Renacimiento. Venta: Todostuslibros.
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