Hablar de cómo se creó Teníamos 15 años supone hablar de un proceso a cuatro manos: las de Nicolás Castell, autor de las ilustraciones de la novela gráfica que incluye esta novela, y las mías, el creador de esta historia autoficcional y, por eso mismo, tan personal en su forma y en su argumento.
Mi idea era que ese tiempo de cintas TDK, canciones de Duncan Dhu y cabinas telefónicas, ese ayer de quienes fuimos la llamada Generación X, conviviera con el ahora, con este presente en el que se han reabierto viejos odios, interrogándonos sobre cómo la adolescencia se mantiene viva en nuestra edad adulta y hasta qué punto esos 15 años condicionan quiénes somos luego.
Y estaba convencido de que ese contraste entre dos momentos distintos y, a la vez, convergentes se enriquecería a nivel estético si se contaba a través de dos géneros, en un juego metaficcional donde el protagonista adulto (Manu, un profesor que no acaba de estar contento con su vida) publica un cómic sobre su adolescencia. De este modo, leemos dos libros simultáneamente: el que nos cuenta al Manu actual y el que Manu dibujó sobre el Manu que fue. Los personajes que lo rodean también han leído ese cómic en el que vuelve a la periferia donde creció, el Alcorcón de los 90, e incluso al instituto en el que cursó el BUP y donde hoy imparte clases en la ESO. Ese juego metaliterario plantea un tema recurrente en mi literatura: cómo manipulamos nuestros recuerdos, convirtiéndonos en guionistas tramposos de nuestra memoria. También Manu idealiza y transforma la suya en cada viñeta, tratando de preservar los recuerdos que lo sostienen y de anular los que lo desequilibran.
Por todo ello, resultaba imposible escribir Teníamos 15 años sin un ilustrador con una sensibilidad exquisita, capaz de alumbrar una poética que uniera nuestros lenguajes. Y, gracias al apoyo entusiasta de mis editores de Loqueleo (Yolanda Caja y Eusebio Lara), dimos con la persona idónea: Nicolás Castell.
Yo tenía ya en casa algún libro suyo, así que cuando Yolanda propuso su nombre, me entusiasmó la idea. Solo nos quedaba saber si Nicolás tendría interés y tiempo para acompañarnos. Por suerte, no solo obtuvimos su sí, sino que en nuestra primera reunión ambos experimentamos una complicidad y un entendimiento absolutos, clave para el proceso creativo que nos aguardaba. Un viaje de meses que he vivido como un regalo, emocionándome cada vez que me llegaban sus ilustraciones. Pero esa parte, la de cómo fue la creación gráfica, mejor que nos la cuente él:
«Construir el mundo del libro fue un proceso de conocer la experiencia de Nando: primero leyendo el guión de la historia y después en una llamada junto con Yolanda (nuestra editora). Esta llamada fue muy inspiradora porque pudimos relatarnos distintas experiencias de la adolescencia, y algunas de ellas las trata la historia, como el hecho de no ser aceptado ni popular en el instituto, de sufrir acoso escolar, de sentir que uno no encaja… Todo eso lo comentamos en una llamada que fue decisiva para entender el tono del libro. Luego viene un proceso de investigación visual sobre la época y el entorno de la historia (alrededores de Madrid en los años noventa). Para ello recurrí a Pinterest, con fotos de esos años, películas de la década, etc. Este proceso de documentación sigue ampliándose a lo largo del trabajo, dependiendo de la escena que se esté dibujando. Antes de lanzarse a hacer las páginas hice un diseño de cada protagonista, donde además probé la técnica que iba a usar, un estilo de lápiz con bitono, un estilo más abocetado que pudiera acercarse a esa calidez y cercanía de la historia. Cuando los personajes estuvieron aceptados fue cuestión de ir página a página dibujando todos los capítulos de la historia. Nando revisaba las páginas en lápiz y tras dar el visto bueno las terminaba con el bitono de azules que lleva el libro. Siempre era emocionante conocer la opinión de Nando en cada entrega, al ser una historia basada en su vida era muy importante para mí sentir que había acertado en el planteamiento. La verdad es que todo el proceso fue muy fluido, ¡estoy contento!».
Una alegría y una emoción totalmente compartidas. Teníamos 15 años exigía la complicidad de un artista con la sensibilidad de Nicolás, pues se trata de un libro muy personal, cuya escritura me exigía una introspección que acabó sacándome más de una lágrima en algunas de sus páginas. De ahí que esta novela no admita una clasificación sencilla: ¿juvenil?, ¿juvenil adulta?, ¿adulta pero apta también para jóvenes? Honestamente, no lo sé… Ni me preocupa.
Siempre he pensado que la verdadera literatura juvenil no tiene edad, y este libro, que habla tanto de quienes son jóvenes ahora como de quienes lo fuimos hace tiempo, tampoco. Teníamos 15 años es tan rebelde como como esa adolescencia que cada generación atraviesa lo mejor puede y que tantas cicatrices y lugares, a los que volver o que evitar, nos deja dentro.
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Autor: Nando López. Ilustraciones: Nicolás Castell. Título: Teníamos 15 años. Editorial: Santillana. Venta: Todostuslibros.
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