Inicio > Blogs > Ruritania > Hacer un Franky
Hacer un Franky

Hoy me he dado cuenta de algo. Algo que hasta ahora no me había parecido más que una curiosidad añadida a las que acontecen estos días tan raros. Lo cierto es que llevo un tiempo fijándome y no ha sido hasta esta mañana —cuando me he encontrado con Fidel— que he caído en la cuenta de que, quizá, sea algo mucho mayor de lo que imaginaba. Ha sido al estrechar su mano. Ya ves, algo tan sencillo como un apretón y no sentir lo de siempre ha sido el detonante de esta sensación convertida en certeza.

Lo que llevaba observando en estos meses es que había coches con una pieza de la carrocería de diferente color al resto. Una única pieza. Como cuando recibes un golpe y el chapista la cambia y pinta sin tener en cuenta el color original del vehículo. Al preguntarle a un amigo que se dedica a eso, él me ha dicho que no es lo habitual, que una vez se restaura la chapa dañada, se pinta con el número de color exacto del resto. No hay lugar a error. Entonces me lo ha contado, en petit comité. «Hay una moda ahora mismo entre los chavales —me ha dicho—. Cuando coinciden y ven que tienen el mismo coche (marca y modelo), intercambian alguna parte. Se llama hacer un Franky, por Frankenstein, supongo». Aquella revelación ha hecho que me pique la curiosidad y le pregunte todo lo que sabía al respecto, porque da, como mínimo, para una buena historia. Ha sido entonces cuando me ha dicho que él ya ha hecho más de una veintena de intercambios, que lo que era una cosa de jóvenes ahora también lo es de familiares y conocidos. No podía dar crédito. «Lo más curioso de todo —me ha dicho—, es que casi se ha convertido en algo obligatorio cuando te cruzas con un coche como el tuyo por la carretera. Eso sí, tiene que ser de distinto color; para que se vea el Franky».

"Ni siquiera fui consciente, en ese primer instante, de qué estaba pasando, qué era lo que había cambiado en Fidel que me incomodaba tanto"

Eso último ya me pareció surrealista. Me imaginé cómo debía de ser el proceso cuando te cruzas con otro vehículo en mitad de la autovía o, peor aún, en plena autopista. Doy por supuesto que no es algo ineludible, que atiende a ciertas razones lógicas. Cuando se puede, se puede, y si no… Bueno, pues eso. Lo cierto es que la moda, como muchas otras modas absurdas, parece que está teniendo un auge del todo inesperado. Y no sé si hay alguien más que esté al tanto de esto. Yo ahora lo veo por todas partes. Creo que en psicología se le llamaba a esto «ilusión de frecuencia», lo de que veas algo de forma más frecuente, casi obsesiva, después de ser consciente o haber hablado sobre ello. Eso me pasa a mí. Sin embargo, no habría sido más que una anécdota, un apunte al margen, de no haber quedado con Fidel. Si no hubiera sentido el tacto suave de su mano, la inusual delgadez de sus dedos, el tatuaje que ya no estaba, no me habría dado cuenta. Puede que lo percibiese en mi cara de desconcierto, porque rápidamente se deshizo del apretón y guardó la mano en el bolsillo. No había relacionado lo de los coches con eso. Ni siquiera fui consciente, en ese primer instante, de qué estaba pasando, qué era lo que había cambiado en Fidel que me incomodaba tanto. No es que me sintiera ofendido por aquel gesto, solamente contrariado. Más conmigo mismo que con él, pues era yo el que tenía la mosca de la incertidumbre revoloteando sobre mi cabeza y no era capaz de atrapar la idea que zumbaba de un lado a otro. En todo el tiempo que estuvimos hablando, no sacó la mano del bolsillo. Ni siquiera cuando nos despedimos. Únicamente alzó la otra y esbozó una sonrisa que, a mí, me pareció nerviosa y cargada de premura.

"Somos inconformistas por naturaleza. Este tipo de modas dan fe de ello"

No paro de darle vueltas a eso de la ilusión de frecuencia, porque ahora me ha dado por fijarme en la gente que conozco. Lo de Fidel ha sido esta mañana, pero no podía esperar a encontrarme con nadie más, así que lo que he hecho ha sido bichear en las redes sociales. Con los filtros es más complicado, pero no imposible. He empezado a ver cosas. Y no, no se trata de un elefante rosa ni ninguna otra metáfora, sino de una realidad. Lo de las manos no es más que una tontería en comparación. No sé ni cómo es siquiera posible algo así. Científicamente hablando, digo. Escapa a mi comprensión. ¿De quién era la mano que me ofreció Fidel? No era la suya, eso lo tengo claro. Y tampoco me era familiar. ¿Reconoceré la mano de mi amigo si la estrecho en el futuro? Me refiero a la de verdad, a la que tenía antes de hacerse un Franky con quienquiera que se lo hubiera hecho. ¿Funciona igual que con los coches? Este mundo está loco. Me da por pensar que está lleno de personas descontentas consigo mismas, con lo que tienen. Ansiosas de lo ajeno, codiciosas de lo que tiene el vecino, menosprecian sus propias virtudes y, en ocasiones, de forma errónea, las toman como defectos. Vamos, que no estamos contentos con nada. Somos inconformistas por naturaleza. Este tipo de modas dan fe de ello. ¿Qué será lo próximo? ¿Hasta dónde llegará este desvarío? No lo sé y, sin embargo, tengo la absoluta certeza de que lo acabaré viendo. Yo, al menos, espero hacerlo con mis propios ojos.

4.9/5 (15 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
reCaptcha Error: grecaptcha is not defined
  • Arte y ciencia de la guerra

    /
    abril 19, 2025
    /

    No era solo una cuestión de fracaso patriótico (hiriente aunque asumible, al fin y al cabo, en un tiempo de constante efervescencia combativa), sino de las características intrínsecas del mismo: el noble ejército prusiano, orgullo de una aristocracia que veía en la guerra la más alta de las misiones humanas, se veía derrotado por un ejército, como el de Napoleón, compuesto de revolucionarios y gente del pueblo, ¡casi unos desarrapados, como quien dice! Ahora bien, desde un punto de vista más global, lo más adecuado es situar a Clausewitz no tanto en relación con una batalla concreta sino en el…

    Leer más

  • La locura de Robert Juan-Cantavella

    /
    abril 19, 2025
    /

    Foto: Isidre Estévez. De alguna manera, Juan-Cantavella convierte esta novela epistolar en una larga reflexión sobre la tradición literaria y sobre el modo en que los escritores se roban los “trucos”, dando a veces la sensación de que se están copiando unos a otros, cuando en verdad están haciendo que la literatura evolucione. Robert Juan-Cantavella mantuvo una conversación con Anna Maria Iglesia en el marco de los “Diálogos online” que la ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Cataluña / Associació Col·legial d’Escriptors de Catalunya) realiza con el apoyo de CEDRO.

  • Los 7 mejores melodramas para ver en Filmin

    /
    abril 19, 2025
    /

    1. Imitación a la vida (Imitation of Life, Douglas Sirk, 1959) 2. Madame de… (Max Ophüls, 1953) 3. Ondina. Un amor para siempre (Undine, Christian Petzold, 2020) 4. Carol (Todd Haynes, 2015) 5. Los puentes de Madison (The Bridges of Madison County, Clint Eastwood, 1995) 6. Two Lovers (James Gray, 2008) 7. Jennie (Portrait of Jennie, William Dieterle, 1948)

  • 4 poemas de Sofía Gómez Pisa

    /
    abril 19, 2025
    /

    Foto: Julieta Bugacoff. *** 1. en el futuro los drones lo habrán copado todo fácil para ellos pues siguieron desde hace años todos nuestros movimientos inclusive los bancarios drones y repartidores de pedidos ya llenan ahora las calles de luces y velocidad los humanos refugiados en sus casas miran al sol solo al atardecer momento en que la ardentía del clima que cubre la tierra, baja y entonces salen de sus oficinas con delicados movimientos de yoga *** 2. la proximidad al objetivo estaba dada cualquier civil podía ser el próximo los humanos parecían desde acá meras piezas de un…

    Leer más