Madrid, 21 de Abril de 2017
La responsable de marketing meneó la cabeza, miró a la pantalla con las cifras y de nuevo a los dos locos que tenía al otro lado de la mesa.
—¿Esto es en serio?
—Es algo que no se ha hecho nunca. Va a funcionar seguro. La base de seguidores es sólida. Calculamos unos 3.000 suscriptores en dos meses y mucho eco en redes sociales. –dijo el más joven.
—No es cuestión de seguidores. Es cuestión de sentido común, muchachos. A ver si lo estoy entendiendo bien: Vosotros queréis poner películas clásicas en la Gran Vía de Madrid.
El joven asintió.
—Una de ellas de Kurosawa. La que hizo en Rusia y que no ha visto ni Dios.
Nuevo asentimiento.
—Queréis que paguemos los derechos de una proyección para 200 personas, un jueves a las siete de la tarde, y que alquilemos una sala para que hagáis una tertulia con un famoso, mientras invitamos a todo el mundo a una copa?
—Y todo… “bastante gratis”.
—Sí, ese es nuestro lema —Contestó el otro, el más mayor—. Salgo a fumar mientras os lo pensáis.
—Ya…
La responsable de marketing volvió a bajar la mirada al papel. Se frotó los ojos. Sabía que a aquellos dos chiflados les habían despachado con buenas palabras de otras tres grandes empresas. Y no le extrañaba. Aquel proyecto era una locura o una genialidad. Y cuesta mucho reconocer la diferencia.
Pero así es como se consiguen cambiar las cosas. Así es como se define la palabra valentía y así es como se demuestra que a veces existe justicia divina.
15 de junio de 2017 se proyectó en la sala del Palacio de la Prensa Dersu Uzala – El cazador. Una película japonesa con más de cuarenta años de antigüedad logró ser TT en Twiter España. La empresa Coca-Cola había dado un golpe encima de la mesa en su apuesta por la cultura en este país y la responsable de marketing respiraba aliviada mientras, a la vez que el resto de espectadores, se tomaba una copa a la salud de Juan Gómez-Jurado y Arturo González-Campos. Se asentaba en la oferta cultural de la capital Cinemascopazo, un programa en directo que se emite en Youtube una semana más tarde y que tiene como eje central el cine, sus conexiones con la literatura y su dimensión cultural como modus vivendi.
Madrid, 15 de Junio de 2017. Palacio de la Prensa
La actividad era frenética. Jose Drake, Jefe de Producción de Cinemascopazo, iba de un lado para otro dando instrucciones al equipo.
—Hay un problema con las luces, Juan.
—¿No se supone que eso no debemos de saberlo?
—Sí, pero es posible que os necesitemos para hacer pruebas con la iluminación, así que no os preocupéis pero estad preparados por si os necesitan por favor.
—De acuerdo. ¿Has visto el cargador del iPad?… ¡Arturo! ¿Dónde está Arturo?
—En el escenario. Cantando una de Elvis. Descalzo.
—¿Os importa hablar en silencio? Tengo que concentrarme. ¿Has visto el cargador del iPad? ¡Arturo!
Yo tomaba notas mentales en mitad del caos. Nunca había visto una escena de esas. Cómo se preparaba un set de rodaje era un misterio para mí y tengo la sensación de que sigue siéndolo porque creo que lo que vi no era real. No funcionaban las luces. Un problema eléctrico que podía hacer imposible el evento. Ni un solo grito aparte de Arturo cantando, ahora por Rosendo. Juan, en una esquina, leía una biografía de Napoleón en inglés de casi mil páginas en intervalos de quince segundos entre grito y grito. Le pregunté si no debería estar pensando en Kurosawa.
—Esto me ayuda a concentrarme —dice, con una sonrisa.
A su alrededor, el barullo va aumentando. Doce personas trabajando sincronizadas a contrarreloj como un equipo de fórmula uno. Como una sinfónica. Y Jose, su director, con un talento inusitado para coordinar lo incoordinable. Técnicos de imagen y sonido que debían hacer que las dos personas más anárquicas que conozco se subieran a un escenario a hacer su magia. La magia más difícil de todas. Enganchar al público con contenido cultural. Contenido cultural profundo. Contenido cultural profundo en directo. Contenido cultural profundo en directo en clave de humor. Esa fórmula no puede existir, pensará la mayoría. Pues sí que existe, y se llama Cinemascopazo.
El set era un delirio. Los técnicos trabajaban a toda velocidad para terminar los ajustes mientras Arturo y Juan hacían de las suyas. Grababan vídeos, se hacían fotos, hacían promos y se ocupaban de redes sociales. No paraban. Arturo cantaba, Juan levantaba de vez en cuando la vista del libro para contarte alguna cosa de lo que leía que solo tenía sentido en su cabeza. Es que estos dos son así, tal cual los veis. Dos locos, dos genios, dos amigos que se toman algo después del cine. En definitiva, dos personas que han hecho una apuesta por la divulgación de la cultura.
—Arturo, ¿qué diferencia hay entre esto y un programa de televisión?
—Pues no lo sé… Yo diría que ninguna, ¿no?
—Por mucho que hablemos de YouTube o de charla en directo, tiene toda la pinta de que esto está preparado para cualquier plataforma de contenido audiovisual. Es decir, esto es un programa de televisión.
—Pues visto así, sí. El despliegue de medios es de esa magnitud. No había caído. Gracias por ponerme más nervioso de lo habitual a media hora de salir a rodar, bonico.
Nadie en ese set era consciente de lo que estaba haciendo. Ninguno de ellos era consciente de la dimensión que tiene lo que manejan cada jueves. En este país a día de hoy hay un vacío enorme en los medios de comunicación en lo referente a la cultura. Hacen falta webs como Zenda o programas como Cinemascopazo o Todopoderosos que nos saquen del letargo mental en que nos han sumergido las corrientes de consumo mediático de las últimas décadas. Ellos saben que vivimos en una época marcada por iconos. Vivimos en una época audiovisual. Por eso a cada programa acuden personajes conocidos, amigos de éste o de aquel, para reforzar la idea de que la cultura entretiene y enseña y que los medios de comunicación no son un sumidero de estulticia y estupidez. Hay personajes famosos que leen mucho, que ven mucho cine, que escriben y que escuchan música. El futuro no está en MYHYV. Hacen falta más programas como Cinemascopazo y más webs como Zenda. Más patrocinadores como Coca Cola o como Iberdrola que entienden que la cultura es buena, necesaria y rentable.
Uno de los grandes méritos de estos dos genios es que se han pasado todas y cada una de las convenciones establecidas para la divulgación cultural por el arco del triunfo. Se pasan la vida enseñando el dedo a unos cuantos periodistas culturales “de los de verdad”. “De los de toda la vida”. Que ¿cómo lo hacen? Pues de la manera en la que más les duele. Divulgando su saber de manera gratuita. Cinemascopazo es gratis para el espectador, de ahí la grandeza de sus protagonistas y de sus patrocinadores. Una labor educativa, una oferta cultural en el centro de Madrid y una reivindicación en los medios de comunicación.
Hablamos de relevo generacional. Diría más, hablamos de relevo generacional inteligente. Diría aún más, hablamos de relevo generacional inteligente y accesible. Ya no por la gratuidad del producto, sino por el lenguaje utilizado. El lenguaje de la gente, el de la calle, el del consumidor. El lenguaje del que ve una peli de Tarantino, del que lee un comic de Batman o un libro de Tolkien. Creo que este es el motivo del crecimiento de comunicadores como Juan Gómez-Jurado o Arturo González-Campos. Se suben en lo alto de una escalera y se mean sobre el elitismo que ha recubierto siempre todo lo que tiene que ver con la cultura.
“Elevar lo cotidiano y hacer accesible la alta cultura”, me dijo Arturo una vez. Y es exactamente eso. Quitarnos el prejuicio de encima.
Lo cultural es aburrido.
Leer es aburrido.
Las pelis son solo para pasar el rato.
Todo mentira. Eso es lo que convenía a parte de la antigua crítica que no quería perder el status quo, pero los tiempos han cambiado. El relevo generacional está aquí. Y ha llegado para quedarse.
Nosotros tenemos nuestra parte de responsabilidad. Hay que apoyar estas iniciativas. Hay que suscribirse a sus canales, estar atento a los eventos que organizan y no perder la oportunidad de seguir aprendiendo porque oportunidades como éstas se presentan pocas.
Los tiempos que corren no son como los de antes. No soy un nostálgico ni un ludita, pero es innegable que el mundo vira en una dirección muy peligrosa. Los medios de comunicación generan públicos amaestrados y anestesiados mentalmente para que sus anunciantes sigan llenando sus bolsillos. Por eso hay que seguir estas iniciativas culturales que se salen del afán estupidificador imperante en la sociedad actual. Necesitamos contenidos y comunicadores que nos animen a pensar, a desarrollar la mirada crítica y a comprender cómo y por qué hemos llegado a donde estamos. Por eso, yo siempre voy a darle un “follow” a todo lo que hagan estos dos locos ya que lo único que tenemos en esta vida es tiempo y, minuto que me hagan pensar, minuto que no habré dejado que nadie me robe.
La proyección termina y el público va entrando en la sala. Los cables del escenario se han arreglado, literalmente, con un par de clips y medio metro de cinta aislante. La charla comienza y el público va riéndose y aprendiendo a medida que escuchan hablar, durante más de una hora, sobre un cazador de la taiga rusa cuyo tiempo ha pasado. Luego, en sus casas, decenas de miles de personas repetirán la experiencia a través de las pantallas de sus tablets y de sus teléfonos móviles.
Y se preguntarán por qué esto no lo ve o lo escucha aún más gente.
Juan, Arturo, no dejéis de soñar. Como decía Galeano, “Si ellos no nos dejan soñar, nosotros no les dejaremos dormir”.
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