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Cinco poemas y cuatro fragmentos (arqui) tectónicos

Hay un cuadro de Juan Antonio Mañas —mármol y añil, tal vez cobalto, sobre madera añeja— que resulta de lo más inquietante. Lo protagoniza un niño no ya viejo, eterno, que, sentado en el suelo, juega a ser arquitecto.  Pero no lo hace con bloques de sustancia y geometría más o menos  variables, sino con remedos de edificios de su propio tamaño a los que aparentemente maneja, aunque sabe —su mirada calla y lo dice todo— que en el fondo están devorándolo.

¿Así la arquitectura? No. ¿Así la poesía? Tampoco. ¿Ut architectura poiesis? Faltaría menos.

Más bien, así —hay que decirlo, pese a quien pese— la relación imposible, intratable, meramente metafórica, cuando no simple cháchara, entre la muy alta técnica de hacer del sentido volumen y el arte artero de convertir sonido —sí, no incisión, sólo sonido— en sinsentido.

Vayamos por orden, aunque no sepamos cuál, y, al final, también por partes.

POEMA PRIMERO, en el que Pedro Salinas se vale de un tropo pirotécnico-arquitectónico (misil de crucero Potemkin donde los haya) para aleccionarnos (una vez más, pero de qué manera) sobre la fugacidad de la vida y la consecuente necesidad de dedicarla a prepararse para ¿lo mejor?

DEJA YA DE MIRAR LA ARQUITECTURA

Deja ya de mirar la arquitectura

que va trazando el fuego de artificio

en los cielos de agosto. Lleva el vicio

en sí de toda humana criatura:

 

vicio de no durar. Que sólo dura

por un instante el fúlgido edificio

para dejarnos ver el beneficio

sagrado de una luz en noche oscura.

 

Ven… hay que ir a buscar lo más durable.

Esta noche de estío por ti enciende

sus innúmeras luces en lo alto;

 

cállate bien y deja que ella hable.

Y del vano cohete sólo aprende

a ir preparando tu divino salto.                                                                          

SEGUNDO, donde muy astuta y donosamente —necesidad obliga, lo demás aporta el resto— Jaime Gil de Biedma recurre no a un edificio, sino a un simple elemento constructivo, para poner en solfa y en tela de juicio la estabilidad y los miedos del régimen político que le tocó vivir la mayor parte de su vida adulta. Poema aplicable, por lo demás, a otros tipos de régimen y a quienes, aunque sólo sea desde dentro, osan criticarlos. 

EL ARQUITRABE

                                        Andamios para las ideas

Uno vive entre gentes pomposas. Hay quien habla

del arquitrabe y sus problemas

lo mismo que si fuera primo suyo

-muy cercano, además.

 

Pues bien, parece ser que el arquitrabe

está en peligro grave. Nadie sabe

muy bien por qué es así, pero lo dicen.

Hay quien viene diciéndolo desde hace veinte años.

 

Hay quien habla, también, del enemigo:

inaprensibles seres

están en todas partes, se insinúan

igual que el polvo en las habitaciones.

 

Y hay quien levanta andamios

para que no se caiga: gente atenta.

(Curioso que en inglés scaffold

signifique a la vez andamio y cadalso.)

Uno sale a la calle

y besa a una muchacha o compra un libro,

se pasea, feliz. Y lo fulminan:

¿Pero cómo se atreve?

¡El arquitrabe!

TERCERO. Una auténtica cumbre. Pura cifra. Borges at his best. Se exige lectura en voz alta y con la cabeza despejada y descubierta. 

LAS DOS CATEDRALES

En esa  biblioteca de Almagro Sur

compartimos la rutina y el tedio

y la morosa clasificación de los libros

según el orden decimal de Bruselas

y me confiaste tu curiosa esperanza

de escribir un poema que observara

verso por verso, estrofa por estrofa,

las divisiones y las proporciones

de la remota catedral de Chartres

(que tus ojos de carne no vieron nunca)

y que fuera el coro, y las naves,

y el ábside, el altar y las torres.

Ahora, Schiavo, estás muerto.

Desde el cielo platónico habrás mirado

con sonriente piedad

la clara catedral de erguida piedra

y tu secreta catedral tipográfica

y sabrás que las dos,

la que erigieron las generaciones de Francia

y la que urdió tu sombra,

son copias temporales y mortales

de un arquetipo inconcebible.

CUARTO. Una muestra, como no podía ser de otro modo, del Taller de arquitectura de José Agustín Goytisolo. Taller real, en el que, sin ser arquitecto, trabajó el poeta, llevado de su “tendencia morbosa a imaginar habitaciones hondas, castillos laberínticos, calles como en continua fiesta, y a soñar en ciudades cambiantes en las que la gente se comportara de un modo insólito, es decir, más libre y creativo, menos estúpido”. Taller en el que  “Si el sueño fracasó fue porque todo/estaba preparado para que así ocurriera”. Taller libro donde Dios, harto de los hombres, piensa en suicidarse y “dejar a esos cabrones solos/para que arreglen su ridícula bola como les dé la gana.” 

    aun antes    Como prolongación del atavío

del principio    los hombres modifican y transforman su entorno

de la historia   para reafirmarse en un disfraz

ya que se sienten solos y feos y desnudos.

 

El acto de inventar menhires y pirámides

iglesias sinagogas y mezquitas

es creación arbitraria

de reverencia a fuerzas y designios oscuros

pero también señal de desafío y vida.

 

Contra naturaleza

el monumento tiene significado propio

lo mismo que el chaqué o el manto regio.

QUINTO, o cumplido homenaje que, con referencias cruzadas a la tradición constructiva de la Edad Media y al poema de Borges arriba transcrito,  Alfonso Lucini rinde a un gran arquitecto que leyó al maestro argentino en amarillo antes de saber quíén era y que, a partir de cierto momento, alardeaba de ignorar si su tiempo había pasado o no había llegado todavía. 

UN MASÓN EN CHARTRES

No es mi nostalgia memoria de la piedra

ni habito en mi saber como orfebre o cantero.

Soy un sueño de Dios, que dormido construye

rascacielos de magma, prisiones a Su orgullo.                                                                                  

Y, para concluir, los fragmentos. Todos ellos de Joan Margarit, poeta y a la vez arquitecto. Todos, menos uno, de poemas que hablan directamente de la práctica arquitectónica. Todos  fragmentos de obra, de vida, de desesperanza… 

CÁLCULO DE ESTRUCTURAS

Ya no viene conmigo esta ciudad:

no me hace compañía ni tampoco

me protege del viento y de la lluvia.

Aquello que pensaba que aprendíamos

-cálculo de estructuras, templos griegos-

cuando la Diagonal cruzaba descampados

y yo estaba estudiando arquitectura

es un oficio de albañiles muertos

y cimientos de niebla […]

 

SEGURIDAD

Albañiles al alba encienden fuego

con restos de encofrados.

La vida ha sido un edificio en obras

con el viento en lo alto del andamio,

siempre cara al vacío. Ya se sabe

que quien pone la red no tiene red […]

 

VISITAS DE OBRA

Durante tantos años he comenzado el día

dentro del ordenado desorden de las obras.

Frente a mi casa han empezado una.

La contemplo a menudo[…]

La vida se termina como empiezan las obras:

perforar y romper para construir.

Una justificada destrucción.

 

MONUMENTOS

[…]

Según van traicionando los amigos

-y la muerte es también una traición-

nos vamos convirtiendo en monumentos.

[…]

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