El pasado 13 de junio Augusto Roa Bastos habría cumplido cien años. Compartió con otros grandes escritores latinoamericanos el hecho de escribir sobre la figura del dictador, una corriente novelística de gran complejidad y simbolismo: Miguel Ángel Asturias, con El señor presidente (1946); Alejo Carpentier con El recurso del método (1974); Carlos Fuentes y La muerte de Artemio Cruz (1962); Gabriel García Márquez y El otoño del patriarca (1975).
Roa Bastos elevó a categoría de obra maestra su Yo, el Supremo, sobre la figura de José Gaspar Rodríguez de Francia, nombrado Dictador perpetuo de Paraguay entre 1814 y 1840. Pero antes de escribir esta novela, Augusto Roa Bastos sufrió una crisis de conciencia que lo mantuvo sin escribir diez años, según le contó a Elena Poniatowska en 1974, y durante ese tiempo “elaboraba los textos mentalmente en una especie de sonambulismo literario”.
Yo lo conocí a principios de los años noventa del siglo pasado. Lo recuerdo como un hombre serio, meditabundo y reflexivo, tal y como lo describió en su entrevista Elena Poniatowska: “Chaparrito, narigón, los ojos tristes, Roa Bastos era la imagen misma de la modestia”.
Daniel Mordzinski ha convertido a don Augusto en un intrépido jugador de fútbol, marcando un gol imparable por la escuadra.
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Foto: Daniel Mordzinski. Texto: Miguel Munárriz
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