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La mujer imán

La mujer imán

De Conchita Montenegro supe, por laberintos del azar, mientras empujaba la búsqueda de personajes recónditos con que nutrir mi sección, “La vida de los otros”, en las noches de Radio Nacional de España. Conchita Montenegro asomó por sorpresa, de rebote, mientras iba yo ensanchando un álbum de familia de hemeroteca donde reunía actores, poetas, músicos, pintores, y otra fauna del mejor malvivir. Y aquel hallazgo casual fue mucho hallazgo. Acababa de cruzarse en mi vida una mujer imán.

Resultó que Conchita Montenegro era española de San Sebastián, la primera española que triunfó en el Hollywood clásico. Tuvo una vida donde se reunieron la gloria y la tragedia, el escándalo y la fiesta,  el lujo y el ocultamiento. Era, Conchita Montenegro, una mujer distinta, pionera, apasionante y única. Era, en fin, una novela.

La mujer estaba ahí, en algunas fotos de época, pero la novela no existía.

"Guillermo Cabrera Infante aupó a Conchita ante Marlene Dietrich, Juan Manuel de Prada la alude con reverencia, Arturo Pérez Reverte la cita desde la admiración."

Durante meses largos, estuve en el buceo de datos de la actriz, más movida por el placer de una curiosidad creciente, que por cualquier otra cosa. No encontré muchos datos, aunque sí algunos datos. Suficientes datos, en todo caso. Quiero decir suficientes para avalar que comenzó de adolescente en el albedrío de los oficios artísticos, que sacudió París con un desnudo de escándalo, y que en Hollywood llegó al tuteo directo, profesional y personal, con los grandes del momento, de Clark Gable a Greta Garbo. Eso, y una vida de célebres romances numerosos, y varios matrimonios, alrededor de un único amor poderoso y al cabo imposible, Leslie Howard, el galán planetario de Lo que el viento se llevó.

En síntesis, armé el croquis escueto de una vida donde habían sucedido varias vidas. En síntesis, Conchita Montenegro existió, tocó la cumbre, y estaba perfectamente olvidada.

De modo que la curiosidad desembocó en el afán de escribir la novela que su vida merecía. Había que ponerse a la faena. Merecía la pena ponerse a la faena. Nació así mi novela, Mientras tú no estabas, con un pie en el justo homenaje a una diva borrada de la historia, y otro pie en el relato puro y duro de la existencia de la mujer, en general, cuya ambición se llama libertad.

Mi libro no se pretende un libro de documento, ni tampoco un acta de dato histórico, sino la narración abierta de la pasión de vivir, una pasión inspirada en la vida fabulosa y casi secreta de Conchita Montenegro, que fue diosa en Hollywood y luego en España forzó un porvenir de varias décadas de mujer oculta. Guillermo Cabrera Infante aupó a Conchita ante Marlene Dietrich, Juan Manuel de Prada la alude con reverencia, Arturo Pérez Reverte la cita desde la admiración.

"A veces, las cosas ocurrieron en la vida de todos ellos, y otras veces ocurren en la vida que les invento dentro de la novela."

Las páginas de “Mientras tú no estabas” van mechadas de episodios reales de la protagonista, pero es a menudo el espíritu de la fabulación quien resuelve o no resuelve a su antojo esos momentos, según la norma sin normas de la novela que prefiero, donde “la verdad se inventa”. Obviamente, esta “invención de verdades” también afecta a muchos otros personajes de estas páginas, unos personajes que son reales de la época contada, a menudo, pero que acaban siendo siempre otras gentes, unos personajes rehechos de ficción por las conveniencias de la imaginación más o menos rebelde del relato. A veces, las cosas ocurrieron en la vida de todos ellos, y otras veces ocurren en la vida que les invento dentro de la novela. Escribir es arriesgar, y arriesgar es exagerar, más tarde o más temprano. La escritura suele encontrar mayor vitamina en la libertad de la ensoñación que en la matemática de la hemeroteca.

Aun así, me han servido de auxilio o revelación, a propósito de la vida o época de la protagonista, muchos libros, según es previsible y preceptivo. Desde los firmados por Álvaro Armero o Jesús García de Dueñas, alrededor de la temporada de los españoles que hacían romería a Hollywood, hasta las enciclopedias diversas de aquel momento, entre el cine mudo y el cine sonoro. O los textos sobre las figuras del cine clásico, y sus camerinos. No aburriré dando títulos de aquí y allá, donde comprobé un dato, pesqué una anécdota, o deduje una escena. Han sido muchos, porque sin documentación no hay imaginación. Eso, más cumplir la cátedra obligada de periódicos y revistas de la época, gremiales o no tanto.

"No otra cosa es, en síntesis, mi novela: imaginación de una memoria. Pero de una memoria de la que constaban los detalles justos."

Hasta llegar al remate del libro, he pasado rachas en Hollywood, incluso sin salir de Madrid, he frecuentado en la fantasía a algunos gigantes del cine clásico, he vivido a fondo, en fin, lo que otros soñaron, empezando o acabando por la gran Conchita Montenegro, a la que le he imaginado la memoria. A ella, y a tantas otras gentes ilustres o exóticas de su momento.

No otra cosa es, en síntesis, mi novela: imaginación de una memoria. Pero de una memoria de la que constaban los detalles justos, que a veces son también los detalles confusos.

En cualquier caso, no he pretendido nunca escribir la verdad de una vida, sino una vida de verdad. Ojalá encienda por ahí el cine  de la emoción.

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Autor: Carmen Ro. Título: Mientras tú no estabas. Editorial: La esfera de los libros. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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