«No voy a contestar a la encuesta sobre el cine. No sé qué pienso del cine». Tal fue la respuesta que Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935) remitió a José Régio cuando éste solicitó su participación en un artículo que se publicaría en Presença, revista impresa en Coímbra de la que el escritor lisboeta (o lispoeta, en afortunado hallazgo del artista Miguel Mingotes) era colaborador habitual. Estaba a punto de comenzar la década de 1930, el séptimo arte ganaba más y más presencia y aquella publicación dedicaba un espacio en sus números a glosar las películas que sus responsables consideraban «artísticas», esto es, alejadas de los estándares que se importaban desde los estudios de Hollywood. Como se ve, pocas cosas hay nuevas bajo el sol.
Sin embargo, y pese a la contundente negativa, no es cierto que Pessoa se mostrase ajeno al potencial que atesoraba el invento de los hermanos Lumière. En una misiva anterior, había trasladado su entusiasmo a Régio después de que éste le propusiera escribir sobre cine e incluso llegó a avanzar la posibilidad de que fuese su heterónimo Álvaro de Campos quien se ocupara del encargo, ya que el cinematógrafo hacía acto de presencia en algunos de sus poemas. Otra de sus criaturas, Bernardo Soares, escribió en el Libro del desasosiego: «Y entonces, en plena vida, es cuando el sueño proyecta su cine». El propio Pessoa le contó a Mario de Sá-Carneiro, en algún momento de 1915, algo acerca de un «film Álvaro de Campos» sobre el que su corresponsal le pidió más explicaciones, sin que éstas hayan llegado hasta nosotros. Son tres episodios que se bastan para acreditar un interés relevante hacia un nuevo lenguaje que se estaba haciendo fuerte, pero no son los únicos. Pessoa veía en el cine «una de las mayores armas de propaganda que se puede imaginar» e hizo planes encaminados a organizar empresas que se ocuparan de aprovechar sus posibilidades. Destaca entre esos proyectos, por lo rotundo y paradigmático de su justificación, el que se iba a llamar Gremio de Cultura Portuguesa, cuyo objetivo consistía en crear «un estado cultural portugués, independiente del estado». Por último, y quizá es esto lo que resulta más sorprendente, el propio Pessoa esbozó argumentos cinematográficos, quién sabe si como mero divertimento o con el propósito firme de ver sus palabras trasladadas al celuloide.
Todo ese material se reúne, se clasifica y se analiza en el volumen Argumentos para películas. Lo publica La Umbría y la Solana, una editorial cuyo catálogo se empeña en construir nuevos puentes que comuniquen las culturas española y portuguesa —que no siempre dialogan con tanta fluidez como debieran—, y conforma un testimonio valiosísimo a la hora de acercarse a una faceta pessoana que hasta ahora permanecía inédita en España. Con un extenso y documentado estudio preliminar a cargo de Patricio Ferrari y Claudia J. Fischer, el libro recorre la extraña relación que mantuvo Pessoa con el lenguaje de los veinticuatro fotogramas por segundo y presenta ante el lector todo lo que llegó a escribir o planear sobre el tema. Destacan en el conjunto, por razones evidentes, las tramas que él mismo diseñó y que en ningún caso constituyen guiones acabados, sino meros esquemas que por momentos parecen más dirigidos a explorar las posibilidades técnicas del séptimo arte que a aprovechar o investigar su fuerza expresiva. Son en todos los casos narraciones de intriga o una suerte de comedias de enredo («Note for a silly thriller», titula uno de sus escritos) con personajes reducidos a meros estereotipos que habría que redondear en posteriores revisiones. También esbozos de diálogos o situaciones concretas y una suerte de mapa connotativo que une determinados elementos con todo lo que podrían sugerir o desencadenar una vez iniciada la elaboración del guion.
Es Argumentos para películas un libro que encandilará a los fetichistas de Pessoa y a quienes gozan acercándose a las diferentes caras del que muchos consideran el mejor poeta que conoció el mundo a lo largo del pasado siglo. También a los cineastas que sientan curiosidad por conocer los planes que el autor de El banquero anarquista tenía para el cinematógrafo y para aquellos directores que han encontrado en sus versos motivos de inspiración para su obra —ya que viene al caso, conviene recomendar el espléndido documental Pessoa-Lisboa, dirigido por Alberto Ruiz de Samaniego y José Manuel Mouriño con producción del Círculo de Bellas Artes—. Posiblemente el lector de a pie no se sienta tan atraído por este título que en algunos tramos, como no podía ser de otra manera, se presenta como una recopilación de apuntes deslavazados. Sin embargo, resulta innegable su pertinencia y su interés, igual que debe elogiarse el trabajo de los editores Ferrari y Fischer y la traducción de Guillermo López Gallego. Mientras el enigmático baúl siga deparando sorpresas, harán falta intermediarios que, como ahora hacen los responsables de La Umbría y la Solana, compartan con nosotros los descubrimientos.
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Título: Argumentos para películas Autor: Fernando Pessoa Editores: Patricio Ferrari y Claudia J. Fischer Traducción: Guillermo López Gallego Editorial: La Umbría y la Solana. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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