Hay escritores que acometen el folio en blanco con una idea ya preconcebida de lo que pretenden narrar. Es más, hasta cabe la posibilidad de que tengan un esquema de toda la trama. Existe otro tipo de escritores que tienen sólo una idea vaga para irla desarrollando. Y por fin conozco escritores que se ponen a la tarea sin tener nada claro lo que quieren plasmar en su próxima novela y emprenden la aventura del folio en blanco a “pelo” y con suma audacia. A veces le he leído a Javier Marías que él no inicia una trama con todas las claves resueltas, es decir, que la novela va saliendo sobre la marcha. Que me perdone el señor Marías si acaso he interpretado mal lo que quiso decir.
En el caso de Watson sus relatos y novelas son copia exacta de la realidad, por lo tanto no son válidos ninguno de los ejemplos citados, y por eso le salen tan excelentes. Cuando en El Valle del Miedo retrata al personaje Porlock como un malvado de tipo medio, de improviso se le ocurre que encima de él puede que haya un malvado absoluto que cree puede ser un enemigo digno de Holmes. Lo comenta con el detective y éste lo mira con escepticismo. ¿Es que acaso Watson no sabe que existe en realidad Moriarty? ¿Es que nadie le creerá nunca?
Antes de ponerse a la tarea consulta también con el señor Doyle, su agente literario, y a este se le ponen los ojos como platos. La idea es magnífica, pero el nuevo personaje tiene que ser la personificación absoluta del mal, y le promete a Watson que si se lo propone a los editores posiblemente consiga un aumento sustancial en sus tarifas.
Watson le da un vistazo a toda la prensa londinense, y la mayoría de los reporteros hablan de los atrevidos y bien planeados “golpes” de Adam Worth, quien se ríe de la policía de medio mundo y trae de cabeza al detective de Scotland Yard Robert Anderson y al superintendente Shore. En ese mismo momento Watson, que ya tenía el nombre de Moriarty en cartera, porque era un nombre muy pegadizo y además era también el de un condiscípulo suyo en su época de estudiante en el Stonyhurst College, decide convertir a Worth en Moriarty. En el paso siguiente logra contactar con el compañero de estudios y este le manda una carta diciéndole que lo autoriza para utilizar su nombre en sus escritos, y que la idea será una broma estupenda para gastar a su familia.
Watson se pone a investigar, y el resultado es que el tal Adam Worth había nacido en Alemania, pero cuando tenía cinco años su familia se había trasladado a Norteamérica, concretamente a Cambridge, Massachusetts, donde su padre ejerció el oficio de sastre. Posteriormente se fugó de casa, viviendo en Boston y a partir de 1860 en Nueva York.
Cuando estalló la Guerra Civil Americana tenía diecisiete años, y mintiendo sobre su edad se alistó en el Ejército de la Unión, donde llegó a obtener el grado de Sargento. Fue herido en la segunda batalla de Bull Run y trasladado a un hospital de Georgetown, en Washington D.C. Allí supo que había sido dado por muerto en combate y huyó del centro hospitalario sin aclarar el error. Posteriormente se alistó en varios regimientos, utilizando identidades falsas, recibiendo su paga y desertando después. El ejército, para combatir estos delitos, había contratado a la Agencia de Detectives Pinkerton,y cuando Worth supo que estaban tras su pista huyó a Nueva York y después a Portsmouth. En estas ciudades ejerció como carterista y hasta llegó a formar una banda muy bien organizada cuyos miembros se dedicaban a todo tipo de delitos. Más tarde se dedicó al robo en los trenes y fue capturado mientras desvalijaba una caja fuerte en el Adams Express, y por ese delito le cayeron tres años en Sing Sing, prisión de la que escapó y siguió adelante con su carrera delictiva, pero cada vez con asaltos de mayor envergadura. Lo mismo se dedicaba a los bancos que aceptaba encargos para sacar a gente de la cárcel.
En Londres alquiló un lujoso apartamento en Mayfair y logró entrar en la alta sociedad. En 1876 robó de la galería londinense de Thomas Agnew & Hijos el retrato de la duquesa de Devonshire de Thomas Gainsborough, retrato que mantuvo en su poder durante veinticinco años, hasta que se lo entregó como muestra de respeto y cortesía profesional a los Pinkerton (hay quien asegura que mediaron 25.000 $). No cabe duda de que Watson había encontrado en Moriarty un buen enemigo para Holmes.
Mientras tanto, cuando Holmes leía los relatos de su amigo en el Strand Magazine movía incrédulo la cabeza pensando que nadie le creería jamás.
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