Zenda continúa la serie de textos escritos por editores y escritores sobre la labor que desarrollan. En este caso, el editor de Navona cuenta los detalles de su trabajo, el equipo que conforma la editorial y la ilusión de pensar en un libro y verlo más tarde publicado. Una dedicación que “no se paga ni con todo el oro del mundo si eres un adicto a la lectura”
Un legado en el más estricto sentido de la palabra. Sus dueños, ya mayores, al morir me dejaron la editorial en la que colaborábamos juntos desde 2011. Hablo de junio de 2015.
Temas empresariales al margen, ya habíamos empezado a perfilar una editorial literaria de clásicos y modernos al mismo tiempo. La reorientación que desde mi completa autonomía intento darle a Navona es de continuidad pero tocando algunas teclas más.
Tras muchos años tocando casi todas las teclas del negocio editorial intento posicionarme fundamentalmente en dos grandes áreas. Las recuperaciones de clásicos y no tan clásicos, pero olvidados por la industria, por un lado, y por otro la publicación y promoción de nuevas voces que subjetivamente me conmuevan, me apasionen o me interesen mucho. Se trata de un proyecto subjetivo sometido a la cordura, intenso. Pero no publicaré un libro que no me guste porque crea que puede vender. Pretendo que un libro que me guste conecte con el mayor número de lectores posible.
Cuidamos mucho el texto. Nos enorgullecemos de dar a la imprenta textos limpios y bien maquetados, siempre pensando en los lectores. Pero también y a propósito cuidamos la forma. Tenemos colecciones que “son un lujo” en el actual panorama: Navona Ineludibles, con portadas forradas en tela y tipográficas, e Impactos bolsillo, pequeños en tapa dura con sobrecubierta. Todo ello estudiando bien el precio al que el lector podrá acceder al libro. Por ello no dicen que publicamos barato. Si nos dan los números y podemos publicar determinado título por un euro menos, no lo dudamos.
El equipo lo formamos tres personas, Agnès, Valèria y Pere. Nos complementamos y ya con la mirada sabemos de qué va el asunto. No queremos crecer más y no queremos publicar más de treinta títulos anuales. Contando que de ellos, ocho son en lengua catalana.
En realidad los editores que sabemos nuestros límites podemos ejercer de lectores privilegiados, eso es lo que más me gusta. Trabajar un texto, disfrutar con el descubrimiento de un nuevo mundo, de una mirada distinta, de una voz desconocida…, eso no se paga ni con todo el oro del mundo si eres un adicto a la lectura. Y yo lo soy. Luego viene otro tema fascinate para mí. Escoger la portada, cómo será, qué imagen llevará, en qué color irá la tipografía…, ¡eso es una maravilla! Trabajar con Eduard —nuestro colaborador en diseño— en todo esto, es decir, pelear, discutir, retocar, volverlo todo del revés… y finalmente mejorar la forma de la presentación del libro.
Luego está la distribución, ¡tela marinera! Lograr que los libros tengan oportunidad de venta, es decir, que los libreros les den esa oportunidad colocándolos a la vista del potencial lector, es otro trabajo arduo pero maravilloso. En definitiva, lo que trato de hacer con Navona es crear confianza. Crear confianza en los lectores, que sepan que los libros que publicamos son de calidad, están hechos con profesionalidad pero con alegría e ilusión. Que nos lo pasamos bien haciendo este maravilloso trabajo. Y que dure.
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