Con Shirley Jackson llegó el miedo a una tranquila zona provinciana de la América de mitad de siglo. La autora de Siempre hemos vivido en el castillo causó pavor a partir de un relato breve, La lotería, que publicó en The New Yorker en 1948.
Escrito el mismo mes de su publicación, el relato coronó a su autora como la reina de la ficción breve y se convirtió en uno de los relatos más paradigmáticos de la narrativa estadounidense, que se ha adaptado, incluso, recientemente en el mundo del ballet. Apenas 20 años después de su publicación, en 1969, el relato se estrenó en cine y en 1996 fue llevado a televisión de la mano de Anthony Spinne.
Casi de manera inmediata tras su publicación, la autora recibió un aluvión de críticas y cartas desaforadas contra la crueldad del relato. Con el tiempo, la narración fue objeto de diversos análisis literarios que la encumbraron como uno de sus mejores textos.
La literatura de Shirley Jackson navega por las ciénagas de lo tenebroso y lo oscuro. Ya lo hizo con algunas de sus obras, como la ya mencionada Siempre hemos vivido en el castillo, o La maldición de Hill House (que verá la luz en 2018 gracias a una producción de Netflix).
Considerada una de las grandes damas del terror, la autora encumbró un género, el del terror doméstico, llevando diversos elementos del terror clásico a la cotidianidad de las familias americanas.
En este relato el suspense va en aumento y acompaña al lector que no entiende este ritual anual en el pueblo y que posteriormente asistirá horrorizado a esta costumbre de repetir ciegamente lo que siempre se ha hecho. Además, el ritual se describe sin cambiar el estilo del texto, sin enfatizar el pavor o la no conveniencia de repetir modelos de conducta escasamente éticos.
Es un relato coral en el que el narrador sobrevuela, como una cámara que enfocase en un traveling, a varios de los personajes del pueblo. De todos ellos conocemos, con escasas pinceladas, su parecer sobre el sorteo. Algunos se muestran ansiosos y expectantes, otros decididos y consecuentes con esta costumbre que repiten a ciegas. Jackson no personaliza ni permite la empatía con casi ninguno de ellos, quizá levemente con la señora Hutchinson, que acude tardía y azorada a la ceremonia anual.
En La lotería la tensión mueve la trama de manera horizontal, de un personaje a otro. No sabemos cuál de ellos ganará el sorteo, y cuando éste ya se ha realizado no podemos apenas despegar la atención del texto, que como ocurre con La gallina degollada, de Horacio Quiroga, nos mantiene hipnotizados frente al papel.
En el relato el protagonista es el grupo de vecinos, grupo que se superpone sobre cada individuo. Lo que opine cualquiera de ellos carece de importancia, y lo que verdaderamente importa es la opinión del grupo, hacia donde se mueve la masa de gente, aunque ese movimiento los conduzca a un destino fatal (aunque ese destino, por su carácter individual, sea un sacrificio ‘menor’).
Hay en La lotería, además, una sensación de exención de culpa. Se lee con aprensión y terror, pero la culpa se diluye entre los lugareños, los participantes del sorteo. La violencia se ha socializado, se ha institucionalizado y se ha transformado en lugar común, en una costumbre sagrada e inexorable.
La lotería se sirve de los mitos culturales extendidos en una población americana. Los personajes del relato tienen la creencia de que un sacrificio espeluznante les ayudará en la cosecha. El viejo Warner lo justifica con un viejo refrán: «La lotería en verano, antes de recoger el grano». Por ello, cada 27 de junio, el pueblo se entrega enfervorizado a un ritual macabro.
La obra es una radiografía de la aparente normalidad americana, una normalidad bajo la que subyacen costumbres arcaicas y que hoy serían tipificadas como delictivas. La lotería se repite año a año en el pueblo («La lotería ha existido siempre») y, aunque algunos poblados colindantes hayan eliminado esta tradición, en éste se resisten a deshacerse de esta costumbre siniestra.
En La Lotería el sorteo es francamente pavoroso. En él se juegan los lugareños la vida. El relato desmenuza el ritual previo al sorteo, la teatralidad de cada una de las acciones, la preparación de las papeletas la noche previa, el censo de ciudadanos, la asistencia del público en la plaza…
Lejos de ser un ama de casa convencional, Shirley Jackson sintió que quizá había fracasado como esposa y madre. Casada con un crítico literario de prestigio, Jackson mató sus propios demonios con la bebida y los analgésicos. Se rumorea incluso que ella misma fue “apedreada” por niños en la ciudad en la que vivían, North Bennington, y que este episodio cruento inspiró la escritura de su relato más célebre.
Pueden encontrar los cuentos completos de Jackson en la antología que ha publicado la editorial Minúscula. Además, hace un año Podium Podcast preparó una dramatización especial sobre este relato que les recomiendo.
Autora: Shirley Jackson. Título: Cuentos escogidos. Editorial: Minúscula. Páginas : 168. PVP: 18€. ISBN: 978-84-9435-397-0. Venta: Amazon
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