Nuestra editorial nació, sin nombre, en una pequeña y hermosa localidad de Cantabria llamada Esles. Un diminuto pueblo escondido en un valle pasiego en el que, desde hace nueve años, y gracias al empeño de un grupo de amigos del que formo parte, reunimos a escritores, músicos, historiadores y sabios de toda índole que durante tres días, en un jardín alejado de las cátedras, intercambian y comparten sus saberes por el mero placer de la charla y de la buena compañía.
A lo largo de los últimos años, hemos ido recogiendo las charlas y tesis que se presentaban y debatían durante esas jornadas para editarlos en dos colecciones tratadas con el más exquisito de los cuidados por el editor cántabro Fernando Gomarín: “Verba Volant» y “Flores del Tilo”, que tienen el enorme valor para nosotros de ser el germen de lo que es hoy La Huerta Grande. Son libros de carácter divulgativo, de escasa tirada, de manufactura exquisita.
Hace ahora algo más de tres años, durante un viaje de regreso de Santander a Madrid, contentos por el resultado de aquel último encuentro, mi marido y yo decidimos llevar un poco más lejos nuestro compromiso con los libros y con la difusión de la cultura y del saber. Decidimos agrupar las dos colecciones bajo una “marca de editor”, crear una editorial y hacerlo con fines comerciales pero sin renunciar a la calidad. Y así fue como, tras diversas conversaciones con amigos y gente del sector, pusimos en marcha la colección de narrativa «Hespérides» (las ninfas que cuidan de los huertos y jardines) y unos meses más tarde la de «Ensayo Huerta Grande», una colección de ensayo divulgativo breve literario y en lengua española.
Encontrar un nombre para la editorial fue fácil. Le pusimos el del viejo huerto de manzanos en el que construimos nuestra casa, y donde han tenido lugar algunas de las charlas y de los conciertos de los Encuentros de Esles.
Desde entonces nos decimos “los hortelanos”, que es actividad bien bonita. Trabajamos con la constancia, la tenacidad y el respeto de éstos; atentos a los tiempos, a las inclemencias y venerando el fruto de las cosechas.
Publicamos pocos títulos al año, en torno a quince. Es la única manera que se nos ocurre, con un equipo pequeño como el nuestro, para dedicar tiempo a cada autor y a cada libro.
Deseamos que La Huerta Grande se convierta en un referente dentro de este difícil pero apasionante mundo del sector editorial. Y para ello ofrecemos libros bellos, porque sin belleza el saber viaja peor. Belleza en la forma y en el contenido, porque nos importan los autores y los buenos lectores. Queremos cuidarlos a todos. A los primeros entregándoles nuestro tiempo, dedicación y apoyo; nuestra filosofía de trabajo se resume en apostar no por un libro, sino por un autor (aunque sea desconocido) y por su carrera. A los segundos, los lectores, queremos ofrecerles una cuidada selección de títulos, incluso si eso supone no adaptarse a las leyes de un mercado voraz que pone demasiadas veces en entredicho la calidad de lo que se publica. Es un mercado saturado de títulos y de novedades, en el que, sin embargo, sabemos que hay espacio para el trabajo bien hecho, y es ese espacio en el que trataremos de movernos, sabiendo que siempre habrá personas exigentes que lo protejan. Ojalá sepamos darles lo que buscan. Nada nos gustaría más.
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