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El caso del testamento francés

El caso del testamento francés

A principios de 1889, Watson se enteró mediante la lectura del Times que el Gobierno Francés había encargado a Holmes la resolución de un enrevesado asunto de la mayor trascendencia cultural y diplomática para ambos países. Muchos estudiosos del Canon han querido buscar una relación entre este caso y El testamento francés, pero las fechas no cuadran lo suficiente para respaldar esta hipótesis.

El caso aludido en el párrafo anterior tiene lugar en septiembre de 1888 y Holmes fue requerido para llevarlo a cabo con la máxima discreción. De todas formas en los asuntos de estado no debemos dar excesiva importancia a la exactitud de las fechas porque  pueden ser modificadas y ajustadas a los intereses de los mandatarios y de la propia opinión pública.

"Sabemos que al detective se le quería conceder la Legión de Honor y que Holmes se comprometió a no rechazarla."

Sabemos por un documento descubierto  por el estudioso holmesiano Jesús Capellán  en el interior de un libro olvidado en un puesto de Cecil Court (callejón que parte del número 24 de Charing Cross Road y que resulta ser un lugar ideal para hallar todo tipo de joyas bibliográficas y documentos raros), que tanto el Gobierno Francés como Holmes se comprometieron a buscar las fechas idóneas para dar a la publicidad la resolución del enrevesado asunto al que estamos haciendo alusión. Sabemos que al detective se le quería conceder la «Legión de Honor» y que Holmes se comprometió a no rechazarla. Esta última cláusula (conociendo el temperamento del detective) figuraba como innegociable y las firmas constaban al final del escrito encontrado por Jesús Capellán, quien  lo conserva como un tesoro porque además, al final del mismo hay una relación de aventuras de las que no teníamos la menor constancia y cuyos títulos son de lo más sugestivo. En una palabra, un tesoro.

Para no cansar excesivamente al que quiero suponer atento lector citaré solamente el que nos ocupa: El testamento francés. De todos los demás referenciados existen resúmenes cosidos con un imperdible de oro a la carta y Jesús Capellán nos ha cedido el presente con suma generosidad y hará lo mismo con cualquier otro si lo llegáramos a precisar, cosa que no tendremos más remedio que hacer abusando de su amabilidad y espíritu de colaboración.

"Todo esto no hubiera tenido demasiada importancia si en repetidas ocasiones no hubiese manifestado públicamente, en vida y en pleno uso de sus facultades mentales, su deseo de que su destino final fuera la Biblioteca Francesa."

Holmes fue llamado al Elíseo en una fecha que no se puede (o no se quiere) concretar. El objeto de la “invitación” era que habiendo fallecido recientemente el mariscal Saint Arnaud (ilustre apellido que adorna la Carga de la Brigada Ligera), quien era famoso por estar en posesión de una de las mejores bibliotecas de Francia (40.000 volúmenes) y para sorpresa general, en su lecho de muerte, había decidido legar la totalidad de sus libros a la National Library. Todo esto no hubiera tenido demasiada importancia si en repetidas ocasiones no hubiese manifestado públicamente, en vida y en pleno uso de sus facultades mentales, su deseo de que su destino final fuera la Biblioteca Francesa. Holmes habló largo y tendido con el anciano (y algo sordo) notario del mariscal y luego pidió visitar la habitación donde había fallecido Saint Arnaud. Una vez inspeccionada concienzudamente, hasta dando golpes con un mazo alrededor de la regia cama, Holmes preguntó si en el servicio del alto mandatario militar había un sirviente de baja estatura y de nacionalidad inglesa. La respuesta fue afirmativa y el detective lo mandó llamar. Una vez en su presencia, Holmes pulsó un resorte escondido entre los suntuosos adornos de bronce sobredorado del regio lecho y se abrió un pequeño escondite donde ordenó que se introdujera, a la fuerza, el sirviente bajito.

"Se le puso, al notario, de nuevo, delante del moribundo y se le dijo que el mariscal aún respiraba y quería variar una cláusula."
 Lo hizo a regañadientes y Holmes le prometió por su vida que no saldría del escondrijo hasta que no confesara la verdad. Y la verdad era que cuando el mariscal introdujo el nuevo codicilo en el testamento resulta que ya había fallecido unos momentos antes. Se ordenó llamar al notario y argumentó que oír testar a una prudente distancia a un noble moribundo era una práctica habitual y respetuosa con sus últimos deseos.

Se le puso, al notario, de nuevo, delante del “moribundo” y se le dijo que el mariscal aún respiraba y quería variar una cláusula. Entonces, Holmes pegó con un golpe seco con su mazo en la puerta del escondrijo y una voz tétrica y estentórea dijo lo que Holmes le había ordenado bajo la más atroz de las amenazas. El notario tomó nota y el testamento quedó a satisfacción de las partes, no obstante el sirviente pasó dos días a pan y agua cautivo en su escondrijo. Huelga decir que la biblioteca no salió de Francia.

La entrega de la «Legión de Honor» hubo que posponerla hasta el regreso del «Gran Hiato», pero se le impuso con toda solemnidad. Los franceses son prudentes y por eso le hicieron firmar el famoso documento de aceptación.

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