En el país de las Maravillas, ilustración cedida para su difusión en este artículo de Zenda por su autora, Carmen Cantabella.
Iniciamos gracias a Zenda una serie de cuatro entregas o capítulos en torno al tema de la ficción literaria y su influencia en la realidad policial. Ha sido un acierto, en mi opinión, por parte de la revista el recurrir a la fórmula de publicar por entregas porque nos retrotrae al género del folletín, que tanto tiene que ver con el origen y difusión del género policíaco y del que hicieron uso tantos autores durante el siglo XIX.
El riesgo es perder el hilo argumental entre cada uno de los capítulos, por lo que se ha optado por incluir un breve anticipo del inmediatamente siguiente al final de cada uno de ellos y comenzar la entrega con un breve resumen del anterior; con esta fórmula esperamos dar continuidad a toda la serie.
Cada una de las entregas presenta sus propias notas al pie de página. Al finalizar la serie se añadirá una relación bibliográfica de la serie completa.
El presente artículo parte de una aparente contradicción: el oficio policial real parece ser lo menos parecido a lo que refleja la ficción literaria llamada “novela policíaca”. Sin embargo este género literario es coetáneo en su creación a la de la policía moderna. De hecho se pueden rastrear en dicha novela los orígenes de las fuerzas de policía contemporáneas pues su creación influyó indirectamente en la creación del género. La posterior evolución de la novela policíaca a la llamada novela de “serie negra” refleja una época de convulsión social que culminó con la creación de agencias de seguridad para hacer frente al terrorismo y al crimen organizado en Estados Unidos. En el presente artículo se utiliza la novela policíaca y de serie negra para reflexionar sobre los orígenes de la policía moderna, su evolución y lo que significa la seguridad en la sociedad contemporánea en el marco de las teorías sociológicas de la “Construcción social de la realidad”, los “respectable fears” y el “pánico moral”. Espero que los lectores disfruten por este periplo a través de la novela policíaca y de la historia de la policía.
1.- CUENTOS DE INTRIGA Y FASCINACIÓN
Imaginemos una habitación cerrada en la que se escuchan voces airadas en un idioma extranjero. De fondo se oyen gritos femeninos que suplican y piden socorro. Los vecinos se agolpan a la puerta y la derriban con esfuerzo. En el interior encuentran los cadáveres de dos mujeres brutalmente asesinadas: una aparece degollada hasta casi separar la cabeza del tronco; la otra, estrangulada e introducida por la fuerza cabeza abajo en el hueco de la chimenea. Las víctimas, madre e hija, viven solas en el domicilio. A pesar de que hay dinero y joyas esparcidas por la vivienda, no parece que el móvil de los asesinatos sea el robo. La policía es incapaz de resolver el misterio. Nos encontramos en París en la década de 1840.
Ésta es en síntesis la trama de Los asesinatos de la Rue de la Morgue, el cuento que da origen al género que se conoce como Roman policière o novela policíaca. Más que de la resolución del enigma planteado, trata de las habilidades deductivas de Auguste Dupin, un personaje que se constituye en el arquetipo del detective: aquel que triunfa donde el intelecto común fracasa al intentar encontrar una explicación al enigma. El Prefecto de Policía, ante la imposibilidad de encontrar al culpable de las dos muertes, pide ayuda a un aristócrata arruinado de nombre Auguste Dupin. Éste vive en compañía del narrador y cronista de la historia, que va reflejando con exacta pulcritud los acontecimientos. Dupin se considera a sí mismo un genio intelectual y tiene poco o ningún respeto a la policía profesional. A lo largo de la obra se entretiene en realizar comentarios mordaces sobre la falta de capacidad de la policía profesional:
“Han caído en el grande aunque común error de confundir lo insólito con lo incomprensible. Pero precisamente por estas desviaciones de lo normal es por donde ha de hallar la razón su camino en la investigación de la verdad, en el caso de que ese hallazgo sea posible. En investigaciones como la que estamos realizando ahora, no hemos de preguntarnos tanto «qué ha ocurrido» como «qué ha ocurrido que no había ocurrido jamás hasta ahora». Realmente, la sencillez con que yo he de llegar o he llegado ya a la solución de este misterio se halla en razón directa con su aparente falta de solución en el criterio de la Policía” (1).
“El extraño desorden de la habitación; el cadáver metido con la cabeza hacia abajo en la chimenea; la mutilación espantosa del cuerpo de la anciana, todas estas consideraciones, con las ya descritas y otras no dignas de mención, han sido suficientes para paralizar sus facultades, haciendo que fracasara por completo la tan cacareada perspicacia de los agentes del Gobierno” (2).
Poe sentía un desdén absoluto hacia los policías, a los que consideraba una anónima fuerza bruta, en contraste con el genio intelectualmente superior de su aristocrático detective. Semejante desdén no era fruto de la casualidad: para un autor acostumbrado a las insatisfacciones y sinsabores literarios, parece una forma proyectiva de venganza. Dupin es Poe: pobre y marginado, pero orgulloso e incluso intemperante. Sin embargo entre el primer y el último de los cuentos de la serie hay una transformación del personaje, que no es tan desinteresado y bohemio como parecería.
A mi juicio la razón principal que anima a Poe a inventar la novela policíaca es la creación del detective. En esta figura plasma aquellas características que él consideraba que poseía y que ninguno de sus contemporáneos, con la única excepción de Virginia Clemm, su esposa y el amor de su vida, le reconocían. Poe vivió de forma enormemente desgraciada y se debatió entre la miseria y los delirios de grandeza, dado que se consideraba un genio incomprendido. Y tenía dotes de genio, en las dos acepciones, como creador literario y también con un carácter endiablado que le granjeó no pocas antipatías, empezando por su padrastro, John Allan, del que toma su primer apellido y que por sus discrepancias irreconciliables lo deshereda, abocándolo a una vida de pobreza y privaciones.
A partir de ese momento Edgar Allan Poe tiene que buscarse la vida. Literal y literariamente. Podemos considerarle el primer periodista freelance de la historia. Compagina su actividad periodística con la de autor de relatos y de poeta, así como la de ensayista y crítico literario. Sin embargo nunca logra más que éxitos esporádicos y efímeros, lo cual aumenta su hipocondría e intolerancia.
En los sucesivos ejemplos que veremos más adelante esta intención original queda oscurecida a medida que la figura del detective investigador sea más conocido popularmente y se consolide en la sociedad contemporánea. En tiempos de Poe era una novedad, fruto de la aparición del modelo de la nueva policía urbana, consecuencia del desarrollo de las ciudades a consecuencia de la Revolución industrial. Más adelante sufrirá una evolución creciente que lo alejará del modelo original de individualismo e “intelecto superior”.
El inicio de Los asesinatos de la Rue de la Morgue constituye una declaración de intenciones sobre cómo funciona, desde la perspectiva de Poe, el “intelecto superior”, del que él se considera poseedor. A continuación nos presenta a Dupin en palabras del segundo protagonista del cuento: el relator o cronista en primera persona, voluntariamente anónimo y que nunca nos revela su identidad. Este recurso al narrador en primera persona permite a Poe escindirse en dos planos y resaltar el genio de Dupin contando una anécdota que nos hace pensar inicialmente en una supuesta capacidad de leer el pensamiento por parte de Auguste Dupin. Sin embargo la explicación es más fascinante: esa capacidad es solo fruto de la observación rigurosa seguida de deducciones sistemáticas. En suma, la aplicación de un método detectivesco. El ingrediente especial de las novelas policiacas no es el enigma en sí, es la manera de resolverlo y la explicación que aporta el detective, a menudo teatral y enfática, con el objetivo de sorprender y maravillar al lector.
Dupin, Poe en realidad en boca de Dupin, se hace propaganda a sí mismo, contrastando su forma de razonar con la de la policía parisina, a la que considera poco menos que infantil:
“Esta es otra de sus singulares ideas —dijo el Prefecto, que tenía la costumbre de llamar “singular” a todo lo que estaba fuera de su comprensión, y vivía por consiguiente, rodeado de una absoluta legión de “singularidades” (3)
“Quizá es precisamente la simplicidad lo que le desconcierta a usted —observó mi amigo”.(4)
“Continuamente se equivoca por ser demasiado profundo o demasiado superficial para el caso, y más de un colegial razonaría mejor que él”. (5)
En el caso de La carta robada, lo que propone Poe es pensar como pensaría el oponente. Ya en el primer cuento de la serie, Los asesinatos de la calle Morgue, se extiende en consideraciones sobre qué tipo de juego de salón es más intelectual: el ajedrez, las damas o el whist. En este tercer cuento Poe propone un juego infantil: “pares o nones”. Pero la estrategia no tiene nada de infantil: se trata de anticipar cómo pensaría mi oponente que piensa que voy a pensar yo. Y por lo tanto hacer lo contrario de lo que haría si pensara una estrategia. En fin, un lío si no tuviéramos en cuenta la regla fundamental: colocarse en el lugar del oponente, pensar cómo piensa él, anticipar sus movimientos, empatizar en suma.
“Es simplemente —repuse— en la identificación del intelecto del razonador con el de su contrario”. (6)
Para eso Poe nos da varios consejos. El primero: para “sentir” los sentimientos de nuestro oponente hay que imitar los gestos de su cara. Así experimentaremos sus emociones. No sabemos cómo llega Poe a esa conclusión; sin embargo, es plenamente concordante con lo que postulan las modernas teorías sobre las emociones: son éstas unas estructuras determinadas orgánicamente y su catálogo es fijo (siete según la mayoría de los autores, seis según otros); además todos los seres humanos tienen el mismo bagaje emocional, independientemente de su origen y educación. Por lo tanto se pueden disimular, pero no se pueden esconder. Incluso sirven como brújula conductual para detectar las mentiras.
Es éste un camino apasionante, pero nos distraería del objetivo principal del presente artículo. ¿Qué mas consejos nos regala Poe? El siguiente es nunca dar nada por sentado: en el curso del cuento se realizan varios registros exhaustivos del domicilio del ministro “D”, el ladrón de la carta comprometedora. Incluso se describe una forma de moderno microscopio que permite “ver” dentro de los objetos. Así descrito más parece un aparato de rayos X. Pero en tiempos de Poe eso sería ciencia ficción. En todo caso, para el prefecto de policía, si no se ha encontrado nada es que no hay nada. Pero esa evidencia choca con otra: se ha registrado al ministro “D” simulando un asalto callejero y tampoco lleva la controvertida carta. ¿Dónde está entonces? Como le gustaría recalcar a Holmes, cuando se elimina lo imposible, lo improbable es lo que sin duda ha sucedido.
Por eso insiste Poe en desafiar las ideas preconcebidas. El apegarse a lo que uno cree que debe ser le impide ver lo que verdaderamente es. Dupin no comete ese error. Parte de la base de que los policías son concienzudos y metódicos. Pero a continuación sabe que son poco imaginativos: solo buscan una carta oculta pensando en cómo ocultarían ellos mismos la carta, no cómo la ha ocultado el Ministro “D”. A renglón seguido piensa como el niño que jugaba a “pares o nones”: ¿cómo piensa el Ministro “D” que piensa la policía? De forma concienzuda y metódica, pero poco imaginativa. Por lo tanto, la mejor forma de ocultar algo es dejarlo a la vista. El carácter contradictorio del juicio anterior no es solo una forma de usar un tropo literario para embellecer un argumento, es también una descripción de la realidad. La atención de la policía se focaliza en lo que están buscando. Y no buscan nada más.
“Depende de ello para sus resultados prácticos —replicó Dupin—, y el prefecto y sus cohortes fracasan con tanta frecuencia, primero por no lograr dicha identificación y segundo por medir mal —o, mejor dicho, por no medir— el intelecto con el cual se miden. Sólo tienen en cuenta sus propias ideas ingeniosas y, al buscar alguna cosa oculta, se fijan solamente en los métodos que ellos hubieran empleado para ocultarla. Tienen mucha razón en la medida en que su propio ingenio es fiel representante del de la masa pero, cuando la astucia del malhechor posee un carácter distinto de la suya, aquél los derrota, como es natural. Esto ocurre siempre cuando se trata de una astucia superior a la suya y, muy frecuentemente, cuando está por debajo. Los policías no admiten variación de principio en sus investigaciones; a lo sumo, si se ven apurados por algún caso insólito, o movidos por una recompensa extraordinaria, extienden o exageran sus viejas modalidades rutinarias, pero sin tocar los principios”. (7)
Desviación de la atención. Ilusionismo. La clave del Ilusionismo está en desviar la atención del público. La atención es una ranura estrecha.También es evanescente y pasa de una cosa a otra: nos distraemos con facilidad. Y lo peor de todo, cuando distraemos y desviamos la atención, no nos damos cuenta. Un pase de manos, la mirada vuela hacia el movimiento dominante y Voilà!, la carta ha desaparecido.
El ministro “D.” lo sabe. Y distrae la atención de la policía. Pero Dupin también lo sabe. Y sabe lo que está buscando. Se introduce en el Gabinete de “D.” con una excusa, parapetado tras unos lentes coloreados que no permiten ver sus ojos. ¿Para qué se pone gafas de sol? Para que sus interlocutores no sepan qué está mirando, al igual que hacen los jugadores profesionales de póker. Ocultando la mirada se disimulan tanto las emociones como la dirección de la atención. La mirada es la ventana de la atención: si “D” se percata de dónde está mirando Dupin, se dará cuenta de lo que está buscando. Y se acabará la comedia.
Así que Dupin entra con una excusa banal y se dedica simplemente a mirar. Pero a mirar sabiendo lo que busca: supone que la carta está a la vista. Y no deja ningún lugar exento. Finalmente la localiza: está oculta dejándola a simple vista. Ya sabe lo que tiene que hacer. Se despide ceremoniosamente y al día siguiente vuelve a comparecer con otro pretexto, esta vez menos trivial: ha abandonado un objeto personal para darse una excusa para volver.
A continuación actúa como un prestidigitador: desvía la atención de “D.” el tiempo justo de consumar su plan. Éxito conseguido. Solo tiene que despedirse y desaparecer.
La explicación se le oculta al prefecto. Anteriormente había manipulado su interés forzando una apuesta a que era capaz de recuperar la carta. Una vez recuperada, el prefecto se ve obligado a pagar generosamente por rescatarla. El aristocrático y estoico Dupin no era tan refractario al dinero después de todo.
Este aparentemente pequeño giro argumental marca la diferencia con los cuentos anteriores: en ellos siempre hay damas jóvenes que son víctimas de violencia. Poe tiene una extraña fascinación por las historias en las que mueren mujeres jóvenes. Su propia biografía personal aparece marcada por la enfermedad de su infantil esposa. Los primeros síntomas aparecen en 1840, antes de los primeros cuentos policíacos. En 1842 sufre una dramática efusión de sangre mientras cantaba al piano para su marido. Poe se niega a aceptar la dura realidad y lo atribuye a una hemorragia fortuita. Lo cierto es que Virgina Clemm está enferma de tuberculosis y va empeorando. Tal circunstancia sume a Poe en la depresión y el abuso de alcohol y láudano. A despecho de la negación del marido por la enfermedad de su esposa, ésta progresa, agravada por la penuria económica de la familia. La única prenda de abrigo que cubría a la enferma era el antiguo capote militar de Poe, el único objeto que conserva después de ser expulsado de forma poco honorable de la Academia militar de West Point. En 1847 fallece.
Poe sobrevivirá a su esposa dos años. Fiel a su estilo melancólico, se sume en su propia tristeza autocontemplativa. El mejor ejemplo es el poema El cuervo. Sin embargo, esa obra fue compuesta antes de la muerte de Virginia Clemm. En mi opinión, Poe anticipaba la muerte de su esposa y fantaseaba con ella. Su relación con las mujeres es la de ser mimado y consentido y tener menos consideración a los sentimientos ajenos que a los propios.
En este momento podemos marcar un punto de inflexión en relación a cómo evolucionarán los acontecimientos en el futuro. Faltan doce años para el principio de la Guerra de Secesión americana, diecisiete para el magnicidio de Lincoln. En ese periodo el mundo y los Estados Unidos habrán cambiado dramáticamente y en paralelo lo habrá hecho la Policía. Pero volvamos de momento al fundador del género.
En el cuento ya mencionado de La carta robada la víctima también es una mujer. Pero en este caso se trata de la mismísima reina de Francia. Cuando fue escrito el cuento Francia contaba con un rey constitucional, Luis Felipe de Orleans, así que se inspira en la realidad contemporánea. En todo caso la víctima no lo es de un delito violento, sino del robo de una carta indiscretamente remitida a un no identificado amante de la soberana. La inverecunda reina pone en peligro la continuidad de la monarquía.
El rey Luis Felipe será posteriormente derrocado por la llamada Revolución Gloriosa en 1848, el ambiente de la época era prerrevolucionario, Poe se inspira en la realidad para construir sus cuentos. No solo construye y crea una figura ficcional que acaba convirtiéndose en real. Como veremos más adelante este mecanismo de construcción de la realidad social no es infrecuente y está documentado en la sociología contemporánea.
2.- EL ANTI DETECTIVE: EL REFLEJO EN UN ESPEJO OSCURO
El cuento introduce dos temas que serán emulados posteriormente: el antagonista del protagonista, el “anti detective”, casi comparable en habilidades e inventiva, pero que constituye su negativo fotográfico desde el punto de vista moral, y por otro lado las tramas políticas en las que el detective ya no solo actúa para desentrañar un misterio, sino que lo que está en juego es la pervivencia misma de la sociedad ante fuerzas desatadas que la amenazan. Con el tiempo se convertirán en un género en sí mismo, como son las novelas de espías, arrancando en El espía que surgió del frío, de John Le Carré. El héroe y el villano se contrarrestan, pero también se complementan. Conforme vaya evolucionando la sociedad será cada vez más difícil separarlos e incluso se confunden y fusionan como en los casos de Hoover y Allan Pinkerton.
Hay un personaje literario de las llamadas dime novels (8) muy poco conocido que presenta una evolución curiosa: de forajido a detective. Se trata de Deadwood Dick, creado por Edward Wheeler (9). Richard Slotkin nos relata su peripecia personal: originalmente es un “fuera de la ley” que vive en la Frontera Oeste, en un escenario mítico conocido como Black Hills, situado entre Dakota del Sur y Wyoming y antiguo santuario de la nación india Lakota (sioux y cheyennes) y que han dado lugar a episodios bochornosos, como la expedición de exterminio de Custer para favorecer el asentamiento de mineros buscadores de oro). Las primeras novelas de la serie, como Deadwood Dick, Prince of the Road y The Black River of the Black Hills, nos presentan a personajes históricos como Sitting Bull o Custer. En este escenario Deadwood Dick no es más que otro forajido aventurero que evoluciona y madura hacia un personaje más comprometido, como en Deadwood on Deck, donde se pone de parte de un colectivo de mineros que defienden sus propiedades contra la rapacidad de un aristócrata capitalista británico llamado Honorable Cecil Grosvenor. Es la lucha del viejo orden contra el nuevo emergente de los codiciosos capitalistas del Norte que será invocada entre otros por Jesse James y su banda. Como nos define Slotkin “la civilización que defiende (Deadwood Dick) se identifica todavía con los valores de una democracia agraria y artesana” (10). Podemos encontrar influencias de estas novelas en algunos de los westerns filmados por Clint Eastwood, como por ejemplo The Pale Rider o Unforgiven. El universo que defiende el héroe es ciertamente utópico, pero además es ideológicamente conservador, identificándose con una forma de nostalgia por los añorados buenos tiempos del pasado. Volveremos a encontrar este tipo de pensamiento cuando hablemos de los “respectable fears”, acuñados por Geoffrey Pearson (11). A partir de ese punto hay un cambio radical en el personaje: se convierte en detective en las novelas siguientes, como Deadwood Dick as a Detective, The Frontier Detective, The Detective Road Agent y Gilt-edged Dick, the Sport Detective. En palabras de Slotkin, se transforma en un “nuevo héroe híbrido” (12) entre los que se resisten al progreso y los que se intentan adaptar al mismo, tomándolo como inevitable. La primera diferencia ya está apuntada: el nuevo detective es fruto de la sociedad en proceso de cambio y por lo tanto en crisis, la segunda es que se trata de un aventurero, no un genio intelectual.
No es el caso del personaje del profesor Moriarty en la saga de Sherlock Holmes. Aunque solo aparece en un par de historias de Holmes, para la cultura popular se ha convertido en su némesis, su antagonista por excelencia y el arquetipo de villano que quiere sumir al mundo en el caos más absoluto. En el cuento El problema final cae por una cascada en Suiza junto con Holmes. Ese era el presunto final de este personaje, dado que Conan Doyle estaba harto de él y quería poner fin a la serie. La reacción popular fue de incredulidad: no daban crédito a la posibilidad de que Holmes hubiera muerto. Se produjeron manifestaciones a la puerta del domicilio del Conan Doyle que estuvieron a punto de desembocar en disturbios callejeros. La conmoción creada fue tan monumental que se vio obligado a resucitar a Holmes. Sin embargo, el personaje designado a acabar con él se convirtió en su más selecto oponente.
Algo así pasa con el ministro “D” en La carta robada. Se convierte en el contrapunto de Auguste Dupin. O viceversa. Para empezar hay quien especula que ambos son hermanos:
“¿Pero se trata realmente del poeta? —pregunté—. Hay dos hermanos, me consta, y ambos han logrado reputación en el campo de las letras. Creo que el ministro ha escrito doctamente sobre el cálculo diferencial. Es un matemático y no un poeta” (13).
En ningún momento se especifica que Dupin y el ministro “D” sean hermanos, pero el carácter simétrico de sus personalidades y el hecho de que Dupin tenga acceso franco a la casa del ministro hacen sospechar la familiaridad de trato entre ambos. En todo caso Dupin lo conoce bien y sabe cómo piensa, como recalca en la respuesta que da en el párrafo siguiente:
“Se equivoca usted. Lo conozco bien, y sé que es ambas cosas. Como poeta y matemático es capaz de razonar bien, en tanto que como mero matemático hubiera sido capaz de hacerlo y habría quedado a merced del prefecto” (14).
La clave radica por lo tanto en que Dupin piensa en cómo piensa el ministro. Y es capaz de derrotarlo con sus mismas estrategias. La solución al enigma permanecerá oculta para todos, excepto para el lector, que disfruta de las mieles de una explicación que queda velada hasta para el mismísimo prefecto de policía.
Y es que la solución lleva implícita la comisión de un delito. Podemos argumentar de forma maquiavélica que el fin —es decir, evitar un escándalo que pondría en peligro a la Monarquía— justifica los medios. Pero la realidad es más prosaica: Dupin ha actuado por interés. La solución le ha reportado un pingüe beneficio económico.
La habilidad del detective ya no es solamente para su goce y deleite y por la necesidad que tiene como genio intelectual de solucionar enigmas. Dupin se mueve por dinero. No es, como se nos ha hecho creer en la primera de las historias, un aristócrata bohemio y apartado del mundo, que vive modestamente con lo poco que le ha quedado del patrimonio familiar. Ya no es el retrato de lo que Poe piensa de sí mismo; se convierte en el reflejo de lo que a Poe le gustaría ser: rico y opulento.
El egoísmo es un poderoso motivador. Las verdaderas razones que moverán en el futuro a algunos de los personajes que nos encontraremos a lo largo de este artículo no son altruistas, sino simplemente impulsadas por el interés personal, disfrazado de servicio a la sociedad. El mérito del antihéroe también es hacernos creer que todo lo que hace lo hace por el bien de la sociedad cuan do lo hace por beneficio propio.
Continuará…
En el próximo capítulo nos detendremos en la pasión de Edgar Allan Poe por la criptografía y los lenguajes en clave y la importancia de la ciudad moderna, tanto en la creación del género policíaco como en la aparición de los modernos cuerpos de policía.
1 Allan Poe, E. Obras clásicas de siempre. Los asesinatos de la Rue de la Morgue. (p. 26). “Edición digital. Derechos Reservados. Biblioteca Digital © Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa ILCE”. Recuperado de https://bibliotecadigital.ilce.edu.mx.
2 Ibíd., p. 26.
3 Poe, Edgar Allan. La carta robada., pg. 1. Edición digital www.bachilleres.edu.mx: disponible en https://www.cbachilleres.edu.mx/Bibliowiki/libros/P/Poe%20Edgar%20Allan%20%20La%20carta%20robada.pdf
4 Ibid, pg. 1
5 Ibíd. Pgs. 7-8
6 Ibíd. Pg. 8
7 Ibid, pg. 7
8 Literalmente “novelas de a diez centavos”. Refiere a novelas editadas en papel barato, normalmente de edición periódica a las que se atribuye poca calidad literaria y que solían integrar series de relatos unidos por la identidad del protagonista. Son típicas de los siglos XIX y XX y tienen su continuación en las “pulp series”
9 Ver Slotkin, Richard. Gunfighter Nation: The Myth of the Frontier in the Twentieth century America. Pgs: 143-151. “The Outlaw/Detective: heroic style as ideology”.
10 Ibid. Pg. 145.
11 Pearson, Geoffrey. Hooligan: A history of respectable fears. Schocken, 1984
12 Slotkin, Richard. Op. Cit. Pg. 146.
13 Poe, Edgar Allan. La carta robada., pg. 9. Edición digital www.bachilleres.edu.mx: disponible en https://www.cbachilleres.edu.mx/Bibliowiki/libros/P/Poe%20Edgar%20Allan%20%20La%20carta%20robada.pdf
14 Ibid., pg. 9
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Nota: las ilustraciones En el país de las Maravillas y El Navegante, incluidas en esta serie, corresponden a obras de la pintora murciana Carmen Cantabella, que ha autorizado su reproducción. Queremos agradecer su generosidad para compartir su talento con los lectores de Zenda.
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