El día que descubrí que Messi mea sentado no fue muy diferente de lo demás. Pero, obviamente, fue revelador. Yo alguna vez había intentado hacerlo así porque en una relación anterior me lo habían pedido, pero me vi incapaz entonces, y tenía mis dudas ahora. Espoleado por el ejemplo de mi ídolo me fui al baño acompañado por El huérfano de Adam Johnson. Pasaba las páginas, pero allí no ocurría nada; la fuerza de la gravedad no podía con la condición atávica y mis prejuicios sociales.
El día que descubrí que Messi mea sentado me estaba leyendo tres libros a la vez y aun así tuve que abrir Yorokobu en el móvil. Y ya de paso, inmerso en la escatología, me leí también lo de David Vicente, que también habla de orines y de gente famosa. De esos tres ejemplares que estaban en mi mesilla, uno era el Pulitzer del 2016, como he comentado. Mientras intentaba hacerlo como Luis Suárez —sí, el charrúa también micciona así—, me preguntaba si es Adam Johnson el mejor escritor de este siglo. También me asaltaba la duda de si al hacer esa afirmación incluyo o no al resto de autores que también publicaron en el siglo anterior, de si en la lista están los que estuvieron hace tiempo en lo más alto de ella —como Auster, Roth o McEwan— y de si tiene algún sentido hacer esas afirmaciones. Hecho un lío, volví a leer el artículo de Luis Roso para saber qué es eso del mejor. Seguí intentándolo, pero el pis no llegaba.
El día que descubrí que Messi mea sentado estaba recorriendo la historia de Madrid, de España, bajo la mirada de un piso de un edificio de la capital, Segundo (biografía de un piso). Un apartamento por el que pasan personajes y personajes —me asalta la duda: ¿alguno orinó sentado?— mientras avanza la historia de nuestro país, postguerra, democracia, años 80… Después de una hora de esfuerzos pienso en dejarlo, pero si Leo puede yo no debo ser menos, me digo a mí mismo. Termino el libro con la sensación de que en Rubén Señor hay un escritor. Pero su ingenioso humor tampoco me ayudó; allí no caía ni gota.
El día que descubrí que Messi mea sentado me quedé paralizado durante muchas horas. De hecho, creo que todavía lo estoy. Todo ocurrió cuando terminé las últimas líneas de El zoo de papel. No sé si alguna vez conseguiré escapar de ese cuento. Ken Liu me oprimió el pecho con su escritura, me estrujó el alma hasta la congoja, ojalá hubiese hecho lo mismo con mi vejiga cuando estaba sentado en la taza del váter.
El día que descubrí que Messi mea sentado pensé que este artículo debería tener un título tramposo que te obligará a hacer click, y así podría hablarte de estos tres libros. Hubiese sido mucho más honesto poner otro, pero a lo mejor no estarías aquí. Lo siento por haberte engañado y porque sí, amigo lector, sigo haciéndolo de pie.
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