—Cut!
Imaginen que estamos en diciembre de 1957 y que la palabra que acabamos de escuchar (ese “Cut!” tan anglosajón) ha sido pronunciada por un señor llamado Terence Fisher, con la intensidad y seriedad que se le supone a un director de cine que rueda una película en Bray Studios para la productora británica Hammer. Quizá ese día tiene a su lado a un actor nacido en Kenley (Surrey) un 26 de mayo de 1913, y que años antes interpretó a Osric en la adaptación al cine de Hamlet, el clásico de William Shakespeare que dirigió, produjo e interpretó Laurence Olivier. O, quizá, quien está junto a él es ese otro actor nacido en Belgravia (Londres) un 27 de mayo de 1922 y que, en la misma versión de Hamlet que acabamos de mencionar, aparecía en un breve papel no acreditado. Podrían, incluso, ser los dos los que estuvieran esa jornada delante de las cámaras, ante el atento equipo de producción y la mirada afilada de Fisher. Tal vez una tormenta azotaba Bray aquel día, haciendo que la escena que estuvieran rodando fuera aún más terrorífica…
Nos referimos, como ya habrán supuesto, a Drácula (Reino Unido, 1958) y a los actores Peter Cushing (como Abraham Van Helsing) y Christopher Lee (como el conde Drácula) que, junto a Fisher, el guionista Jimmy Sangster y el equipo de la Hammer, iban a hacer historia con su adaptación de la inmortal obra del escritor irlandés Bram Stoker. Ahí, hace ahora justo sesenta años de su estreno, empieza a gestarse mi novela Los Desertores de Oxford Street… aunque en realidad yo aún no hubiese nacido.
Con esta película, que a día de hoy sigue brillando gracias a su puesta en escena, producción e interpretación, se devuelve a la vida comercial y artística al vampiro más famoso de la historia. En los años 80, cuando aún era un niño, tuve ocasión de verla varias veces en pases televisivos y alquilándola en algún video-club, y, muchos años después, de disfrutarla como se disfruta de verdad el cine: en pantalla grande; en este caso, en el marco del Festival de Cine Europeo de Sevilla 2008, donde se recuperó la película en uno de los ciclos que se proyectaron en el Teatro Lope de Vega.
A estas alturas del texto, se habrán percatado de mi absoluta devoción por este Drácula de Fisher y por sus actores, el señor Cushing y el señor Lee, ambos impecables dando vida al Bien y al Mal, perfectos en cada uno de sus papeles. Que nunca más volvieran a coincidir en estos roles en una misma película es algo que todos lamentamos; por suerte, sí aparecieron por separado en las dos magníficas secuelas que vinieron a continuación, ambas dirigidas con pulso maestro por Terence Fisher: Las novias de Drácula (Reino Unido, 1960), con Peter Cushing repitiendo en el papel de Abraham Van Helsing; y Drácula, Príncipe de las Tinieblas (Reino Unido, 1966), con Christopher Lee encarnando de nuevo al conde Drácula.
Los Desertores de Oxford Street (Algaida, 2018) es una novela que, en cierto modo, siempre he querido ver como esa película con mucho más tiempo y espacio en pantalla de Cushing y Lee, para así disfrutar en mayores dosis de la elegancia y charm del conde y también de la sabiduría y determinación de Van Helsing, donde aventura, misterio y terror se dieran la mano en una historia que, en el caso de mi libro, ofrece diferentes tramas y personajes, ficticios (Tom Sideways y Emily Tennant, por citar solo dos) y reales (ahí tenemos a Jules Verne y a Wyatt Earp), en torno a un tema siempre fascinante: el de los viajes en el tiempo.
En el otoño de 2009 Christopher Lee acudió al Festival de Cine Europeo de Sevilla para presentar la película Triage (Danis Tanovic, 2009), en la que compartía cartel con Paz Vega y Colin Farrell. Contemplar el elegante caminar de Lee pisando la alfombra roja (tan roja como la sangre de Drácula, habría que añadir) del festival, con su imponente metro noventa y seis de altura, es algo que queda para el recuerdo. Igual que verlo en su palco en la ceremonia de apertura del festival, sin duda lo mejor de aquella noche.
La idea de la novela empezó a fructificar a partir de ahí. En los siguientes años, entre libro y libro publicado, fui completando la estructura y los personajes hasta que, por fin, en 2015 empecé a escribirla.
Y ahora, en 2018, Los Desertores de Oxford Street llega a librerías y lectores.
Pero… ¿han escuchado eso? Sí, ese ruido que hace retumbar las ventanas. Son truenos. Y cada vez más fuertes. La tormenta se acerca a velocidad de vértigo. No es algo a lo que no se acostumbre uno aquí, en los alrededores de Bray. Estamos en 1959. Vemos a Terence Fisher hablar con el director de fotografía y el operador de cámara. La parte técnica parece preparada. Después Fisher se acerca al set, que representa el amplio salón de una mansión, con estanterías repletas de volúmenes que llegan hasta el techo, un cálido fuego en la chimenea y un misterioso Libro Negro que permanece en una urna de cristal. Peter Cushing y Christopher Lee hablan animadamente en el centro de la estancia; Cushing lleva un maquillaje que le ha envejecido notablemente mientras que Lee luce su impecable traje rematado con una larga capa oscura que intimida. Además, parece feliz. Quizá es porque el guion le regala numerosas líneas de diálogo, que sin duda domará con su poderosa voz, a diferencia de la anterior película. El director habla con ellos durante unos segundos. Todo parece listo para la escena. Ambos se sientan en los extremos de una mesa alargada. Fisher regresa a la silla que, fuera de plano, lleva su nombre. Mira la claqueta que sostiene un miembro del equipo y donde se puede leer el nombre de la película que están rodando: Los Desertores de Oxford Street. Sonríe. Y, a continuación, con la intensidad y seriedad que se le supone a un director de cine que rueda una película en Bray Studios para la productora británica Hammer, pronuncia una única palabra:
—Action!
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: