Johannus no necesita pisar Burgos, suficiente será con sentarse a comer morcillas en La Posada de Alfreddo Landa, un point obligado en la ruta Madrid-Bilbao.
Hasta nuestros días, artistas como Keef Richards viajaron los 200 kilómetros que separan Madrid de Burgos para deleitarse con las morcillas rellenas de cebolla y piñones que ofrecen a metros de la carretera, sin apenas desviarse de la carretera al norte.
A veces vivía de olvidarse, acaso por ciertos impulsos extraños y poderosos, una fuerza interior que terminaba por devorarlo en pedazos. No saber si una frase basta para invocar al diablo o expulsarlo. Pero algo lo rescataba, quizá el aroma de una mujer o de cientos de mujeres. Esa casi certeza de sentirse tocado por una caricia, una sonata, un anhelo, o preguntarse por un destino reencarnado. Tal vez una palabra o un objeto inanimado.
Cuando la memoria del cuerpo despierta, vuelven los viejos deseos y la sensación de tocar lo que se perdió. Johannus resucitaba de sus múltiples muertes en vida; ignoraba cuál sería la última: probablemente lo fuera la que vivía entonces.
Johannus piensa en Anthony Della Vega, que dejó un entrañable cadáver joven, aunque en regulares condiciones; Anthony es amado, pero no es un caso aislado de justicia poética, hay algo de piedad abominable en el fervor que provoca un cantante cadáver. A los hombres de letras, como Johannus de Burgos, se le permite madurar sin torturarles moralmente por ello…
Johannus ya vivió seis vidas, no lo supo hasta que La Clarividencia se lo dijo, mirándolo fijamente a los ojos. Herejía y hechicería, dos delitos que eran castigados con amputaciones por la justicia danesa.
“Eres un ser anciano” dijo La Clarividencia, en trance profético, “que ya vivió seis vidas y transita la última”. Estará advertido que en alguna de nuestras siete vidas somos asesinos, ante la duda, sin la certeza de no haberlo sido en alguna de las vidas anteriores, Johannus, debería tomar buena nota de ello.
La Clarividencia no caminaba, flotaba entre las mesas de la Posada, como una invitación al deseo.
Portadora de lágrimas, fornicó cuatro veces con el hombre invisible, acto seguido rompió a llorar.
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