El Cuqui, el Tente y unos amigos dieron un atraco por encargo hace mucho tiempo, pero algo salió mal. Ahora, el Cuqui ha cumplido su pena y vuelve al barrio para encontrarse con su pasado, con su presente, y con su viejo amigo. En la guerra que se va a desatar no habrá ni vencedores ni vencidos. Paco Gómez Escribano nos cuenta a continuación cómo escribió Cuando gritan los muertos (novela publicada por Alrevés que se presenta el jueves 15 en Madrid).
Una tarde fría de invierno, oscura como una conciencia sin referentes y húmeda como una broma barata en un barrio periférico de un Madrid de secano, setentera, pero tirando ya a ochentera, para más señas, un crío con pantalones de tergal, zapatos de suela de goma para el barro y trenca de las de botones de cuernos de plástico (con corchete en el cuello, que si no después vienen los catarros tontos) se planta bajo la cornisa de la papelería y observa ensimismado los tebeos y novelas prendidos con pinzas a unas cuerdas sobre un panel de madera de aglomerado forrado de plástico transparente para que el género no se eche a perder, que entonces llovía, no como ahora. Se fija en una novela porque le gusta la portada y el título, y porque ya ha leído algunas cosas de ese misterioso autor y le han gustado. A continuación registra sus bolsillos y confirma que lleva encima las suficientes pesetas para pagar el precio de la novela, pocas, pero no para un adolescente, hijo del barrio, que a veces ha tenido que abandonar la papelería con las manos vacías por falta de liquidez. Ese día ha habido suerte. La novela es una de Silver Kane que se titula Cuidad de vuestros muertos, perteneciente a la colección Punto Rojo de Bruguera (editorial de la enciclopedia que un año antes le han comprado sus padres a plazos, con mucho esfuerzo). El niño soy yo. Pago la novela, la escondo bajo la trenca para que la maldita lluvia que no cesa no la moje y me marcho, sin saber, entre otras cosas, que «Silver Kane» es el pseudónimo de un señor catalán que sin tardar mucho me va a hacer disfrutar bastante con su saga policial de Méndez; sin saber, entre otras cosas, que a este señor la censura franquista le ha cortado una carrera literaria prometedora; sin saber, desde la ignorancia que te daba tener catorce años en un postfranquismo inmediato, sin saber, decía, una mierda, entre otras cosas.
Algunos recordarán el escenario que acabo de describir, los más viejos. A los más jóvenes les sonará a batalla rancia, como lo serán las suyas cuando sus hijos sean jóvenes, que es ley de vida. En cualquier caso fue así como algunos de los de mi generación nos aficionamos a leer, con las novelas de kiosco que imitaban en la forma y en los contenidos a las pulps americanas de los años veinte. Sobre todo los niños pobres de barrios de aluvión, que era lo que mis amiguitos de los payasos de la tele, de tardes de Elena Francis y viernes nocturnos de 1,2,3, responda otra vez éramos. Por aquel entonces, ya he dicho, yo no sabía una mierda, ni mucho menos que el día de mañana, es decir, el hoy mismo que parece, por lo rápido, que ha llegado en Ferrari, yo sería escritor de novela negra.
Sin tiempo casi a paladearlos, a degustar esos periodos indeterminados de tiempo de entrenovelas (esta palabreja creo que me la acabo de inventar), a veces más largos de lo deseado, me encuentro con que se publica mi ya séptima novela, quién me lo iba a decir. Se integra dentro de la tradición (mi propia tradición) de novela negra de barrio que arrastro desde la primera de mis anteriores cuatro novelas. La trama y los personajes se van formando en mi cabeza poco a poco, como siempre, aunque en este caso (sin que pueda decir muy bien por qué) de forma más lenta (el proceso de creación es misterioso). Cuando gritan los muertos (Alrevés editorial), que así se titula mi última criatura, transcurre en la actualidad, si bien los hechos que se van a desarrollar en la misma son consecuencia directa de un pasado tan lejano ya en el tiempo como cercano en la mente de los personajes. Es decir, que vuelvo a situar una trama en el «tiempo de ahora», como ya lo hice en mi novela Lumpen y después de retroceder a principios de los setenta con Manguis y a los ochenta con Yonqui. Los protagonistas son el Cuqui, que sale del trullo en las primeras páginas de la novela para volver al barrio, y el Tente, que ya pagó con talego sus culpas y se encuentra en el barrio, que será el espacio en donde se encontrarán consigo mismos, con sus colegas vivos, con los recuerdos de sus colegas muertos y con unas sensaciones que actuarán como un gas comprimido a punto de estallar.
Fueron muchos los atracos por encargo que se cometieron en las décadas de los setenta y los ochenta. Los encargaban policías corruptos y los daban yonquis desesperados por conseguir pasta. En diversos y numerosos casos, las pequeñas bandas eran eliminadas y sustituidas por otras, para que no hubiera pistas de las que tirar. Lo del Cuqui y el Tente, que fueron junto a sus colegas muertos una de estas bandas, es ficción. Lo del Nani, pongamos por caso, no, todavía están buscándolo (su cadáver) ¿Dónde echarían tu cuerpo, Santi?
El barrio nos marcó a todos, a unos más y a otros menos, obviamente. En mi caso me salpicó más de lo que yo mismo sabía, ya que cuando estuve preparando Yonqui no era consciente de que el barrio, en determinadas épocas, con diversos personajes y en diversos espacios, iba a protagonizar el resto de las novelas que han venido después. Ahí es donde he encontrado yo mi tono narrativo (valga la cursilería que, en novela negra, ciertamente no se consiente ni una), supongo que debido a tantos años vividos en mi barrio (y los que me quedan, espero), Canillejas, y a mi predilección por ese subgénero dentro de lo negro que es la «crook story», o lo que es lo mismo (y en cristiano), las novelas protagonizadas por delincuentes y por personajes perdedores que bordean la línea de la legalidad, verdaderos habitantes del lumpen.
Cuando gritan los muertos es una novela negra en la que el drama flota como una losa pesada, pero en la misma proporción que el humor (humor negro, claro está), que la hace más llevadera. Como dijo el maestro Westlake (y esto ya para mis más frikis lectores), cuando escribo elijo una historia y el tono, y esto me lleva (no sin sobresaltos, los mismos que espero que sienta el lector [friki o no]) hasta un final que procuro que sea una bomba (que puede ser instantánea o que posea un mecanismo de relojería). Cuando gritan los muertos es mi última novela (hasta ahora, espero, porque tengo alguna más terminada y alguna que otra en proceso de maduración) y por tanto la que ahora mismo me mantiene más a la expectativa por ver cuáles son los resultados, por ver si gusta y si vende, que desgraciadamente son cosas distintas. Mi madre y mi chica dicen que la novela es un cañonazo. Yo digo que es la puta caña, pero claro, a ver qué voy a decir yo…
No somos na…
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Autor: Paco Gómez Escribano. Título: Cuando gritan los muertos. Editorial: Alrevés. Venta: Amazon y Casa del libro
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