En los comienzos del siglo XVII a. C. el volcán Thera, situado en las islas griegas de Santorini, a 800 Km del delta del Nilo, entra en erupción arrasando su entorno y acabando casi por completo con la fauna de la zona. La columna de cenizas volcánicas se elevó varios kilómetros hacia el cielo y los efectos sísmicos se percibieron en cientos de kilómetros alrededor de él. El clima cambió repentinamente y la región sufrió fuertes tormentas, lluvias torrenciales e inundaciones.
Inmediatamente, Moisés y Aarón fueron a decir al Faraón: «Así habla el Señor, el Dios de Israel: Deja partir a mi pueblo para que celebre en el desierto una fiesta en mi honor». Pero el Faraón respondió: «¿Y quién es el Señor para que yo le obedezca dejando partir a Israel? Yo no conozco al Señor y no dejaré partir a Israel». Ellos dijeron: «El Dios de los hebreos vino a nuestro encuentro y ahora tenemos que realizar una marcha de tres días por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios. De lo contrario él nos castigará con la peste o la espada». El rey de Egipto les respondió: «¿Por qué ustedes, Moisés y Aarón, se empeñan en apartar al pueblo de sus tareas? Vuelvan al trabajo que les ha sido impuesto».
Primera plaga: el agua se transforma en sangre
El Señor dijo a Moisés: «El Faraón está obstinado y se resiste a dejar partir al pueblo. Preséntate ante él mañana temprano, cuando salga para ir al río; espéralo a la orilla del Nilo, sosteniendo en tu mano el bastón que se transformó en serpiente, y háblale en estos términos: El Señor, el Dios de los hebreos, me envió a decirte: Deja que mi pueblo vaya a rendirme culto en el desierto. Pero tú no has querido obedecer. Por eso dice el Señor: ahora te demostraré que soy el Señor. Yo golpearé las aguas del Nilo con el bastón que tengo en la mano, y las aguas se convertirán en sangre. Los peces que hay en el Nilo morirán, y el río dará un olor tan pestilente que los egipcios no podrán beber sus aguas».
Aunque algunas teorías hablan de una posible contaminación de las aguas por algas tóxicas (marea roja), parece más fácil explicar este fenómeno a partir de la liberación de hierro del fondo del río debido a los fenómenos sísmicos derivados de la erupción del volcán Thera. Al entrar en contacto con el aire, el hierro se oxida, convirtiéndose en hidróxido.
Este compuesto se utiliza actualmente como pigmento en la industria de los cosméticos y como tintas de tatuaje. Tiene un intenso color rojizo y su presencia en el agua justificaría la apariencia de sangre.
El 28 de agosto de 1986 se produjo en el lago Nyos de Camerún un movimiento sísmico que ocasionó la liberación de hierro del fondo acuático. Como puede verse en la figura, las aguas se tiñeron de rojo.
En España tenemos también un ejemplo muy cercano en el Río Tinto de Huelva. Sus aguas son de tono rojizo como consecuencia de la oxidación de las piritas de hierro procedentes de los depósitos sobre los que transita.
Segunda plaga: las ranas
El Señor dijo a Moisés: «Preséntate ante el Faraón y dile: Así habla el Señor: Deja que mi pueblo vaya a rendirme culto. Porque si te niegas a dejarlo partir, haré que tu territorio quede totalmente plagado de ranas. El Nilo estará atestado de ranas, que subirán e invadirán tu palacio, tu dormitorio y hasta tu mismo lecho; se meterán en las casas de tus servidores y en las de tu pueblo, en tus hornos y utensilios de cocina. Y llegarán incluso a trepar sobre ti, sobre tus servidores y sobre tu pueblo».
El hidróxido de hierro es muy contaminante y venenoso en altas concentraciones. La contaminación de las aguas por este compuesto acabaría con todos los animales acuáticos, salvo los anfibios, que encontrarían su salvación escapando a tierra.
También puede explicarse esta plaga a partir del conocido fenómeno de lluvia de ranas. Tras un episodio sísmico y en determinadas condiciones meteorológicas, el viento es capaz de recoger pequeños animales del agua y transportarlos a grandes distancias.
Un hecho así acaeció en Singapur el 16 de febrero de 1861. Tras sufrir un terremoto, los habitantes de esa ciudad se encontraron por el suelo miles de peces y anfibios.
Testimonios de lluvia de ranas, serpientes, peces y cangrejos se cuentan por decenas.
El Señor dijo a Moisés: «Da esta orden a Aarón: Extiende tu bastón y golpea el polvo del suelo, para que se transforme en mosquitos (algunas traducciones interpretan «piojos» en lugar de «mosquitos») a lo largo de todo Egipto». Aarón extendió la mano empuñando su bastón, golpeó el polvo del suelo, y en seguida, nubes de mosquitos se lanzaron contra la gente y los animales. Todo el polvo del suelo se transformó en mosquitos, a lo largo de todo el país. Los magos intentaron producir mosquitos, valiéndose de sus artes secretas, pero no lo consiguieron. Los mosquitos atacaron a hombres y animales. Entonces dijeron al Faraón: «Aquí está el dedo de Dios». A pesar de esto, el Faraón persistió en su obstinación y no los escuchó, como el Señor lo había predicho.
El Señor dijo a Moisés: «Mañana temprano, cuando el Faraón salga para ir al río, preséntate ante él y dile: Así habla el Señor: Deja que mi pueblo vaya a rendirme culto. Porque si te niegas a dejarlo partir, yo enviaré contra ti, contra tus servidores, tu pueblo y tus casas, una invasión de tábanos (algunas traducciones hablan de moscas). Las casas de los egipcios y el suelo donde ellos habitan quedarán atestados de tábanos. Pero al mismo tiempo, haré una excepción con la región de Gosen, donde reside mi pueblo. Allí no habrá tábanos, para que sepas que yo, el Señor, estoy en medio de este país. Yo haré una distinción entre mi pueblo y el tuyo. Este signo sucederá mañana».
Un entorno insalubre es la causa más frecuente de las plagas de insectos, debido a que la materia en descomposición constituye un alimento perfecto y forma además un ecosistema ideal para su reproducción.
La ausencia de agua descontaminada y los cuerpos de peces y otra fauna muerta provoca la proliferación masiva de insectos.
Quinta plaga: muerte del ganado
El Señor dijo a Moisés: «Ve a presentarte ante el Faraón y dile: Así habla el Señor, el Dios de los hebreos: Deja que mi pueblo salga a rendirme culto. Porque si te resistes a dejarlo partir y sigues reteniéndolo, la mano del Señor enviará una peste mortífera contra el ganado que está en los campos: contra los caballos, los asnos, los camellos, los bueyes y el ganado menor».
Los insectos transmiten enfermedades y son causa frecuente de plagas entre el ganado. Por lo que describe la Biblia bien podría interpretarse lo sucedido como un episodio de peste bovina o de ántrax.
Los tábanos y moscas transmiten la bacteria que causa la enfermedad del ántrax (Bacillus anthracis), además de otros muchos virus y agentes patógenos. Como todos sabemos, sus objetivos preferidos son el ganado vacuno, los camellos y los equinos.
Las esporas del ántrax se encuentran de forma natural en la tierra y pasan al ganado cuando ingieren hierba o agua contaminada. La propagación de una epidemia es relativamente fácil cuando proliferan los insectos portadores y sus consecuencias son siempre (especialmente en aquella época) devastadoras para la ganadería.
El Señor dijo a Moisés y a Aarón: «Recojan unos puñados del hollín que se forma en los hornos, y que Moisés lo arroje hacia el cielo, en la presencia del Faraón. Ese hollín se convertirá en un polvo que se expandirá por todo el territorio de Egipto y producirá úlceras purulentas en los hombres y en los animales». Ellos recogieron el hollín y se presentaron ante el Faraón. Moisés lo arrojó hacia el cielo, y tanto los hombres como los animales se cubrieron de úlceras.
Las esporas de ántrax se propagan por el aire (Ese hollín se convertirá en un polvo que se expandirá por todo el territorio de Egipto) e infectan al individuo cuando se inhalan, ingieren o penetran en el organismo a través de heridas o rasguños. Una de las manifestaciones de la enfermedad es el ántrax cutáneo, cuyos síntomas, en su fase más avanzada, incluyen la aparición de úlceras rodeando un centro de color negro que se convierte luego en ampollas e hinchazón.
La contaminación humana por ántrax es relativamente frecuente cuando existe una convivencia cercana de personas con animales infectados.
Séptima plaga: lluvia de granizo y fuego
Entonces el Señor dijo a Moisés: «Extiende tu mano hacia el cielo, y que caiga el granizo sobre la gente, los animales y la vegetación que crece en los campos, en todo el territorio de Egipto». Moisés extendió su bastón hacia el cielo, y el Señor envió truenos y granizo. Cayeron rayos sobre la tierra, y el Señor hizo llover granizo sobre Egipto. El granizo y el fuego que formaba remolinos en medio de él, se precipitaron con tal violencia, que nunca hubo en Egipto nada semejante desde que comenzó a ser una nación.
Las erupciones volcánicas suelen venir a menudo acompañadas aparatosos fenómenos eléctricos. Es lo que se denomina tormenta sucia.
La fricción de las cenizas volcánicas entre sí y con otras partículas desprendidas durante una erupción hace que se carguen fácilmente de electricidad estática, como cuando frotamos un bolígrafo contra la manga de la camisa. Las cargas de distinto signo se separan y dan lugar relámpagos, rayos y a aparatosos fenómenos eléctricos.
Esas mismas partículas, al ascender por encima de los 10.000 metros, provocan la condensación de la humedad sobre ellas, formando piedras de hielo que se conocen como hielo volcánico.
Octava plaga: las langostas
El Señor dijo a Moisés: «Extiende tu mano sobre el territorio de Egipto, para que las langostas invadan el país y devoren toda la vegetación que dejó el granizo». Moisés extendió su bastón sobre el territorio de Egipto, y el Señor envió sobre el país el viento del este, que sopló todo aquel día y toda la noche. Cuando llegó la mañana, el viento ya había traído las langostas.
Las langostas son insectos solitarios que sin embargo tienden a agruparse en épocas de apareamiento. En ocasiones pueden llegar a reunirse colonias de 40 y hasta 80 millones de insectos, ocupando superficies de más de 1000 Km2. Son muy frecuentes alrededor del delta del Nilo.
Se muestran especialmente activos cuando abundan las lluvias y sopla fuerte viento, lo que podría explicar sin dificultad el episodio de la octava plaga.
Novena plaga: las tinieblas
El Señor dijo a Moisés: «Extiende tu mano hacia el cielo, para que Egipto se cubra de una oscuridad tan densa que se pueda palpar». Moisés extendió su mano hacia el cielo, y una profunda oscuridad cubrió todo el territorio de Egipto durante tres días. Todo ese tiempo estuvieron sin verse unos a otros y sin que nadie pudiera moverse de su sitio. Pero en las viviendas de los israelitas había luz.
La nube de cenizas del Thera cubrieron los cielos durante días en cientos de kilómetros alrededor del volcán.
Este fenómeno no es extraño tras grandes erupciones volcánicas. Tenemos aún fresco el recuerdo del volcán Eyjafjallajökull en Islandia, cuya erupción paralizó en 2010 el tráfico aéreo en Europa a causa de la nube de cenizas que levantó hacia la estratosfera.
También podemos hablar en estos términos del volcán Tambora (Indonesia), cuya erupción en 1815 causó una enorme nube de cenizas que ocultó el sol durante meses.
También se podría relacionar esta novena plaga con el eclipse total que se registró en el delta del Nilo el 5 de marzo del año 1223 a.C., aunque evidentemente no cabría entonces hablar de tres días de oscuridad.
Décima plaga: muerte de los primogénitos
Moisés dijo: «Así habla el Señor: Hacia la medianoche, yo saldré a recorrer Egipto, y morirán todos sus hijos primogénitos, desde el primogénito del Faraón, el que debe sucederle en el trono, hasta el primogénito de la esclava que maneja la máquina de moler, y todos los primogénitos del ganado. Entonces resonará en todo Egipto un alarido inmenso, como nunca lo hubo ni lo habrá jamás. Pero contra los israelitas –ya sean hombres o animales– ni siquiera ladrará un perro, para que ustedes sepan que el Señor hace una distinción entre Israel y Egipto. Luego vendrán todos tus servidores a inclinarse ante mí, y me dirán: ‘¡Váyanse, tú y el pueblo que está bajo tus órdenes!’. Después me iré». Y lleno de indignación, Moisés se alejó de la presencia del Faraón.
Explicar por qué pueden fallecer de forma selectiva solo los primogénitos egipcios parece complicado, pero en realidad no lo es.
En 1986 sucedió en el lago Nyos de Camerún uno de los mayores desastres naturales conocidos. Más de 1800 personas perecieron mientras dormían, en un radio de 25 Km alrededor del lago. El desastre fue debido a una emanación de dióxido de carbono procedente del fondo, probablemente liberada por algún movimiento sísmico. Este fenómeno es conocido como erupción límnica o fenómeno del lago explosivo.
Previamente, en 1984, un suceso similar acaeció también en Camerún, en el lago Monoun, causando en aquella ocasión 37 víctimas mortales.
El dióxido de carbono es un gas letal más pesado que el aire, por lo que se acumula en forma de niebla blanca a ras de suelo que se desplaza impulsada por el viento antes de desaparecer en la atmósfera. Todo aquel que lo inhala fallece casi sin darse cuenta.
Los fenómenos sísmicos que acompañaron a la erupción del Thera pudieron provocar la liberación de bolsas de dióxido de carbono acumuladas en el fondo del Nilo, causando la muerte por asfixia de todo aquel que inhalase el gas.
La nube blanca del gas letal afectó a los que dormían a ras de suelo, en la planta baja de los edificios, privilegio que correspondía solo a los primogénitos egipcios.
La salida de Egipto
Esa misma noche, el Faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: «Salgan inmediatamente de en medio de mi pueblo, ustedes y todos los israelitas, y vayan a dar culto al Señor, como lo habían pedido. Tomen también sus ovejas y sus vacas, puesto que así lo quieren, y váyanse.
Cuando informaron al rey de Egipto que el pueblo había huido, el Faraón y sus servidores cambiaron de idea con respecto al pueblo, y exclamaron: «¿Qué hemos hecho? Dejando partir a Israel, nos veremos privados de sus servicios».
Entonces el Faraón hizo enganchar su carro de guerra y alistó sus tropas. Tomó seiscientos carros escogidos y todos los carros de Egipto, con tres hombres en cada uno. El Señor endureció el corazón del Faraón, el rey de Egipto, y este se lanzó en persecución de los israelitas, mientras ellos salían triunfalmente.
Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte viento del este, que sopló toda la noche y transformó el mar en tierra seca. Las aguas se abrieron y los israelitas entraron a pie en el cauce del mar, mientras las aguas formaban una muralla a derecha e izquierda. Los egipcios los persiguieron, y toda la caballería del Faraón, sus carros y sus guerreros, entraron detrás de ellos en medio del mar.
Moisés extendió su mano sobre el mar y, al amanecer, el mar volvió a su cauce. Los egipcios ya habían emprendido la huida, pero se encontraron con las aguas, y el Señor los hundió en el mar.
En su huida de las tropas egipcias, los israelitas encuentran frente a sí la barrera del Mar Rojo.
Este mar, ubicado en la península del Sinaí, tiene 2250 Km de longitud, 354 Km de anchura y una profundidad media de 600 m. Atravesarlo, contando incluso con la intervención divina, no parece tarea fácil.
No todos tienen claro que los israelitas cruzaran el mar Rojo. Algunas teorías apuntan a un error en la transcripción del texto sagrado y señalan que la traducción correcta debería ser Mar de los Juncos. El problema es que esto pondría en entredicho el relato, ya que los juncos solo crecen en agua dulce y no existía una masa de agua de esas características en el camino de los israelitas. Esto es de nuevo motivo de polémica entre escépticos y creyentes.
En cualquier caso, tratando de explicar bajo perspectiva científica el relato bíblico, una separación repentina de las aguas con un violento regreso posterior encaja perfectamente con la descripción de un tsunami.
Ni que decir tiene que la teoría del volcán Thera como causa de los sucesos relatados en el Éxodo ha sido cuestionada y puesta en tela de juicio por los más fieles seguidores del libro sagrado. Sus argumentos son estos:
- La erupción del volcán Thera (1620 a. C.) no es consistente en fechas con la datación del Éxodo según los textos sagrados (1440 a. C. según el Libro de los Reyes).
- El volcán y el delta del Nilo están a una distancia considerable (800 Km) y en consecuencia no parece justificable que pudiera tener un impacto tan notorio en la zona.
- Según el relato bíblico, todas las calamidades que potencialmente pudieran ser atribuidas al volcán afectaron solo a los egipcios.
- También según la versión de la Biblia, en ningún momento el faraón tuvo duda alguna acerca del origen divino de las plagas. Nunca manifestó sospechas acerca de posibles causas naturales.
- En el texto sagrado se hace referencia en más de una ocasión (octava plaga y separación de las aguas del mar Rojo) a un fuerte viento del este como arma ejecutora de la acción de Dios. El Thera está al noroeste de donde sucedieron los hechos.
Evidentemente, nuestra pretensión no ha sido juzgar aquí la intervención divina en estos acontecimientos. Tan solo hemos intentado buscar razones científicas que pudieran explicarlos. Ambos planteamientos son, por otro lado, perfectamente compatibles (Los caminos del Señor son inescrutables).
Que coincidencia que todos ocurran en los mismos días y que todos hayan sido explosión sigan creyendo que es volcán
Aun cuando fuera todo por las causas científicas explicadas todo esto fue creación de Dios y movido por su mano todo lo que ocurrió, me encantó leerlo y pensar que tal vez no puso sangre directamente en el mar, creo las causas, tal vez no lanzó el fuego y los insectos desde sus manos, pero los hizo llegar a donde debían para hacer creer a todo el que vio, a todo el que vivió y sintió su poder y el amor por su pueblo que los llevó a la libertad, porque Dios si puede hacer todo pero en su inmensa sabiduría lo hace todo de la forma perfecta, en el momento perfecto y con un propósito claro.