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Las niñas de Cádiz, de David Monthiel

Las niñas de Cádiz, de David Monthiel

Las niñas de Cádiz, el nuevo libro de David Monthiel, publicado por El Paseo, es una novela donde se mezclan el mito de la mujer fatal, el turismo y sus vividores, la gentrificación, los viajeros románticos y sus idealizaciones, el tráfico de drogas y de personas… Zenda ofrece un adelanto de este caso veraniego del detective Bechiarelli.

JULIO. El hijo adoptivo

1. Conde Orelli

—Levante en calma.

La calor, femenina y pegajosa, había dibujado dos sombras bajo las axilas de un Bechiarelli que dormitaba frente al zumbido de un ventilador desportillado.

La oficina estaba bañada por la luz de las doce del mediodía. Apenas circulaba la corriente entre el ventanuco, que daba a un patio de luces de una vieja finca, y el portón de chapa de aquel angosto local de humedades en la calle Bendición de Dios. Un local en el que se guardó, durante muchos años, la terraza de un bar.

El detective, en su reforma tras su exilio y un préstamo que no le quitaba el sueño, había habilitado dos estancias. La primera con un mobiliario de oficina de saldo que parecía el despacho de una asociación de vecinos o una gestoría castiza. Sillas de oficina viejas y de distintos padres, mesa de formica, fichero oxidado con pegatinas de un equipo de fútbol base. Una estantería mellada de libros de lance. Un metro cúbico de periódicos viejos. Su titulación enmarcada y colgada de una alcayata gitana junto a un calendario de Mudanzas Poli. Detrás de una suerte de biombo de madera contrachapada se escondía la segunda. Era un reservado con un catre, una vetusta nevera, una cocina eléctrica, una cómoda viejísima y el cuartito del retrete.

Bechiarelli abrió los ojos y respiró como un apneísta al salir de las profundidades del océano. Arrugó la nariz.

—Cómo apesta el bajante, carajo.

Se desperezó. Celebró el gol de la pereza. Hojeó un diario de hacía dos días con el escaso interés del que va a encontrar las mismas noticias de siempre, pero en su versión estival. El levante. La calor. Apoteosis de la mejor playa del sur. Crónicas de conciertos. Estadística de visitas, de licenciados contratados como camareros y plazas de hotel ocupadas.

Enumeró las posibilidades de ocio, quimeras para su maltrecha economía: la semana cultural de La Salle-Viña. El carnaval de verano. La pretemporada del Cádiz. Las ferias. Los jueves flamencos. El autor local y el folletón para la playa. Los veraneantes. Los sevillanos. Los madrileños. Su dinero. El Trofeo Carranza. El Tour. Se topó con un amplio publirreportaje de los cuatro cruceros cargados de turistas que habían atracado en el muelle.

Lo único fuera de lugar entre las noticias: la muerte súbita de un bebé de siete meses. Bechiarelli leyó la noticia incómodo debido a las suspicacias del periodista. El bebé vivía con su madre en unos pisos ocupados por familias sin recursos que llamaban Corrala Barriada. Sin luz ni agua.

—Qué pena, joé.

Los sucesos se completaban con la intervención de cuatro toneladas de hachís en un estero de Chiclana.

—Qué desperdicio.

Bicheó las esquelas sin resultado de conocidos. Estudió con enojo, en la previsión, la dirección del viento y las temperaturas. Se consoló pensando en la flama que soportaban las criaturitas del interior de la Baja Andalucía. Hojeó la programación de televisión con el vano interés del que carece de aparato. Lo dejó en la columna de periódicos viejos que, a veces, llamaba su fuente de información.

Pasaron quince minutos de ventilador.

Se preguntó si aún le quedaría algo de los avíos del fumeteo que tenía olvidados desde el caso del punteao. Desistió. Que luego lo único que hago es estar jumao, se aleccionó.

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Autor: David Monthiel. Título: Las niñas de Cádiz. Editorial: El Paseo. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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