Zenda presenta a Charlotte Van den Broeck, una voz poética que con solo dos libros se está afianzado como una de las voces más originales de la actual poesía europea.
Nacida en 1991 en Turnhout (municipio belga de la provincia de Amberes), se licenció en lengua y literatura angloalemana en la Universidad de Gante. Sus estudios musicales relacionados con la palabra en el Conservatorio de Amberes han resultado fundamentales en la concepción de su estilo poético, en su convicción de que los versos deben salir de la página y subir al escenario para ser expresados a viva voz, con sus ritmos.
Camaleón, su primer poemario, lo publicó en su país en 2015 (Premio Herman de Coninck Debut, 2016) y ahora llega a las librerías españolas de la mano de la editorial De Conatus, traducido por Ronald Brouwer.
“Nunca podría decir en un escenario o en un escrito que estoy triste o feliz. Bueno, tal vez podría, pero no lo consideraría del todo verdadero. Pero con un poema podría ser capaz de transmitirlo de manera más cercana. La poesía es una intrincada senda de circunvalación del lenguaje”, ha dicho Van den Broeck.
Camaleón está dividido en tres partes: “La cruz roja en el mapa del tesoro”, “Discovery Channel” y “El origen”. En este libro sobre la búsqueda de la identidad y del ritmo hay una niña que crece, un amante entre las sábanas, unos abuelos que no son lo que parecen y una madre de la que todo emerge.
Asidua en festivales de poesía de todo el mundo con sus “performances”, la autora fue elegida para inaugurar la Feria del Libro de Frankfurt en 2016 (con los Países Bajos y Flandes como invitados de honor), en compañía del escritor holandés Arnon Grunberg. En 2017 publicó su segundo poemario, Nachtroer, una indagación en el dolor físico de la separación de dos amantes.
Camaleón (I)
La habitación coge fiebre y la noche es la manta de retales. Primero el reclamo después los temblores, así aguardamos las espaldas vueltas el uno hacia el otro.
Dos arcos tensados.
Yo podría, sí, aplastar tu espina dorsal
como plástico de burbujas.
Probablemente acabemos por perder toda sustancia aquello que en las cosas cambiantes es permanente pero todo cambia y nada
sigue igual a sí mismo, también nosotros
nos volvemos distintos, más lentos
nos salen escamas en las paletillas.
Enroscamos cada uno la lengua, llenamos la boca
de un disoluto callar. En el terrario la camaleona arde en silencio. Va tomando el color de unas mejillas después de copular
de hombres que en vacaciones solo escriben postales a su bar habitual. Un rojo tal que hace que cualquier tonalidad parezca pudor.
Bucarest
Algunos lugares son tan pequeños
que caben en la punta de un dedo.
Trato de señalar dónde fue todo
pero apenas yo misma me acuerdo.
Entre los cascotes del olvido se erige la estantería
de mi abuelo y la tarde del domingo
cuando juntos leíamos el atlas, su dedo
sobre la capital de Rumanía.
Allí tenían, dijo, «una espléndida colección de putillas»
y pensé que una puta sería algo así como la Torre Eiffel
y le eché en cara que nunca me trajera
una versión en miniatura de alguna de ellas.
Luego se vio que fronteras y abuelos son relativos
tan solo aquella tarde figura con letras en relieve
en las páginas del atlas, como la tarde del día
en que aún me pareció un excelente guía.
Tarta Charlota
Cuando te diste la vuelta y en vano intentamos
todavía hacer un postre con nuestras piernas de flan
supe que hacía tiempo que allí no me soportabas.
Y eso que me presento en multitud de sabores:
―Charlota con helado espumoso de frambuesa.
―Charlota con naranja y jalea de menta.
―Charlota navideña.
―Charlota de licor de huevo.
―Charlota de jamón a la borgoñesa.
¿Que no?
Entonces intenté bobamente romántica
contar las pecas en tu paletilla izquierda,
eran muchas y me perdí, cuando ya ni siquiera
nos dábamos los buenos días, luego dejaste
de decirme «hola», me llamaste comida basta
para consumir entre potaje y patatas, criada
y sacrificada en una granja McDonald’s que hace
de hermosas terneras hamburguesas baratas.
Soy tu big-and-tasty-quarter-pounder-bbq-bacon-
southern-style-crispy-chicken-
premium-grilled-double-cheeseburger.
¿Te gusto?, ¿quieres repetir?
Cuando me río,
cambia el contorno de mi cara,
míralo.
No sé qué encuentras más estético,
pero la felicidad es realizable
según determinadas secciones de las librerías
así que ponte a amasar mi cara
y dale la forma que sea
hasta que se parezca a la máscara de tu comedia.
Soy menos trágica de lo que piensas.
Vivienda social
Mi abuela se pone en la despensa
a escondidas la alianza de su primer matrimonio.
Si dejas algo sin verbalizar,
no tiene por qué haber sucedido.
A lo largo de los años aprendió a ajustarse
a la semántica del silencio, se calló
al ritmo de su incesante máquina de coser
acortar, alargar, entallar, anhelar
de vez en cuando meterse en la despensa
para ver si el pasado todavía aprieta el dedo.
«Nuestro» es únicamente un pronombre posesivo, una casa
construida con un lenguaje de un sinfín de nombres alternativos.
Es difícil habitar en siete letras.
Te deja poco espacio.
Genealogía
Una lengua lame un dedo, el viento
solo lo roza por un lado
el dedo remueve la resina del regazo
punza las membranas
y yo me impongo al mundo.
Más tarde en los vestuarios señalo
acusaciones a los niños con ombligo hacia fuera
por llevar todavía un trocito de madre
y la madre es una piedra. Se hundirán
en la piscina, pero eso no lo voy a decir.
Así nos ensartamos unos con otros
con los residuos de ámbar gris de un cuerpo anterior.
Yo no estoy adherida a nada.
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Autor: Charlotte Van den Broeck. Título: Camaleón. Editorial: De Conatus. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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