Últimamente llegan a mis manos libros centrados en la violencia en algún país de Latinoamérica. Algunos por interés mío, otros porque me los han regalado, pero durante unas pocas semanas he leído varios que giran alrededor de ese tema, cada uno a su manera. Sin habérmelo propuesto, además, cada libro es de un autor o autora de un país diferente.
- Pelea de gallos, de María Fernanda Ampuero (Ecuador)
- La noche de los alfileres, de Santiago Roncagliolo (Perú)
- Una sola muerte numerosa, Nora Strejilevich (Argentina)
- Sprinters, de Claudia Larraguíbel (Chile)
- Las tierras arrasadas, Emiliano Monge (México)
Revisando esta breve lista me pregunto si son más impactantes aquellas narraciones basadas en la experiencia del escritor. Aunque para hacer esa pregunta tendríamos que definir la palabra experiencia: ¿podemos introducir en ese concepto, en pie de igualdad, a quien ha sufrido la violencia y a quien ha sido testigo de ella? Evidentemente no. Por otro lado, una narración no explícitamente autobiográfica puede esconder un fragmento de la propia vida, más o menos disfrazado, de quien la escribe.
Como últimamente me han invitado varias veces con E. a hablar sobre violencia en la literatura (en la librería Alberti, en Jarcha, en Salamanca Negra) y como puede que no sea la última vez, tomo unas notas rápidas sobre estos libros, que me podrían servir en el futuro.
El único libro de estos cinco que sé con seguridad que es autobiográfico es Una sola muerte numerosa. Secuestrada y torturada durante la dictadura chilena, con un hermano desaparecido, Strejilevich cuenta en su novela la brutalidad sufrida, y lo hace rompiendo en pedazos la línea narrativa, componiendo una imagen fragmentada, con un lenguaje que también se rompe y se recompone para intentar expresar lo inexpresable. La herida revelada mediante un lenguaje lacerado.
En Sprinters hay fragmentos autobiográficos, en los que la autora narra sus investigaciones sobre la colonia Dignidad y sobre la vida en aquella secta fundada por un nazi, que también fue noticia por los abusos sexuales que sufrieron sus miembros, incluso siendo niños. Pero si la narración de esa investigación articula la historia, ésta se mezcla con fragmentos del guión de una película que nunca se llegó a rodar y con imágenes del story board, generando una tensión narrativa que nunca pierde el equilibrio.
La noche de los alfileres narra un secuestro de una profesora perpetrado por sus alumnos y crea inquietantes relaciones entre la violencia de esos jóvenes, una violencia no premeditada, que a ratos ni siquiera ellos mismos toman del todo en serio, con la violencia ambiental en unos años en los que los atentados terroristas, las actividades guerrilleras y los asesinatos cometidos por el ejército dominan la vida de los peruanos. También muy interesante cómo la presión del grupo va llevando a los muchachos a actos de los que no se habrían creído capaces.
Los relatos contenidos en Pelea de gallos son dolorosos, todos, sin excepción. Aquí no se habla de violencias cometidas en el contexto de ideologías políticas, sino, sobre todo, de los horrores que puede albergar la familia. Las víctimas son casi siempre mujeres, los perpetradores hombres. El padre, el hermano, el vecino. La violencia física y sicológica y el abuso sexual forman un único tejido. La destrucción que operan sobre el cuerpo y la mente de las mujeres es aterradora.
Las tierras arrasadas también están surcadas por la violencia. Los protagonistas sobreviven haciendo daño, asesinando, torturando, porque de otra manera serían ellos las víctimas, más bien, ya lo han sido y de niños y eso parece haberlos insensibilizado ante el dolor ajeno. Aquí se muestra cómo la violencia va generando ondas que lo alcanzan todo. Cuando ser víctima o verdugo es la única opción, es tentador elegir lo segundo. Y eso no te vuelve un monstruo, aunque tus actos sean monstruosos. Un acercamiento a la violencia que evita la moralización fácil, el consuelo que nos ofrece poder separar a los malos de los buenos.
Me acuerdo ahora, por asociación, de un libro que leí hace años, Random Acts of Senseless Violence, de Jack Womack, una de las novelas de ambiente distópico que más me han gustado. Creo que sigue sin traducirse al español y me extraña que ningún editor se haya lanzado a hacerlo.
Converso en la Biblioteca Nacional con Pilar Adón. El mes pasado Marta Sanz conversó conmigo, presentando mi obra, y ésta soy yo quien presenta la de Pilar, dentro del ciclo Encadenados, en el que un autor elige a otro para presentarlo.
Me resulta difícil pensar en una escritora o escritor tan distinto de mí como Pilar Adón. Por eso me interesaba tanto adentrarme en sus libros y presentarlos. Esas atmósferas que crea, distantes y al mismo tiempo extraordinariamente detalladas (lo mismo podríamos decir de sus personajes), son, creo, parte importante de la fascinación que ejerce su literatura.
De pronto me doy cuenta de que no he escrito nada sobre las ferias de Veracruz y León (México) ni sobre la de Buenos Aires, que acabo de visitar. Como si el ajetreo de esos días me hubiese quitado el reposo necesario no ya para escribir, incluso para pensar.
Cuando hice la gira del premio Alfaguara la decisión más inteligente que tomé fue la de escribir un blog del viaje, Larga distancia, que me fue publicando Winston Manrique en la sección que dirigía en El País, Papeles perdidos. Aunque podría parecer que lo último que necesitaba en aquella vorágine era una obligación más, el hecho de tener que detenerme cada día unos minutos, por pocos que fuesen, a pensar lo que había hecho y lo que me había llamado la atención, fue una especie de ancla que me centraba y apaciguaba. Luego aquel blog se volvió sedentario y lo dediqué a libros que me interesaban aunque hubiesen sido publicados varios años atrás.
Quizá debería retomar ese hábito en cada viaje de características similares que realice en el futuro. Haré la prueba este verano.
Empieza la Feria del Libro de Madrid. El año pasado estaba ya escribiendo Esto no es un blog y le dediqué dos entradas no muy entusiastas (1 y 2). A ver si este año me voy con mejor sabor de boca.
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