Seguimos con esta novela visual por entregas que se llama Ciudades para a(r)mar. Vuelve Nicaragua a este blog, que otra vez se carga de razones para denunciar la sinrazón de Daniel Ortega en su camino al infierno tan temido de la guerra civil y de la dictadura. Recojo este fragmento del prólogo de Caballero Bonald en el que vuelve a hablar de Daniel Modzinski: «El artífice de esta aventura es, antes que un fotógrafo al uso, una especie de fotógrafo ambulante que va descubriendo rastros perdidos de la naturaleza, fragmentos inéditos de la vida. Sabe dónde encontrar la marca oculta de esas informaciones medio olvidadas en los devanes de la memoria y, sobre todo, conoce que su función no es la de fijar el aspecto exterior de una realidad sino la de ahondar en la raíz secreta de esa realidad».
Managua. Nicaragua
En 1977 Julio Cortázar publicó Alguien que anda por ahí, un libro de cuentos en el que incluyó uno sobre Nicaragua: «Apocalipsis en Solentiname». Siete años después escribió una ferviente adhesión titulada Nicaragua tan violentamente dulce.
En 1979, tras el triunfo de la revolución sandinista, yo escribí este poema en el que manifiesto mi deseo de cambio en la tierra de Rubén Darío, Claribel Alegría, Sergio Ramírez, Ernesto Cardenal y Gioconda Belli.
CARTA
Si usted va un día a mi tierra, compañero,
salúdeme al gigante Momotombo
calladito y orillero en el espejo azul
del Managua.
Tráigame un puñado de nuez de coco
y no se olvide de agradecer tanto bueno
por sus cedros, guayabo y palo rosa.
Recuérdese caminar sin prisas
por las amables calles de León
y Chinandega. Tómese café.
Cuénteme después que han dejado en paz
a los nicas, que no queda un solo yanki
acechando entre algodones
y a la palabra belicoso está creciéndole
el musgo del olvido.
Estaré esperando sus noticias.
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