Un inexplicable olvido, desconocimiento o prejuicio editorial ha mantenido Parentesco, de Octavia E. Butler, sin traducir al español durante casi cuarenta años. Inexplicable porque se trata de una magnífica novela que incluso se estudia como texto de debate en los programas de enseñanza de EEUU. Por otra parte, la adaptación cinematográfica de Mudbound, de Hillary Jordan, ha propiciado su aparición en nuestra lengua. Tanto Parentesco como Mudbound ofrecen sendas miradas al racismo desde perspectivas feministas matizadas por las circunstancias de cada autora y por las distintas épocas en que fueron escritas. El 1979 de Butler, año en que consigue dedicarse exclusivamente a la literatura, difiere mucho del 2008 en que Jordan da a la imprenta su primera narración.
Octavia E. Butler (1947-2006) ya era una escritora fogueada en 1979, con tres entregas publicadas de su pentalogía Patternmaster y un prestigio ya consolidado en la ciencia ficción. Hay quien compara su literatura con la de Ursula K. LeGuin por el tratamiento de temas comprometidos como el lugar en el mundo de la mujer y la igualdad de géneros. Pero en Butler influye, además, la visión de estos problemas a través del filtro de la raza. Mujer, autora de ciencia ficción y afroamericana son factores que confluyen en Parentesco de forma determinante para la construcción de una historia que trasciende al subgénero de viajes en el tiempo para adentrarse de lleno en cuestiones de hondo calado social y humano.
Años 70 del siglo XX. California. Dana y Kevin, una joven pareja interracial de negra con blanco, comienzan a instalarse en lo que será su nuevo hogar tras superar una etapa de sus vidas de esfuerzos, trabajos basura y prejuicios por parte de ambas familias. El entusiasmo, la felicidad y el amor son constantes en la experiencia compartida. Pero la idílica existencia se trunca de forma insospechada cuando Dana comienza a desvanecerse literalmente, esto es, que a los síntomas de desmayo físico se unen otros más alarmantes, cuando la muchacha se traslada involuntariamente a más de un siglo en el pasado. Dana aparece en 1850 en el territorio de Maryland en medio de una plantación esclavista. En ese primer cronoviaje tiene que salvar a un niño de una muerte segura en un río. Solo permanecerá en el pasado unos minutos, hasta que el pequeño se encuentra fuera de peligro, pero Dana ya regresará a su tiempo marcada.
Todo indica que la traslación cronológica se efectúa cuando Rufus, el niño blanco a punto de perecer ahogado y futuro dueño de la plantación, se encuentra en trance de muerte. Esta predisposición a la autodestrucción hace que Dana conozca a Rufus en distintos momentos cruciales de su existencia y asista como una persona más a los acontecimientos de una hacienda esclavista del Sur antes de la Guerra Civil que llevó a los negros a la libertad.
En ese panorama desolador Dana tiene que mimetizarse para pasar por una esclava, a pesar de gozar de ciertos privilegios, al ser una garantía de vida para ese ser ambiguo, despreciable, cobarde, vil y violento. Y tiene que mantenerle vivo porque Rufus es su antepasado y sin su concurso no existiría su estirpe de negros nacidos en la esclavitud y orgullosos de haber superado tanto odio.
La visión de Dana, que es la de Butler, de aquellos tiempos impíos es tremebunda, doblemente terrorífica por ser una mujer quien la padece y muy didáctica a la hora de explicar el mecanismo del miedo. ¿Qué se puede hacer ante un látigo lacerante manejado por manos expertas? ¿Cómo impedir la venta de tus hijos, de tu mujer o de tu marido si las leyes bastardas lo permitían? Dana nos brinda una crónica lúcida y desesperada de una época malvada en la que la cordura desapareció de la faz de aquellas tierras porque los hombres mantenían esa situación con la fuerza de una ley antisocial, la aquiescencia de una Biblia que nunca ha sido un libro sagrado y los intereses de una economía inhumana.
Hillary Jordan viene de otro mundo. Casi veinte años más joven que Butler, de raza blanca y de familia más o menos acomodada, sus vivencias no pueden ser las mismas, pero sus inquietudes sí que coinciden. Así, en la limitada obra de Jordan caben dos novelas que la hermanan con la autora de Parentesco. Si Mudbound (2008) resulta una amarga denuncia del racismo, esta vez en pleno siglo XX, When she woke (2011, traducida como Rojo solo para el mercado mexicano) se configura como una fantasía distópica inspirada en el clásico La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne. Antirracismo, fantasía y feminismo confluyen en las dos escritoras, pero sin embargo, las soluciones éticas que propone cada una son totalmente distintas.
Mudbound, el libro que nos interesa ahora, nos sitúa en el Estado de Luisiana, en la zona del delta del Misisipi, donde la humedad propicia unas tierras de cultivo cuya principal característica es el barro que genera. De ahí el título. Mudbound se puede traducir como “unidos, encadenados al barro”, o en una interpretación más expresiva: “esclavos del barro”. Eso en cuanto al lugar. Cronológicamente, Jordan nos lleva a los años inmediatamente posteriores a la II Guerra Mundial, cuando los norteamericanos que habían ido a luchar a Europa o al Pacífico volvían a casa con la memoria llena de horror y el cuerpo y el alma con más de una herida sin cicatrizar.
En ese espacio cohabitan varias vidas de orígenes y trayectorias muy distintas. Ahí van a parar Laura, una mujer criada en la clase media de la ciudad de Memphis, y su marido Henry McAllan, que padece el muy americano prurito de la propiedad y lo calma con la calamitosa granja llena de barro que será su hogar. El grupo se completa con las dos hijas pequeñas del matrimonio y con Papaíto, el padre de Henry y uno de los personajes mejor construidos, por su mezquindad y su maldad soterrada bajo una piel de anciano anodino. En ese entorno también viven los Jackson, una familia de aparceros negros, que sobreviven con mucho trabajo y gran honradez en el ambiente de latente hostilidad que es sello del racismo heredado del pasado esclavista del Sur.
Terminada la Gran Guerra, los soldados vuelven a casa. Ronsel, el hijo de los Jackson, es uno de ellos pero, aunque en la contienda se portó como un héroe al mando de un carro de combate, cuando llega al pueblo que le vio nacer tiene que entrar a la tienda por la puerta de atrás. Otro soldado que regresa es Jamie McAllan, el encantador pero atormentado hermano de Henry, intrépido piloto de bombardero angustiado por la culpa. En ese escenario viciado por los prejuicios raciales y las barreras clasistas, Ronsel y Jamie empatizan porque comparten la experiencia bélica y saben que el color de la piel no tiene nada que ver con el valor de un hombre. Blancos y negros sufren por igual cuando el miedo a la muerte atenaza los sentidos. A partir del momento en que se solidifica esa insospechada amistad, el relato va adquiriendo un tono de siniestra tensión hasta que estalla en dos actos trágicos de alta intensidad, uno de ellos explícito y el otro velado y solo aclarado en las últimas páginas. Mudbound, a pesar de ser una excelente novela donde los blancos buenos no son tan buenos pero quedan por encima de cualquier consideración moral, los blancos malos son malvados a más no poder, y los negros, inocentes, como siempre, tienen todas las de perder, adolece de algo indeterminado. La voz narradora, la de Laura, acaba dando la clave del fallo de la historia.
En una recapitulación final el lector colige que mientras Parentesco es la obra llena de rabia y compasión de una escritora negra y luchadora que ha comprendido las paradojas del racismo y las ha plasmado en una ficción sorprendente, Mudbound no es más que el producto afortunado de una autora pija más interesada en mostrar la insatisfacción de una mujer blanca que cura sus sinsabores con una infidelidad. Butler pone pasión en todas y cada una de sus escenas. Jordan, sin embargo, resuelve con frialdad ártica toda la fatalidad que se ceba con los Jackson.
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Autora: Octavia E. Butler. Título: Parentesco. Editorial: Capitán Swing Libros. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
Autora: Hillary Jordan. Título: Mudbound. Editorial: Berenice. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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