José Gaos, filósofo español de la primera mitad del siglo XX, acuñó el término transterrado para hablar de aquellas personas que, como él, se veían obligadas a refugiarse en México tras escapar de su tierra, España, que se hundía en las cenizas de la Guerra Civil. Hoy, la novelista y ensayista colombiana Consuelo Triviño Anzola, que llegó a Madrid en 1982 para quedarse, lo recupera para titular su última obra, Transterrados, editada por Calambur y presentada ayer en la Sala Cervantes de la Casa de América madrileña, en compañía de los escritores Fanny Rubio y Lorenzo Silva. Una novela que trata, en sus propias palabras, una cuestión transversal: «del drama humano de ser forzado a abandonar el lugar en el que se ha nacido debido a la violencia, el hambre, la desesperación».
El concepto básico del que parte Transterrados, como explica Fanny Rubio, no es otro que esa «gran cantera de la literatura universal que es el viaje en el sentido de movimiento, de desplazamiento, en el sentido moral del término». La propia Triviño lo certifica, con su voz suave que se escurre por las paredes de la Sala Cervantes hasta alcanzar el imponente lienzo de la Alegoría de la música, de Manuel Domínguez, que impera en su techo. Dice: «Es humana la necesidad de moverse, de buscar las oportunidades que en nuestro entorno no encontramos«. Eso hizo ella; eso hace el protagonista de su nueva novela.
Consuelo Triviño viaja al pasado y se reubica en el avión que la trajo desde Bogotá a Madrid en 1982. «Algo en mi interior se rasgó con el despegue. Lloré durante todo el vuelo sin saber por qué. Lo terrible es que se estaba cumpliendo mi deseo«, explica. Ahí vive la más cruda de las contradicciones de las personas que se marchan y no lo hacen al mismo tiempo, pues abandonan su pasado en otros lugares, como piedras que se rompen en cada golpeo con el suelo antes de seguir avanzando. Ella lo dice mejor: «Quien salta al otro lado se desprende de una parte de su ser y una parte de su pecho se queda aprisionada».
Quien llega a esa orilla nueva, a ese horizonte despejado, no es, pues, un ser humano más. Es un ser humano partido, alguien que construye siempre a partir de la mitad, alguien que se pregunta, como dice Consuelo Triviño: «¿Cómo empezar a escribir una vida que es y que no es tuya?«. Sucede que un transterrado no se desprende nunca de esa fracción de soledad, que invade siempre un fragmento de su ser. No lo hace pese a integrarse de facto en la sociedad receptora —este hecho es, en realidad, fundamental para que un individuo pueda encajar, según Triviño, en el concepto de transterrado; para poder dejar de ser un inmigrante más—. Ella explica que «una cosa es saltar el muro; otra muy distinta traspasar el muro de la integración. La cultura iguala. Permite hablar de tú a tú». Pero ni siquiera esa igualdad despoja al viajero de su condición.
La autora colombiana se remite a Los ángeles ocultos, del presente Lorenzo Silva, para trazar un paralelismo con la historia que ha escrito. Recuerda la voz del protagonista de dicha novela, que se marchaba a Nueva York porque su mundo «había dejado de ser aceptable», y en busca de «ver si todavía podía sentir algo en la vida«. De vuelta a las expectativas que se agotan rápido y que se gastan y que tanto asfixian. Y luego, de vuelta a la nostalgia: el lugar que nunca llena se reconvierte en objeto idílico cuando se coloca a un océano de distancia. Del desierto al paraíso perdido en un largo viaje de ida.
Triviño cierra el círculo con el regreso a la tierra abandonada. A la tierra a la que se refiere, «en un sentido atávico», como «aquel lugar en el que están enterrados tus muertos». Habla de ese retorno, de ese pasado que vuelve, que cantaba Gardel, como un enfrentamiento con tus propios fantasmas. Uno se va y se va para siempre, porque después, con «la mirada fecunda de aquel que ha visto mundo», que dice Lorenzo Silva, pasa una cosa, susurra Triviño: «Yo ya no soy yo, ni mi patria es ya mi patria«.
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Autora: Consuelo Triviño Anzola. Título: Transterrados. Editorial: Calambur. Venta: Amazon, y Casa del libro
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