Me levantaré y me pondré en marcha, y a Innisfree iré,
y una choza haré allí, de arcilla y espinos;
Estos dos versos de W.B. Yeats, los mismos que figuran en el pasaporte irlandés, son los que Clint Eastwood lee a Hilary Swank en una de sus continuas visitas a la habitación del hospital donde ésta languidece sin remedio. Carcomido por el remordimiento, el veterano entrenador de boxeo Frankie Dunn no sabe qué hacer ya para tratar de ayudar a la joven sensación de boxeo del peso wélter, Maggie Fitzgerald, quien luce en su bata la leyenda Mo cuishle, que en gaélico significa mi pulso, y que Frank traduce como mi amor, mi vida.
¿Quién no se ha emocionado con la historia de la joven que aspira a ser una gran boxeadora —la mejor— y da con el entrenador más cascarrabias de todos? ¿Quién no ha admirado el tesón de Maggie soportando todos los desplantes de Frank, hasta que éste acepta entrenarla? Este es uno de los grandes aciertos de la historia, presentarte a un personaje sobrado de humildad y tenacidad y que no deja de luchar por su sueño en ningún momento. Esta, por cierto, es también la clave del éxito de algunos de los personajes creados por Sylvester Stallone. Son seres con los que es muy sencillo —prácticamente inevitable— empatizar. No se trata de lo fuerte que puedes pegar, sino de los golpes que puedes resistir mientras sigues avanzando. Palabra de Rocky Balboa.
Million Dollar Baby, la película dirigida y protagonizada por Clint Eastwood en 2004, fue galardonada en los Oscar de ese año con cuatro estatuillas: mejor película, mejor director, mejor actriz principal y mejor actor de reparto. Esta última distinción fue para Morgan Freeman, en su papel como Eddie Scrap-Iron Dupris, un boxeador retirado tras perder la visión de uno de sus ojos, que trabaja en el gimnasio de Frankie Dunn y que es, además, el narrador de la historia.
Con todos estos ingredientes no es de extrañar que la cinta de Eastwood fuera la sensación de la temporada y una de las más valoradas y recordadas de los últimos tiempos, amén de lograr unos excelentes resultados comerciales, dado que, con un presupuesto de treinta millones de dólares, ha logrado superar los doscientos en ingresos por medio de sus diferentes formatos de distribución.
Sin ser, desde luego, la primera vez que la literatura centra su atención en el boxeo, tampoco podría afirmarse que es un sustrato en el que, en términos relativos, se hayan visto germinar un gran número de obras, y, sin duda, menos —o no tan relevantes— como en el caso del séptimo arte. No obstante, escritores consagrados como Jack London o Arthur Conan Doyle tienen en su haber sendas colecciones de historias basadas en este deporte. Sin embargo, en esta ocasión, es un auténtico hombre de boxeo el autor de los relatos en los que se basó Paul Haggis para componer el guion de la película. Tras muchos años de experiencia como boxeador, entrenador, manager y cutman, F.X. Toole cambió el ring por el papel sin por ello alejarse ni un ápice de su pasión pugilística. Así, en el año 2000 se publica su primera obra, la colección de relatos Quemaduras de cuerda: historias desde el rincón (Rope Burns: Stories from the Corner), haciendo alusión a las marcas producidas por el roce de las cuerdas del cuadrilátero en la espalda del luchador tras recostarse en ellas para evadirse hacia uno de los lados en un intento de zafarse de las acometidas de su rival. Una de estas historias, La mirada del mono (The Monkey Look), fue previamente publicada en el magazine de San Francisco Zyzzyva. El resto del volumen lo conforman otros cinco relatos, entre los cuales se encuentran Million $$$ Baby —así figura escrito en el original— y Agua helada (Frozen Water).
En realidad, Million Dollar Baby, la película, es una combinación de estas dos historias. La primera de ellas, la principal, aporta la trama centrada en Maggie Fitzgerald y, por supuesto, el título a la transposición cinematográfica. La segunda nos habla nada más y nada menos que de un tal Peligroso Dillard Fighting Flippo Bam-Bam Barch, del condado de Polk, Missouri, para los amigos simplemente Peligro. Siendo como es un desarrollo de guion secundario dentro del principal, ¿cómo no recordar al joven tan henchido de corazón, inocencia e ilusión como carente de aptitudes pugilísticas? La simpatía que provoca en el espectador/lector este personaje es la salsa, el aliño ideal para una ensalada perfecta.
La inserción del poema de Yeats La isla del lago de Innisfree es aportación de Clint Eastwood, no únicamente para enfatizar la relación paternal del entrenador con su boxeadora, a la cual cuida y trata de confortar en su desgracia, sino también para homenajear a John Ford, a quien tras realizar esta película se dijo se parecía cada vez más, incluyendo su afición a plasmar en la gran pantalla novelas o relatos cortos con el propósito de dotar al director con un mayor campo de acción donde poder desplegar toda su creatividad. Así, el nombre de Innisfree ha quedado para siempre en la memoria del espectador ligado a El hombre tranquilo (The Quiet Man), una de las obras principales del maestro de origen irlandés. Y es que, en palabras de Eddie Scrap-Iron Dupris, el mundo está lleno de irlandeses o de personas que desean serlo.
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