Recuerda Imma Turbau en el prólogo a esta cuidada reedición de su primera novela, El juego del ahorcado, que cuando el libro apareció en 2005 no tuvo una lectura feminista. El debate en torno a la situación de las mujeres no estaba, como ahora, en su punto álgido. La autora desvela que, cuando empezó a escribir la novela con veintiséis años, deseaba ser un chico para gozar de la independencia y las facilidades del sexo masculino. Ese deseo se traslada, sin duda, a la personalidad de Sandra, protagonista de El árbol del ahorcado, quien afirma en primera persona que “lo importante era no acatar. Y lo segundo más importante, irme”.
Irse es lo que ha conseguido al comienzo de la novela: vive en otro país, a dos mil kilómetros de su pequeña ciudad. Es allí donde se entera de la muerte de quien más significó para ella, y esa muerte desencadena el dolor, cuya catarsis requiere conocerse, explicarse a sí misma lo que ocurrió, desde la adolescencia hasta el presente.
Una aparente confusión inicial se resuelve al poco de comenzar la lectura. Durante las primeras páginas, debido al título y al anuncio de una muerte, creemos hallarnos ante una novela de intriga. Nada más lejos de la realidad, El juego del ahorcado es una historia de amor contada como una intriga que entrelaza la novela psicológica, la novela de formación y un cierto costumbrismo al rememorar el pasado reciente: los años ochenta y noventa de una España todavía presa del tardofranquismo, abocada una cultura democrática incipiente, hecha sobre todo de rebeldía y negación.
La personalidad de Sandra es paradigma de esa cultura de la rebeldía frente al pasado, que arranca cuando ella es una niña y conoce a David, el amor de su vida —o, al menos, el primer gran amor—, con el peso que esto conlleva. Precisamente por ello he titulado esta reseña “Biología del amor”, porque la novela contiene la narración de un amor: su nacimiento, su crecimiento y su muerte, como si se tratara de un proceso fisiológico, algo abocado a suceder porque así lo dicta la naturaleza, que es implacable, aunque esa naturaleza a la que aludo sea en realidad un devenir vital, un conjunto de equivocaciones e inseguridades que precipitan el desenlace.
El título de la obra se debe a que Sandra y David jugaban en el colegio al juego del ahorcado, consistente en que un jugador debe adivinar las letras que componen una frase. Cada vez que no adivina una letra, el contrincante va dibujando las rayas que forman un patíbulo, y las partes del cuerpo del ajusticiado. Quizá el significado metafórico del libro sea que quien no logra comprender el amor (descifrar el juego amoroso) acaba siendo su víctima.
Al publicarse por primera vez en 2005, El juego del ahorcado fue un éxito de crítica y lectores, llevado al cine en 2009 por Manuel Gómez Pereira. Resulta pertinente hoy su reedición, aparte de por su calidad literaria, para comprender mejor a Sandra, personaje cuyo feminismo quizá pasó inadvertido hace más de una década.
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Autor: Imma Turbau. Título: El juego del ahorcado. Editorial: Navona. Venta: Amazon
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