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El constructor que tradujo a Sartre

Cartel de la película Sostiene Pereira (1996), de Roberto Faenza

En la novela de Antonio Tabucchi Sostiene Pereira, el protagonista, que dirige la sección de cultura en un periódico de Lisboa, es un viudo tranquilo que dice ser apolítico en un país que vive bajo la sombra omnipresente del dictador Salazar. Esa calma cambiará cuando un joven periodista, Monteiro Rossi, se incorpora al trabajo en la redacción y Pereira le asigna la escritura de obituarios de célebres personajes vivos, como una medida para tener cubiertas las páginas del periódico en cuanto ocurra el deceso. Lo que pase con esos obituarios es materia reservada de la novela que no desvelaré por respeto a quienes aún no la hayan leído. De todas formas, mi intención, con la apertura de este artículo, no es la de hablar de Sostiene Pereira —que cuando se publicó leí dos veces y ahora, al volver a recordarla, estoy pensando que se aproxima el día de abordar una tercera lectura—, sino de los obituarios, un ejercicio literario de aproximación a una vida ya concluida, que a veces funciona como un auténtico y veraz relato.

Este es el caso del siguiente obituario que leí hace cuatro años en El País. Lo firmaba Miquel Alberola, cuyo titular y entradilla decían:

Vicente Lluch, el constructor que tradujo a Sartre

“El empresario valenciano que relanzó la editorial Prometeo y terminó con la elección a dedo de las falleras mayores”

"El empresario Vicente Lluch de Juan se ha llevado a la tumba a los 79 años la condición de ser el único constructor valenciano que, por ahora, ha traducido a Jean-Paul Sartre"

El empresario Vicente Lluch de Juan se ha llevado a la tumba a los 79 años la condición de ser el único constructor valenciano que, por ahora, ha traducido a Jean-Paul Sartre. Además de haberlo leído, que es otro hito en el gremio, Lluch logró la inasequible armonización del ladrillo con el existencialismo, quizás impelido por un temperamento y una trayectoria que lo situaron a años luz de la leyenda más oscura de la burguesía valenciana. Fue, por encima de todo, un hombre de diálogo y mesura, aunque se tenía por “muy radical como cristiano y como político”.

Hijo del abogado y escritor Luis Lluch Garín y formado con los jesuitas, su adolescencia en un chalet del barrio de Marxalenes fue decisiva en su pensamiento y su conducta social. El contacto con los obreros, la pobreza y el hambre lo decantaron primero, hacia la Hermandad Obrera de Acción Católica, y luego hacia la fundación del Partido Socialista Universitario con otros estudiantes como Tomás Llorens, por cuya actividad fue detenido. La cárcel de Carabanchel, que gustaba definir como su universidad, culminó su formación con compañeros como Julio Cerón, Luis Martín Santos, Simón Sánchez Montero o Luis Solana. Tras el presidio, del que fue salvado por las influencias de su padre, que era un hombre del Movimiento, y a instancias del entonces arzobispo de Valencia, Marcelino Olaechea, controló una promoción de viviendas sociales de Cáritas y se quedó para siempre en el negocio de la construcción.

"Siempre detrás de los focos, Lluch fue una pieza clave durante la Transición en la Comunidad Valenciana"

A la llegada de la democracia, Lluch militó en el PSOE, pero dejó el partido, según su propio testimonio, cuando Felipe González defendió a Alfonso Guerra “ante la corrupción de su hermano” porque “la inmoralidad no se perdona a la gente de izquierdas”. En esos años venció las tentaciones de dedicarse a la política, aunque siempre mantuvo su compromiso cívico, y su única participación oficial fue en la Junta Central Fallera, donde influyó para cambiar el reglamento y que las falleras mayores no fueran elegidas a dedo.

Siempre detrás de los focos, Lluch fue una pieza clave durante la Transición en la Comunidad Valenciana. Tras la transformación en sociedad anónima, relanzó la editorial Prometeo, fundada por Vicente Blasco Ibáñez en 1917, y fue uno de los fundadores y presidente del foro Club Jaime I, que en esos años convulsos desempeñó una intensa labor conciliadora en una Valencia abstraída y enfrentada en la batalla de símbolos y nominaciones.

En los últimos años, el empresario, que estaba orgulloso de haberle negado la mano a Manuel Fraga porque había firmado sentencias de muerte, transformó su compañía inmobiliaria en el grupo empresarial Luz Bulevar, repartió juego a sus hijos, renunció a las obligaciones y a las concesiones y se consagró a la lectura, las puestas de sol y su familia. Ahora ya ha alcanzado la transparencia total.

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