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Los “Chinos”: Un juego muy poco oriental

Casi me lo esperaba, la verdad… Cuando hace unos meses comenté que el venerable “Piedra, papel o tijera” tenía sus orígenes en China, me tenía que venir el gracioso de turno a soltarme eso de “¿Y el juego de “los chinos” de donde viene? ¿De Siberia?» Pues no. Mucho más cerca. De aquí mismo, de hecho…

Como vivimos en el siglo XXI y este tipo de entretenimientos como que ya no están de moda entre millennials y otras generaciones actuales etiquetadas con todas las letras del abecedario, permítanme que les haga tres céntims (como decimos en mi tierra) sobre de qué trata el jueguecillo en cuestión.

Cada jugador coge tres piedrecillas (o monedas, o palillos, o dados, cualquier cosa pequeña que quepa en el puño cerrado), que se llaman “chinos” en el juego. En secreto pone en su puño tres, dos, uno o ninguno de ellos. Estira el brazo con el puño bien cerrado y cuando todos lo han hecho, cada jugador, por turno (en sentido contrario a las agujas del reloj), trata de adivinar el número de “chinos” totales que hay en las manos de los jugadores. El número que se dice no puede ser repetido, por lo que el primero siempre tiene cierta ventaja, y por ello es rotatorio. Por otro lado, este primero puede dar pistas de su mano a los otros jugadores, ya que no se puede decir un número inferior a los “chinos” que se tenga en la mano. El que acierta el número de chinos se retira, y así hasta que sólo queda un perdedor (a esto se le llama jugar “a la caída”, por cierto). Una versión más larga exige llevar un marcador, y se retira el jugador que acierta tres veces (esta variante se usa más cuando son dos los jugadores).

Tradicional juego de bar, suelen hacerlo los amigos para decidir quién paga la ronda. A cuatro jugadores funciona bien, más empieza a ser farragoso… Los aficionados que aún lo practican dicen que el azar funciona poco en este juego, y que es más de estrategia y psicología. Como muestra citan al fallecido humorista Luis Sánchez Polack, «Tip», un hábil jugador que en las numerosas tertulias en las que participó no llegó a perder ni una sola vez.

Hay un consenso general sobre que el juego en cuestión fue inventado por pastores leoneses en algún momento del siglo XVIII. Gracias a la transhumancia se extendería primero a Extremadura y Andalucia y luego a toda España. Juego eminentemente rural, tuvo su momento de auge en una fecha relativamente reciente: los años 50 y 60 del siglo XX. Las señoritas de alterne, muchas de ellas procedentes del campo, empezaron a jugar a él con los clientes de las barras americanas apostándose las consumiciones. Si le sumamos la escasa luz del local, y la más que ligera ebriedad del cliente, es fácil entender que las “señoritas” ganaran siempre… en especial si eran ligeras con las manos. Lo de su nombre, “chinos”, no tiene nada que ver con los habitantes de China, sino con las “chinas”, los pequeños guijarros de formas redondeadas de río.

Una teoría afina más y cita sus orígenes en el año 1787, en un pueblo de León llamado Bercianos del Real Camino. El juego lo ideó un pastor de esa localidad, Felipe Valdeón Triguero. Eso por lo menos es lo que repite a quien quiera oirle José Antonio Hidalgo, su biznieto, al cual se lo explicó su abuela materna, Asteria Valdeón. Sea como fuere, José Antonio Hidalgo lleva más de veinte años promoviendo el juego de. Él organiza desde 1987 el Campeonato Nacional de Chinos. Las últimas ediciones han sido en el bar Anjo de Madrid.

Si se anima algún lector y trata de jugar con sus amiguetes o se siente lo bastante bueno para participar en el campeonato… ¡cuidado!: decir un número inferior a los chinos que uno lleva en el puño se considera hacer trampas. También son trampas (evidentemente) dejar caer uno o varios chinos al suelo o dejarlos con disimulo en un bolsillo, así como quien no quiere la cosa… ¡Ah! Y en la primera ronda del juego no se puede poner ningún chino en el puño (a eso, por cierto, en el argot del juego se le llama “blancas”).

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