Hablar con la guionista francesa Laetitia Colombani, autora de La trenza (Salamandra), su primera novela, es hablar de libros, de cine y de mujeres. Transmite paz, serenidad y empatía hacia la diversidad cultural. Colombani aborda la vida de tres mujeres muy dispares que comparten una manera de ver el mundo y un anhelo de libertad que las une de una manera sorprendente. Colombani vive en París aunque es de Burdeos, ciudad en la que se refugia de vez en cuando para encontrar la calma.
—¿Cuál fue el origen de esta historia de tres mujeres con destinos aparentemente tan diferentes?
—El detonador de esta historia fue una amiga muy cercana que enfermó de cáncer y me pidió que le acompañase a elegir una peluca. Fue un momento muy emotivo, y tan duro que al verle probarse diferentes pelucas hechas con cabello natural fue cuando tuve ese flash y me dije que quería escribir un libro que hablara de mujeres, que rindiera un homenaje al coraje de las mujeres, y me dije en seguida que serían tres mujeres con horizontes diferentes, que no tienen nada en común pero que se van a rebelar. Me puse a escribir en seguida.
—Tres mujeres de tres continentes diferentes, Europa, Asia y América. Una de la India, otra de Canadá y la tercera italiana. Por cierto, ¿su apellido es de origen italiano?
—Mi apellido es corso, muy cerca de Italia. Lo que tenía claro es que la historia arrancaría en la India porque conozco la India, he viajado allí y además había visto muchos reportajes sobre los templos en India y sobre los «intocables», y sabía que quería hablar de ese país y de las mujeres en India, una de las sociedades más violentas del mundo contra las mujeres. Además, me documenté más, y supe que había en Italia, en Sicilia concretamente, pequeños talleres artesanales que trabajan todavía los cabellos de forma manual, y pensé que ese sería también un buen decorado para situar la segunda historia de mi novela. La tercera historia quise que fuera un mujer occidental, una mujer norteamericana, una mujer poderosa, que hubiera logrado todo, que tuviera una carrera brillante y que su vida va a dar un vuelco radical a causa de la enfermedad.
—Incluso, en un momento determinado de la historia, parece la más débil de las tres.
—Es verdad, ella tiene dos combates que llevar. Por eso quería mostrar una mujer poderosa y fuerte que ha conseguido todo en la vida y cuya vida va a dar un giro a causa de la enfermedad y se va a convertir en una mujer vulnerable, y eso la sociedad no lo va a aceptar. Quería hablar de la discriminación hacia las personas enfermas en el trabajo. Es un tema que me llega muy de cerca. Esa doble pena, un doble combate, uno para seguir con vida y el otro para continuar existiendo en la sociedad. Creo que eso es demasiado.
—¿Cómo han ido reaccionando los hombres al leer su libro?
—He tenido muchos testimonios de hombres que han venido a hablarme de mi libro y que se me han acercado muy emocionados. Algunos de ellos lo habían leído y se lo regalaban a su mujer y otros a los que su mujer se lo había regalado. Un lector me dijo que era «un libro que todos los hombres deberían leer, porque he descubierto cosas de mi mujer que no me suele decir», y queda claro que cuando hablo del personaje de Sarah está ahí la carga mental de las mujeres que tenemos siempre en la cabeza: el hogar, el trabajo, los hijos…
—Hay un personaje masculino muy potente, Kamal.
—Me siento muy unida al personaje de Kamal. Apareció al final de la escritura de la novela. Me costó bastante la parte de Giulia. Sin embargo, toda la parte en la que hablo sobre la India me salió de un tirón. La parte canadiense tuve que volver a trabajar en ella, pero apareció bastante rápido, y la parte de Giulia verdaderamente la reescribía y la reescribía y no llegaba a encontrarla. Giulia tenía un enamorado, pero no era Kamal. Faltaba algo, porque no llegaba a tener claro quién era esa joven, su personalidad, y un día tuve la idea de Kamal, el hombre sij. Lo que me dio la idea fue esa relación con el cabello que se irá viendo a lo largo de la novela, porque los sijs no muestran su cabello. Así que cuando tuve a todos los personajes es como si hubiera encontrado la última pieza de un puzzle. Cuando encontré a Kamal supe quién era Giulia, la encontré. Me dije: «Va a enamorarse de un hombre de una cultura totalmente diferente, que le va a abrir las puertas del mundo, y va a ser por él por lo que saldrá adelante el taller de pelucas». Así, con las ideas ya claras, reescribí una vez más (y esta la definitiva) la historia de Giulia con Kamal.
—¿Cómo es Giulia?
—Giulia es un homenaje a los libros Mi madre ha trabajado como bibliotecaria durante cuarenta años. He crecido en una biblioteca. He leído siempre muchísimo. Las bibliotecas, las librerías, los lugares en donde hay libros, son lugares donde me siento bien. Para mí la literatura es un viaje y una puerta abierta al mundo.
—Es una historia muy cinematográfica, y usted es guionista.
—El libro se está adaptando al cine, soy yo la encargada del guión, y estoy en pleno trabajo de adaptación. Por mi formación estoy muy acostumbrada a escribir guiones, pero esta primera novela me ha abierto una puerta muy grande hacia una inmensa libertad, una gran libertad sobre el punto de vista a la hora de contar. La escritura de un guión es un poco seca, un poco árida. Un guión es una herramienta de trabajo: debe ser claro, conciso, no es una obra literaria, no tiene que ser literario. En la novela hay una musicalidad en la escritura. Debemos encontrar la melodía, el ritmo… La novela permite estar más cerca de los personajes. En esta novela, por ejemplo, quería contar la historia de estas tres mujeres desde el interior. Quería estar muy cerca de lo que sentían y de cómo vivían. Eso es algo que permite la literatura.
—En realidad no son tan diferentes estas tres mujeres.
—Eso quería contar. La estructura de la vida de mis personajes es como una trenza, porque eso me permite mostrar todas las diferencias y las coincidencias entre estas mujeres y hablar sobre la identidad, la energía, las lenguas…
—La vida más complicada es la de Smita.
—Sí, absolutamente.
—Smita y Giulia se apoyan en la religión, pero Sarah no.
—Sarah está mas sola, es de religión judía, Smita es hinduista y Giulia es católica. Por lo menos Giulia cogió perspectiva sobre su religión, ya que su madre es muy religiosa y creyente, y ella tiene ciertas reticencias, de ahí que sea capaz de amar a un hombre de otra religión. Quería que estos personajes estuvieran a la vez muy metidos en su cultura y al mismo tiempo que hubiera una apertura. Smita está muy impregnada de la cultura india, pero no se resigna, no acepta el sistema de castas. Son personajes muy imbuidos de su cultura pero muy singulares a la vez.
—¿Está ya escribiendo otra novela?
—Estoy terminando el guión de La trenza, pero ya estoy con una segunda novela. Esta aventura literaria me ha gustado y tengo la sensación de que tengo historias para contar y que la novela me ofrece una forma tan rica y tan interesante de contar que voy a seguir explorando ese camino. No puedo contar mucho sobre esta segunda novela porque estoy escribiéndola, pero hablará sobre mujeres. Me doy cuenta de que son los personajes femeninos los que me inspiran y me llegan al corazón.
—Son dos lenguajes diferentes el del cine y el de la literatura, dos tempos muy distintos, pero a la vez ambos cuentan historias, otras vidas.
—Si, es una rutina diferente. A mí, que me cuesta hacer dos cosas a la vez, ahora estoy avanzando con el guion y escribiendo la segunda novela. Los dos proyectos me tienen absorbida. Como quiero avanzar con las dos cosas, estoy escribiendo por las mañanas la novela y por las tardes el guión, pero algunos días tengo que cambiar ese orden.
—¿Cuál de las tres mujeres la siente más cercana?
—Es difícil elegir. A las tres las siento muy cercanas a mí por diferentes razones, pero lo que sí que sé es que para escribir sobre ellas he sacado tres versiones de mí misma. Smita es la madre, se define por la relación con su hija, y en ese aspecto se parece mucho a mí, porque me he inspirado en mi propia hija para escribir el personaje de Lalita. Creo que si viviese en la India sería Smita. Giulia es una mujer muy joven, mucho más joven que yo, pero tiene esa relación con los libros, y por eso también la siento muy cercana a mí, y se enamora de un hombre que no es de su cultura ni profesa su religión, y ese ha sido mi caso también. Sarah es una mujer activa, una madre de familia, tiene una relación con el mundo del trabajo como la que puedo tener yo, o como muchísimas mujeres occidentales la pueden tener. Esas ganas de lograr éxitos y a la vez querer compaginar su vida familiar y profesional es algo que les ocurre a muchas mujeres de hoy en día. Por eso también tengo mucho de Sarah.
—¿Es posible para una mujer conseguir un equilibrio entre la vida laboral y la personal?
—Es muy difícil conseguir ese equilibrio entre la vida personal y la profesional en un mundo tan competitivo y duro como la abogacía. Sarah busca ese equilibrio, pero cuando piensa que lo ha encontrado todo le va a explotar en la cara, cuando descubre que ese bufete de abogados donde se ha dejado la piel la deja de lado a la primera dificultad que surge.
—¿Se ha encontrado con esas dificultades en su mundo laboral?
—Dificultades no he tenido pero disparidades sí. Todavía hoy en día en el cine hay grandes disparidades entre los realizadores y los guionistas. El cine francés mima más a las mujeres que el norteamericano, pero hay todavía una disparidad de salarios, de presupuestos…
—¿Podría decirme un libro y una película que le hayan gustado de una manera especial?
—El piano, de Jane Campion, es la película que hubiera soñado escribir y realizar. Tiene de todo: poesía, potencia, violencia… Un libro que me entusiasmó fue Las horas, de Michael Cunningham. Pone en escena a tres mujeres diferentes muy diferentes. Es un libro magnífico con una estupenda adaptación al cine. Me sirvió de inspiración durante la escritura de La trenza.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: