Detalle de la portada de Órdago – Hor dago, de Bernardo Atxaga y Joxemari Iturralde
En mi última vuelta del camino, cuando menos profesional, tuve la necesidad de realizar una acción algo más poética que la que venía desarrollando hasta ese momento. Necesitaba también enfrentarme a un reto personal distinto, trasladar la acción que llevo dentro a un mundo desconocido que percibía mucho más interesante. Barajé varias posibilidades en el ámbito de la cultura y finalmente pensé que donde me iba a manejar más cómodo, por estar más documentado, era con Baroja. La idea de Baroja & Yo nació en una noche de insomnio, cuando vinieron a mi memoria muchos de los variopintos autores que habían mostrado su gratitud al novelista, el último de ellos Eduardo Mendoza, al decir en una reciente conferencia a la que asistí en Pamplona, que «por Baroja haría cualquier cosa».
Mi relación con Baroja se inicia tardíamente, a principios de los años 80 y durante el servicio militar en Palma de Mallorca, a los 22 años. Hasta entonces, en el colegio privado donde cursé el bachillerato y el COU poco se hablaba de sus novelas; apenas algún comentario de texto de Zalacaín el aventurero y de La busca. Recuerdo con nitidez la lectura de El árbol de la ciencia; fue en una azotea plana de un edificio próximo a Vía Roma, con balaustrada y cierto aire mediterráneo, similar a aquella donde Sophia Loren y Marcello Mastroianni jugaban a un amor imposible entre sábanas tendidas en líneas paralelas, en la secuencia del film Una giornata particolare, de Ettore Scola. Mientras mis pantalones de faena se secaban tendidos al sol, comencé a leerlo. Mi fascinación por Andrés Hurtado, el tío Iturrioz y Lulú nada tenían que ver con la posible identificación que la rebeldía de la adolescencia ha llevado a muchos autores a valorarla como iniciática. Al contrario, para mí la atracción surgió al conocer un mundo universitario y unos personajes tan distintos a los que yo recientemente había frecuentado, tanto en el ámbito social como ideológico. De ahí pasé a conocer algo de la autobiografía de Pío Baroja y di con un ejemplar de Juventud, egolatría, en una edición de bolsillo de Taurus.
Todas aquellas referencias a San Sebastián y a Pamplona, ciudades tan próximas a mí, me fascinaron, pero aún más aquellas sentencias cortas, demoledoras, tan prácticas y a la vez tan inútiles y contradictorias. Entre ellas, una con la que me sentí siempre tan identificado: «La acción como remedio para el mal de vivir», que cité pocos meses después en la presentación de mi tesina sobre el tratamiento jurisprudencial de un artículo del Código Penal, lo que produjo el asombro de un miembro del tribunal, que me preguntó si era pesimista.
Luego llegaron la lectura de sus libros, principalmente los que contenían sus Memorias y las novelas de corte autobiográfico, las compras masivas de libros monográficos y de primeras ediciones de novelas de Baroja y la asistencia a magníficas exposiciones y conferencias en Madrid. Esta importante documentación bibliográfica me ha permitido realizar tareas de editor y corrector, al cotejar citas y referencias editoriales de los textos originales de los autores de la colección, tarea no siempre grata y de mucha dedicación pero necesaria e inevitable en una editorial pequeña y con escasos recursos ajenos.
La selección de autores ha sido muy variada. Además de los ya conocidos que habían escrito libros sobre Baroja (Soledad Puértolas, Amparo Hurtado, Eduardo Mendoza, Jon Juaristi, Juan Pedro Quiñonero, Saturnino Napal), elegí otros que habían redactado trabajos, artículos o referencias importantes en otras obras (Luis Antonio de Villena, Raúl Guerra Garrido, Andrés Trapiello, Manuel Hidalgo, Bernardo Atxaga, Joxemari Iturralde), en estudios académicos (Ascensión Rivas, Justo Serna, Giovanna Fiordaliso, Mónica González Pereira, Francisco J. González Martín), o en artículos periodísticos (Eduardo Laporte, Sergio del Molino, Daniel Ramírez García-Mina, David Jiménez, Iñaki Ezkerra, Javier Goñi). También el rastreo por la web me llevó a autores que, discretamente pero con gran conocimiento de la obra barojiana, aparecían en blogs, como es el caso de Antonio Castellote o de José Martínez Ferreira. Y también elegí a lectores cualificados, recomendados por otros autores, como Mariano Zabía. A todos ellos he tratado por igual, asumiendo que comercialmente habría muchas diferencias, pero en una colección tan extensa, que además pretende ser variada y de tono autobiográfico, todas las visiones son interesantes. Desgraciadamente, algunos autores que también invité no pudieron colaborar y a otros, que se postularon más tarde, no pude darles entrada porque ya la colección tenía un final prefijado. Mi idea es que el último número (el 26) recoja la visión cercana de un familiar de Baroja.
Además de pretender una calidad literaria, siempre quise hacer una edición cuidada, que, lejos de una imagen académica y austera, aportase cierta modernidad, la misma que pretendo reivindicar para Baroja. Por ello, he contado con las fotografías de Pedro Pegenaute en cubiertas y tarjetas interiores y con el diseño gráfico de mi hijo Tadeo. Los libros son de formato pequeño y cómodo, amenos para la lectura y atractivos para el coleccionista, con imágenes que animan a adentrase en los lugares que Baroja vivió o describió en sus novelas.
El seguimiento de los avatares de la colección Baroja & Yo puede realizarse a través de la página web y de las redes sociales. Los libros están disponibles en la tienda online y también en todas las librerías y centros comerciales del país, distribuidos puntualmente por UDL LIBROS.
Pamplona, 15 de noviembre de 2018.
LISTADO DE LIBROS
2017-2018
1. Soledad Puértolas. Lúcida melancolía
2. Luis Antonio de Villena. Un anarquista de derechas
3. Ascensión Rivas Hernández. Mujeres barojianas
4. Antonio Castellote. La boina del viajero
5. Eduardo Laporte. Barojiano y todo lo contrario
6. Sergio del Molino. En el País del Bidasoa
7. Daniel Ramírez García-Mina. La otra vuelta del camino
8. Jon Juaristi. Los pequeños mundos
9. David Jiménez Torres. El país de la niebla
10. Raúl Guerra Garrido. Un morroi chino con un higo en la coleta
11. Justo Serna. El lector impenitente
12. Bernardo Atxaga y Joxemari Iturralde. Órdago – Hor dago
13. Mariano Zabía. La sensación de lo ético
14. Amparo Hurtado. Hermana querida – Arreba maitea
15. Giovanna Fiordaliso. En el mar de la ficción
16. Manuel Hidalgo. Del balneario al monasterio
17. José Martínez Ferreira. El pelícano llegó al puerto
18. Mónica González Pereira. A la luz de sus candilejas
2019
19. Iñaki Ezkerra. La voz de la intemperie
20. Eduardo Mendoza. Por qué nos quisimos tanto
Y los correspondientes (números 21 a 25) a:
Javier Goñi, Juan Pedro Quiñonero, Francisco J. González Martín, Saturnino Napal y Andrés Trapiello.
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