La reconocidísima recreación gráfica del Alatriste que tienen en sus bibliotecas lleva la firma de Joan Mundet (Castellar del Vallès, 1956). El personaje de Pérez-Reverte convirtió al historietista catalán en ilustrador de novelas. Previamente, había plasmado sus dibujos en revistas, agencias o libros de texto. Estuvo 21 años al margen del mundo del cómic, mas su regreso se tradujo en una prolífica explosión creativa. Amén de los Alatristes, publicó novelas gráficas como Best seller, Looking for nobody o Gari Folch. También una serie llamada Capablanca, de la que es protagonista un joven bastardo, nacido en un pueblo de la Cataluña interior a principios del siglo XVII, en un ambiente familiar hostil —tirando de eufemismo—, educado —si es que este es el verbo— por un bandolero y, muy importante, que sabe leer y escribir.
Mundet acaba de publicar el tercer volumen de la saga, El pozo del olvido (Amaníaco ediciones, 2018). En esta entrega, el protagonista, Joan Muntada, es condenado por un delito que no cometió e intenta sobrevivir en una cárcel que parece instalada en uno de los círculos del Infierno del Dante.
La publicación de El pozo del olvido justifica esta conversación:
—¿Podría resumirme su vida en un par de frases?
—Empecé dibujando y espero terminar dibujando. En medio he hecho cosas más importantes, pero he seguido dibujando.
—No sabía que, amén de ilustrador, usted es ceramista.
—Mi mujer es ceramista y, después de los fastos de las Olimpiadas de Barcelona 92, vino una crisis del sector ilustrativo. Creían que con un ordenador tenían suficiente y que no les hacían falta los dibujantes, así que nos unimos para crear cerámica. Con la cerámica aprendí que no hay ciencia exacta, que todo depende, y eso me hizo más libre artísticamente.
—Durante 21 años, estuvo al margen del mundo del cómic y volvió a este gracias a la adaptación de Carlos Giménez de las aventuras de El capitán Alatriste. ¿Echó de menos el género durante ese periodo?
—Pues sí. En esos años tuve una relación de amor/odio con la historieta. La he explicado en la novela gráfica Gari Folch, pero con la adaptación gráfica de Alatriste me quité la espina y ahora es una buena relación. Desde 2005, llevo realizadas unas diez novelas, algunas en colaboración y seis de ellas siendo el autor completo del guión y del dibujo. La mencionada Gari Folch, Best seller, Looking for Nobody y los tres tomos de Capablanca.
—Antes de centrarnos en Capablanca, cuénteme: ¿cómo acabó ilustrando los libros de Alatriste?
—A finales de los noventa, aparte de la cerámica, seguía ilustrando libros, la mayoría de texto, para Santillana, y buscando ampliar mis clientes le comenté a mi jefe en Santillana que me gustaría ilustrar más novelas que libros de texto. Poco después me llamaron de Alfaguara, que estaba en el mismo edificio que Santillana. Buscaban a un ilustrador para dibujar un diccionario de Alatriste, encargaron diferentes pruebas a varios ilustradores, yo entre ellos, y Arturo Pérez-Reverte me escogió. Pasó el tiempo y, un año después, comencé a trabajar con Alatriste.
—Por cierto, ¿está previsto que salga el tercer Alatriste en cómic?
—Eso depende de la editorial Penguin Random House y supongo que de Arturo Pérez-Reverte. Por mí no habría inconveniente y por el guionista no lo sé.
—Centrémonos en Capablanca: acaba de publicar El pozo del olvido, la tercera entrega de la saga. El personaje está basado en un bandolero sobre el que circulan un puñado de leyendas, ¿verdad?
—Capablanca está basado ligeramente en un bandolero de leyenda de la comarca donde vivo. No hay ningún dato histórico concreto. Sí que hay otro bandolero llamado Joan Muntada que sí existió, del que hay dos referencias concretas. Estaba en la lista de bandoleros de Perot Rocaguinarda que fueron perdonados a cambio de servir durante diez años en el tercio en Italia. Utilizando la fabulación los he unido a los dos, al legendario y al real para recrear la vida hipotética de un pícaro-bandolero-soldado en el siglo XVII llamado Joan Muntada, alias Joan Capablanca.
—El primer libro, A cara o cruz, se publicó primero en Italia. ¿Por qué?
—Gracias a las novelas gráficas de Alatriste El capitán Alatriste y Limpieza de sangre, Robin Wood, uno de los guionistas más importantes de historieta, descubrió uno de los libros en un aeropuerto de Uruguay y contactó conmigo por si me interesaba dibujar a un personaje suyo de mucho éxito en Italia llamado Dago. Nos entendimos a la primera, lo dibujé durante tres años y, al terminar mi colaboración en Dago, les ofrecí a Aurea Editoriale, donde se publicaba Dago, el personaje Capablanca. Les gustó y ahí sigo. Toda la serie de Capablanca consta de seis libros. Cada libro son ocho capítulos de doce páginas y se publica por entregas en una revista italiana de cómics llamada Skorpio, de las pocas revistas de historietas que quedan por esos mundos. En la revista se han publicado ya cuatro libros por entregas y estoy terminando el quinto.
—¿Y por qué en Italia publica en color y, en España, en blanco y negro? ¿Qué ofrece el blanco y negro que no ofrezca el color, y viceversa?
—En Italia se publica en color porque, supongo, debe de ser más comercial. De hecho, yo hago el guión, el dibujo, el entintado y el color de cada capítulo. Que aquí se edite en blanco y negro es como la versión de bolsillo, más económica, y Amaníaco Ediciones es una editorial pequeña. Según dice un docto de la materia del cómic, el blanco y negro se lee y el color se mira. Es posible. A mí me da que negro sobre blanco es más abstracto y que el color es más realista. La editorial Panini, mucho más potente, editará un integral a color de trescientas páginas con las tres primeras historias de Capablanca para el salón del comic de Barcelona 2019.
—Al principio de cada Capablanca, incluye textos de Quevedo (Tomo I), Gregorio González (Tomo II) y Juan Cortés de Tolosa (Tomo III). ¿Le gusta la literatura de la época?
—Me gusta desde mis tiempos escolares, esa manera de jugar con el idioma siempre me ha atraído. Además, tanto en Capablanca como en Alatriste es como una banda sonora que ambienta, que te traslada a la época, que te da ideas y te ayuda a la hora de escribir. Uno se lee cualquier obra picaresca y disfruta porque se reconoce, reconoce a otros y se ríe con obras escritas hace más de cuatrocientos años y eso es mágico.
—Imagino que también habrá recurrido a estas novelas para documentarse sobre la época.
—Evidentemente. Para documentarse sobre una época, siendo dibujante, primero se buscan referencias gráficas de la época, que las hay, pero abundan más las referencias literarias. De ellas deduces, imaginas y, con un diccionario y paciencia, puedes encontrar elementos de ambientación, vestuario, lugares, etcétera. En resumidas cuentas, pillas el aire de la época.
—¿Por qué le dedica El pozo del olvido a su abuelo Amadeo?
—Es uno de mis abuelos, y se puede decir que lo he descubierto ahora. Sabía de su existencia, que había muerto en 1937 y poca cosa más. Pero hablando con familiares, me han explicado que Amadeo fue a la guerra de Melilla en 1909, en la que los hijos de los ricos pagaban para no ir. Y el Gobierno español, para proteger sus intereses en Marruecos, obligó a incorporar a reservistas. Llegaron al barranco del Lobo y allí los masacraron los marroquíes desde las alturas el 26 de julio. Se realizó una lista de bajas y mi abuelo estaba en esa lista. Después lo quitaron de la lista porque había sobrevivido refugiándose junto a otros en una alcantarilla. Al mismo tiempo, ese mismo lunes comenzó la llamada Semana Trágica de Barcelona. Por eso se lo dedico.
—Joan Muntada, en principio, es un niño de carácter noble, es un buen tipo, digamos, pero que vive en un ecosistema durísimo. En el primer libro, Jerónima le dice una frase implacable sobre el futuro: «Es que nadie puede dar aquello que no tiene».
—Ya, es así, la vida es como es, y en este caso concreto el personaje de Sebastiá, que es cicatero y retorcido, poca cosa podrá dar, si acaso quitar.
—Una de las grandes virtudes de Muntada es que sabe leer y escribir. En el Tomo I, es hermoso el momento en que lee a Jerónima el Lazarillo de Tormes, o en el III, cuando lee El Quijote a los presos. ¿Por qué lo ha hecho lector?
—Joan Muntada aprende a leer y escribir gracias a don Rodrigo, que también lo adiestra en la utilización de la espada. Es un plus que pensé sería beneficioso para el personaje, ya que le permite saber más y jugar las bazas a su favor. La lectura amplía horizontes y es necesaria para vivir casi tanto como el agua, es el alimento del espíritu. Por eso a mi personaje le hago lector. Curiosamente, debe de ser una fijación mía, el protagonista del western, ya mayor, también aprende a leer y escribir.
—Finalizando, señor Mundet, ¿tiene previsto un crossover Casablanca-Alatriste?
—Siempre he fantaseado con eso. Incluso tengo escrita una pequeña secuencia de antes de realizar la novela grafica de Alatriste y Capablanca. Ocurría en Sevilla. Joan Muntada Capablanca, con veinticinco años se topaba con Diego Alatriste y Alonso de Contreras en una taberna, sería en 1622 más o menos a causa de una moza sevillana. Para llegar a ese año me faltarían tres libros más, o sea, que sería en el libro número diez, y que llegue ahí… bueno, qué caray, es posible. ¿Por qué no?
—Y, para rematar, ¿cómo anda su proyecto de western?
—En cuanto el western tengo ya todo el guión casi terminado, algunos personajes estudiados gráficamente. Sólo me falta repasarlo y empezar a dibujarlo cuando pueda, quizás cuando termine el sexto libro de Capablanca. Ya veremos, la vida da muchas vueltas.
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Autor: Joan Mundet. Título: Capablanca: El pozo del olvido. Editorial: Amaníaco. Venta: Amazon.
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