Se llama Guillermo Rodríguez, pero anda por la vida vestido de Arkano, un rapero con poemario y deportivas de estreno. Fue gordo, machista y «flipao», o al menos eso ha dicho en las entrevistas que ha concedido en la carrerilla de los veintipocos, donde bullen las cosas aún por estrenar. Aunque tiene algo de hoja en blanco, Arkano se cuenta con elocuencia y sensatez. La rima espabila, pues.
Camuflado tras ese nombre esotérico, este ingeniero informático nacido en Alicante habla en verso sin ser poeta, presenta programas sin ser presentador y lee a Milan Kundera sin ser, según él, un gran lector. Así es Guillermo Rodríguez, Arkano, campeón mundial de rap en lengua española en la modalidad de freestyle y vencedor en la Batalla de los Gallos en 2008 y 2015.
Aunque cualquiera podría esperar lo contrario, Arkano se ha empeñado en elaborar rimas exentas de tacos, latiguillos misóginos o exaltación de la violencia, rasgos que lo han transformado en un faro de ejemplaridad del que han querido tirar editores y medios. Además del programa que conduce en La 2, de ahora en adelante conducirá un espacio televisivo en La 1 para formar a los jóvenes que deseen volcarse en el rap. Como ya contó en la biografía Asalto al vacío (Planeta), Arkano fue objeto de acoso escolar. La música lo protegió de venirse abajo.
Comenzó a rapear a los ocho de forma intuitiva. Se inventaba letras e incluso hasta le dedicó un rap a Saviola. Ahora el fútbol ni le va ni le viene, pero si lo ponen a elegir se decanta por el Barça. Su padre reparaba electrodomésticos y su madre era administrativa, así que de música más bien poco. Fue su hermana mayor quien lo introdujo en el movimiento hip-hop hace ya más de diez años. Justo en los días previos al anuncio de su fichaje por RTVE, Arkano presenta Castillos en el aire (Planeta), una mezcla de poemario en prosa y anotaciones anímicas, un libro en el que se hacen recurrentes algunos temas.
—¿Contarse o cantarse? ¿Se considera usted poeta?
—Ni soy poeta ni hago poesía. Quiero quitarme cualquier tipo de pretensión literaria, por respeto a los verdaderos poetas y escritores. Este libro no es más que la feria que hay en mi cabeza. Toco el mundo con muchas ideas que a veces tienen forma de rimas, frases o caóticas disertaciones. Lo que he querido es plasmarlas, y este libro es el resultado. Atribuirme una categoría, más que darme, me quita.
—Sin embargo, hay una sensibilidad expresiva. La música es como la poesía, posee una métrica.
—Yo no sigo ninguna estructura métrica. Es una expresión muy libre. Acepto que existe una relación directa entre la poesía y el rap, pero incluso como un ejercicio egoísta prefiero liberarme de toda etiqueta. Yo estoy tranquilo. A mí que no me metan con poetas o letristas escritores. Lo mío es libre expresión.
—Irrumpió con la batalla de los gallos, sin embargo. ¿Qué diferencia hay entre el escenario y el papel?
—Una batalla de gallos es todo improvisación. No se trata de salir a cantar una canción. Es espontáneo. Depende de la energía del momento. No hay tanta reflexión, a diferencia de cuando estás ante el papel o el ordenador, donde hay más reflexión.
—¿Dónde se siente más cómodo?
—Depende del momento. En ocasiones me apetece más la adrenalina y una creación más explosiva, entonces la improvisación me hace sentir más cómodo y me apetece jugar. Hay otros procesos en los que estoy más reflexivo y necesito sacar cosas de dentro de un modo más pausado, y salen cosas de este tipo.
—En la improvisación está implícito un combate. ¿Conoce usted las justas poéticas del Siglo de Oro?
—No conocía eso, pero sí estoy familiarizado con expresiones como la de los versolaris en el País Vasco, los payadores en Argentina o los repentistas en Cuba. Siempre ha estado en contacto con la tradición oral y escrita. De ahí hemos bebido todos, incluso sin saberlo.
—¿Qué lo llevó hasta el hip-hop?
—Comencé gracias a mi hermana mayor. Ella rapeaba, pintaba grafitis. Estaba muy vinculada al mundo del hip-hop. Me enseñó temas y me introdujo en aquel mundo. Creo que lo que me llamó la atención del rap fue su estilo directo. Era un estilo directo, que utilizaba palabras malsonantes. Todas esas cosas me llamaron la atención.
—¿Cómo lo ven dentro del movimiento? El hip-hop suele ser muy celoso de sus códigos, recela de lo mediático.
—Hay sectores. Asumo que a los más puristas no les ha de gustar demasiado lo que hago y que me abra tanto a medios de comunicación o a la fusión con otros estilos. Hay otros que lo aceptan muy bien. No podría darte una opinión fija sobre cómo soy percibido, porque es muy heterogéneo.
—¿Y usted cómo se siente dentro del hip-hop?
—Muy cómodo. Cada vez que estoy con raperos, escritores de grafiti, DJs o gente que baila me encuentro bien, pero también es cierto que hay de todo. Existe gente que puede estar más distante con lo que hago o no está de acuerdo con mi manera de comunicar, y otros que sí. No podría generalizar en ninguno de los dos sentidos.
—En este libro se repiten mucho las alusiones a la percepción que tienen los demás. ¿Hasta qué punto este libro es un alegato por la tolerancia?
—No sabría decirlo. La lucha social está más presente en raps e improvisaciones, y esto nace más de la introspección, de cómo yo me siento, de las ideas que genero.
—Pero la idea de la percepción, de cómo es percibido, es constante.
—Creo que nace más de la empatía desde el punto de vista social y cómo vivo eso dentro de mí. Esa sensación de intentar alcanzar una perfección que nunca llega, cómo esa construcción de lo que es perfecto la he llevado a cabo sobre valores que la sociedad inculca o que he realizado yo mismo desde el hecho de estar incompleto.
—¿Me lo puede explicar?
—El éxito, por ejemplo, puede ser una construcción errónea que forma parte de una frustración y eso sirve de punto de partida para reflexionar. Es un libro de iniciación, son mis intuiciones acerca del mundo.
—¿Por qué su intención de hacer el rap menos violento y misógino?
—No es que quiera cambiarlos. Yo sólo intento abrir el abanico de posibilidades, ofrecer otra forma de hacer las cosas. Podemos expresarnos sin ser misóginos u homófobos. A lo mejor no necesitamos tanta violencia. En batallas de gallos podemos tener un lenguaje más elaborado, más elegante, más ingenioso. Eso no significa que yo tenga la verdad definitiva, pero sí me gusta abrir esta puerta desde el pensamiento crítico y que cada quien vaya por donde mejor lo considere.
—¿Se ha descubierto hablando con rimas en la vida real?
—(Risas) Hay veces que te salen las rimas, pero en realidad me da mucha vergüenza hacerlo. Si ahora me pides que rime algo, me daría mucha vergüenza. Cuando el contexto lo requiere, en un escenario, por ejemplo, aunque me ponga nervioso lo hago, pero en mi día a día me genera mucha incomodidad.
—¿Lee?
—No he leído mucho, pero sí hay libros que me han emocionado. Por ejemplo, La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera. Últimamente estoy leyendo a Palahniuk. Leí Snuff y Monstruos invisibles. Me fascinó. Ahora estoy con Asfixia. De Ruiz Zafón leí el libro de Marina y me gustó mucho. No soy un lector sistemático, ni un entendido, pero me gusta.
—Kundera no es un autor de andar por casa. ¿Cómo llegó a estos libros?
—A La insoportable levedad del ser llegué porque me lo recomendó un amigo. Al resto de los libros lo hice a través de mi novia, que lee mucho.
—¿Qué estudió?
—Ingeniería informática
—Un ingeniero informático que habla en verso. Eso es muy raro
Arkano vuelve a reír.
—Por eso insisto en la pregunta sobre cómo cree que es percibido en el mundo del hip-hop.
—No me siento como el rarito, ni mucho menos discriminado por lo que digo o hago.
—Los raperos buscan transgredir. ¿La educación es una forma de revolución, en su caso?
—Es una forma de verlo. Al final, en un género como el hip-hop, donde la rutina es la transgresión en cuanto a las formas, quizá el hecho de resistirse a esa norma sea una forma de revolución.
—Fue objeto de bullying. Ha sido muy claro en el hecho de querer luchar contra eso a partir de lo que hace. ¿Ha podido confirmar si ha tenido un impacto?
—Hay gente que me ha contado historias y que lo ha escuchado de mí le ha ayudado, incluso historias de cambios de percepción de la vida. Un competidor de una batalla de gallos se me acercó en un evento y me dijo que, por su familia y su religión, consideraba a los homosexuales como inferiores y que, a raíz de escucharme, comenzó a replantearse hasta qué punto eso tenía sentido. Eso me hizo pensar que este tipo de cosas sirven y pueden favorecer un cambio en algunas formas de pensar.
—¿Qué fue lo más importante que aprendió de su experiencia de acoso y bullying?
—Creo que el hecho de comprenderlo desde dentro me ayudó a abordarlo desde afuera. Eso te hace comprender que para quien lo está viviendo es imposible salir de eso. Más allá del instituto no hay nada, ahí es donde sucede todo y por mucho que pidas ayuda fuera, sobrepasa a quien lo vive. Eso me ha ayudado a tener una percepción más completa a la hora de combatirlo y lanzar mensajes constructivos al respecto.
—¿Qué edad tenía cuando lo acosaban en el instituto?
—Estaba en primero de ESO. Tenía como doce o trece años, y ocurrió al mismo tiempo en que descubrí el rap. Creo que, en cierto modo, me ayudó a que no me vieran como un bicho raro e incluso ser percibido con cierta consideración: «Ah, el rapero».
—¿Cuál es su relación familiar con la música?
—Ninguna.
—¿Por qué Arkano?
—Por mi madre. Cuando instalamos internet en casa era necesario elegir un nombre de usuario. Entonces ella eligió Arkana, porque lo había escuchado por ahí. Cuando me tocó hacerme un correo, era muy pequeño, elegí Arkanito, por aquello de ser el hijo de Arkana. Cuando comencé a rapear me pareció que era Arkano era perfecto. Era imponente. De hecho, mi madre está jodida porque a raíz de todo esto piensan que el correo es una consecuencia de mi nombre. «‘Parezco una friki… ¡Pero si fui yo quien inventó ese nombre», dice.
—Libro, programa de televisión… El rap le da para mucho.
—Puede que sí… Estoy ahora presentado un programa de televisión en La 2, voy a presentar otro en La 1, pero yo ni soy presentador ni soy periodista. He grabado un disco, pero no soy músico… Yo me expreso. Adquirir etiquetas es cargar con un peso que no me apetece cargar.
—¿Me puede hablar del otro programa, el de La 1?
—Será un programa con cinco o seis jóvenes, en los que haremos talleres de rap. En cada programa abordaremos un tema social distinto.
—¿Por qué le preocupa tanto el mundo?
—Desde pequeño he visto en mi familia mucho compromiso social. Mis amigos son muy inquietos en temas culturales y sociales. Una novia me hizo ver comportamientos machistas y me hizo evolucionar una barbaridad. Se lo agradezco muchísimo.
—¿Por qué cree que usted gusta tanto?
Silencio
—Algunas ideas tendrá.
—Naturalidad… Creo que a la gente a la que le gusto, creo que le gusto por eso. No intento interpretar un personaje.
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