A las buenas, querido lector.
Escribir este artículo me está sirviendo para darme cuenta de la de tiempo que hace que tú y yo no nos vemos por aquí. Sí, nos hemos seguido encontrando en mil lugares más, lo sé, pero lo que viene siendo aquí, en Zenda, en mi casa, ya han pasado unas cuantas noches.
Aprovecho para contarte que la razón es bastante buena: es todo por trabajo. En marzo lanzo mi nueva novela, en concreto el 14, y bajo el título de No mentirás. Penguin Random House, a través de su editorial Ediciones B, la están mimando hasta el infinito y más allá, y es por eso que yo respondo con grandes dosis de trabajo, para que el resultado sea perfecto. Y lo será. De ahí que haya dejado Zenda para otro momento. También he de decirte que esta vuelta es fugaz, por ahora, pero que en cuanto tenga todo organizado y el nuevo libro esté girando libre, volveré con un blog que te tengo preparado y que te va a sorprender. Ya voy preparándolo, poco a poco.
El motivo de mi vuelta es el lanzamiento de un ensayo que me ha dado muchas alegrías antes de ser publicado como tal. Se trata de mi libro Mamá, quiero ser escritor: Diario de un escritor quejica. Ahora pueden pasar dos cosas. Una, que seas lector asiduo mío y ya conozcas el origen de este libro, que parte de aquí, de Zenda. Dos, que hayas llegado por casualidad a este artículo y no tengas ni idea de quién soy, de lo que hago y del porqué de este ensayo. Pues bien, lo más lógico es que me centre primero en el segundo caso, pasando a relatar a los del primero, después, cómo todo acaba siendo un libro en sí.
Allá voy.
Esto surge como idea hace mucho tiempo. Recién acabado mi blog en Zenda «Se ha desmitificado un crimen» (que también acabó siendo un ensayo publicado por Anaya en 2018, bajo el título ¡Que nadie toque nada!), siento que me apetece mucho ayudar a esos a quienes, como yo, un día se les va la cabeza y deciden emprender esta difícil tarea que es escribir y entretener a las masas. Si siguen siendo como yo, estaba claro que estaban más perdidos que un pulpo en un garaje, por lo que decido contar, bajo mi punto de vista, cuáles son las pautas a seguir para empezar desde cero y acabar publicando un libro, bien sea bajo sello editorial o de manera independiente. No recuerdo la de artículos que componían el blog, que se llamaba justo como la primera parte del libro que ahora he lanzado, pero sí sé que tuvo una acogida bestial. Muchos escritores (y no escritores todavía) me agradecieron el trabajo que me pegué en tratar de contar cuál creía yo que era el camino a seguir para conseguirlo. Justo cuando el blog ya llegaba a su fin, recuerdo que pasó algo.
Yo estaba en el hospital. Estaba esperando la consulta del anestesista para una operación. Leandro Pérez (confundador y director de Zenda) me llamó. Él ya conocía mi historia de antemano, pero en ese momento algo le hizo clic y me dijo: «Oye, ¿te gustaría contar cómo has pasado todo tu proceso de enfermedades en el blog? Podría servirte como desahogo y ayudaría a otros a enfrentarse a dificultades con, quizá, otro punto de vista».
En un primer momento tuve claro que no. No me veía capaz de hablar en una ventana tan grande como Zenda sobre todo lo que había pasado y lo que me quedaba por pasar. No es que me costara hablar sobre mis enfermedades, pero sí era cierto que quizá era demasiada exposición. Le dije, aun así, que me lo pensaría.
Fue llegar a casa y comenzar a ver el lado positivo de lo que me había pedido. Era cierto que hay mucha gente jodida y que necesita ese empujoncito para enfrentarse a todos sus procesos con una nueva perspectiva. Con un nuevo ánimo. Yo siempre he dicho que el positivismo no cura, pero si ya vas a estar jodido de salud, pase lo que pase, al menos sonríe y disfruta cada momento como si fuera el último.
Así que lo volví a llamar y acepté el reto que suponía para mí.
El blog lo petó muchísimo más de lo que yo esperaba. En él contaba cómo empezaron mis problemas de salud y cómo los afrontaba apoyado en los míos y en la propia escritura. Se tituló «Diario de un escritor quejica». A mí, desde luego, me sirvió como terapia, y nunca agradeceré lo suficiente al jefe que me hubiera dado ese empujón. Pero lo más grande fueron los cientos y cientos de mensajes que recibía contándome que yo mismo les estaba ayudando abriéndome así a ellos. Una maravilla.
Pasaron un par de años, yo seguí mi camino en Zenda, y llegó el primer libro surgido de su página. El que me publicó Anaya con el contenido de mi primer blog (reescrito, eso sí, no era un copia pega). El éxito fue tal que me planteé seriamente volver a hacer lo mismo con el blog sobre cómo escribir. Pero me parecía poco. Como no soy de enrollarme demasiado, al menos cuando escribo, no salía un libro en condiciones para lanzar al mercado en cuanto a contenido. Y llenarlo de paja, como que no. Entonces pensé en aunar los dos blogs. ¡Quedaba perfecto así, porque todo estaba relacionado!
Llamé corriendo a Leandro y le conté que quería hacerlo así, tal y como fue con mi publicación anterior. Claro, él enseguida se entusiasmó y me mostró todo su apoyo, tal y como hizo la vez anterior.
Entonces fue cuando mi cabeza empezó a darle vueltas a una cosa.
Yo lo que quería de verdad era ayudar. No es que no ayude si una persona va a una librería, compra mi libro, se empapa de él y su camino se allana algo. Claro que ayuda.
Pero yo quería ir más allá. Que fuera accesible para todos.
Tomé el teléfono de nuevo y llamé otra vez al director.
Te reproduzco la conversación.
—Leandro, he estado pensado una locura.
—(No dice nada por unos instantes, ríe, ya me conoce). Cuéntame.
—Quiero poner el libro gratis.
—¿Cómo?
—Como te lo digo. No quiero venderlo. No quiero ganar dinero. No quiero editoriales ni nada. No quiero promoción por varios sitios de España. Sólo quiero ayudar a quien lo necesite.
—A ver, yo te entiendo, pero hay mucho trabajo detrás, y algo deberías recibir por él.
—Lo sé, pero necesito hacerlo así.
En este momento Leandro no insiste más. Sabe que lo voy a hacer y, cómo no, me apoya de inmediato.
Es ahí cuando empezamos a valorar la mejor manera de llegar a más gente. De ayudar a más personas. Decidimos que lo más accesible y visible es Amazon. Ahora viene un problema. Se puede hablar con ellos para dejar de manera perenne un libro gratis, pero sabemos que es un proceso lento, que podría salir o no, y Leandro tiene una idea:
—Blas, sigo pensando que algo deberías recibir por tu libro. ¿Has pensado en ponerlo al menor precio posible y, cuando quieras, poner unos días gratis para que además sea accesible a todo el mundo?
Yo lo valoro. Tiene razón. Es la mejor forma para tener menos problemas y conseguir que el libro sea lo más accesible posible a todo el mundo.
Y así ha sido.
Lo he puesto en Amazon a 0,99 euros, el menor precio que me deja. Ya ves, es menos de un euro. Además, ha estado durante los tres primeros días de lanzamiento de manera totalmente gratuita, consiguiendo que las descargas se cuenten por miles. Habrá más días de descarga gratuita, ya que me deja cinco días cada tres meses, así que no desesperes si no lo conseguiste sin pagar nada. De igual modo, nunca me ha costado regalar un libro si me lo pides vía mail (blas@blasruizgrau.com), así que no te cortes, que no me sienta mal.
Por lo demás, te cuento que encontrarás en él una muy buena guía para empezar en esto y acabar convirtiendo tu sueño en una realidad. Creo que merece la pena que lo intentes. Por otro lado, te cuento mi experiencia personal y cómo con cabezonería he llegado a donde estoy, aunque todavía no sé muy bien qué sitio es ese.
Te recomiendo que te hagas con él. Y que por supuesto me cuentes qué te ha parecido. La mejor forma es una reseña en Amazon, y así otros lo verán y podrán sentir interés por él, pero si quieres que sea en privado tienes mi email o, incluso, (ya sé que no es privado) mi Twitter: @Blasruizgrau.
Sea como sea, espero que lo disfrutes.
Aquí tienes el link para hacerte con él: https://amzn.to/2sPD4Z3
Nos vemos pronto.
Impresonante, Blas; no tengo otra palabra ante tal declaración de prinicpios.