Poeta, novelista, ensayista, José Emilio Pacheco (1939-2014) no fue solo un escritor total, cuya pluma abordó sin prejuicios cualquier forma literaria con tal de expresar un pensamiento elevado, sincero y creativo, sino un renovador de géneros. Uno de ellos fue el del artículo periodístico, una forma que raras veces encuentra un camino evolutivo que le lleve a altas cimas de expresión y contenido. JEP consiguió este logro en su columna semanal Inventario, que durante cuatro décadas, entre 1973 y 2014, abrió a sus lectores la puerta a saberes y opiniones originales y cultas, permitiéndoles acercarse lo mismo a la literatura mexicana que a la universal, a la historia o a los hechos culturales más significativos, controvertidos e interesantes. En el espacio de media página semanal, Pacheco buscaba entender los hechos presentes y pasados, con miras al futuro, ligándolos a contextos más amplios, de manera muchas veces inesperada, pero siempre accesible y heterodoxa. De esta forma, su Inventario, como coinciden quienes lo siguieron en las páginas de la revista mexicana Proceso, donde se publicó religiosamente, se convirtió en sí mismo en un nuevo género literario, un espacio donde todo cabía y donde todo se conectaba con todo en textos siempre ágiles y apasionantes que situaban al lector en la encrucijada de un momento que se revelaba crucial en cada artículo, aunque se hablara de una historia acaecida siglos atrás. Ahora, la editorial Era ha tenido el acierto de publicar una amplia selección de todos esos artículos en tres tomos prologados por Juan Villoro, donde el lector podrá zambullirse, a caballo entre la información y la fértil imaginación pachequiana y su sentido del humor, en todo un compendio de textos sobre los grandes poetas de la historia, de Safo a Juan Gelman, pasando por los grandes episodios de la historia mundial y los nombres indispensables de la literatura universal. Un auténtico inventario del mundo.
POLÍTICAS DEL LIBRO EN MÉXICO
Carlos Anaya Rosique, presidente de la Cámara de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), acaba de anunciar para el próximo 27 de febrero un foro sobre “políticas públicas sobre la red del libro”. El titulo se antoja pretencioso, pero el empresario librero dice que dicho foro —en el que se abordarán temas como “El Estado como editor y su papel en el fomento de las escrituras, las lecturas y la industria editorial”; “Democratización de la cultura: distribución y comercialización del libro”; “Fomento a la creación y la cultura del libro; Escrituras, lecturas y lectores”; y Entornos digitales y fortalecimiento del acceso a los libros”— tiene como objetivo que distintos sectores de la sociedad puedan presentar ideas y propuestas, y que los legisladores las escuchen para sumar voluntades a un proyecto de política pública integral en materia de libros. Parece ser que los libreros quieren adelantarse a lo que el nuevo gobierno federal tiene en mente en este rubro, donde hay ya planes de animación y fomento de la lectura en los que se regalarán miles y miles de ejemplares que duermen el sueño de los benditos en las bodegas de las empresas estatales como el Fondo de Cultura Económica o la red de librerías Educal. Pero a los empresarios les preocupa más que las bibliotecas públicas no tengan presupuestos para adquirir libros nuevos, y quisieran que en esto también el gobierno mexicano se pusiera las pilas, pues es cierto que no es posible que las bibliotecas estén a expensas de ver quién dona libros, como ocurre hasta ahora, sino que cuenten con programas de adquisiciones, tener libros de fondo y novedades, como ha dicho Anaya. También es importante insistir en la tasa cero del IVA para las librerías, aunque sólo sea una parte de la política pública en materia de libros. Otro asunto que inquieta es el del famoso Instituto del Libro, del que el empresario se pregunta con razón ¿qué significa un instituto, cómo se dirige y si es parte de un aparato estatal o un organismo de la sociedad civil? Y si este instituto será el que defina la política del libro desde una visión de Estado, o si dicho ente propiciará el desarrollo de todos los actores del mundo del libro, desde la sociedad civil, las instituciones gubernamentales y las empresas. Por último, Anaya ha recordado que está sobre la mesa la cuestión de los libros de texto, que en este momento son gratuitos para los niños de preescolar, primaria, secundaria, telesecundaria, educación indígena y braille, y cuyo organismo rector, la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg) requiere para su funcionamiento y el cumplimiento de sus programas de aproximadamente tres mil 300 millones de pesos, cuando en este momento solo tiene autorizados mil 960, lo que significa que faltan mil y pico millones. Anaya tiene razón en decir que los niños deben estar en el centro de cualquier política librera y tener los libros de texto que les debe tocar, sin que haya excusas presupuestales. Así que el nuevo gobierno mexicano debe estar muy atento a estos asuntos, porque, en efecto, son o deberían ser la máxima preocupación si se quiere que México salga del bache en el que está hundido.
CENIZAS EN PAZ
El muchacho que caminaba sobre un poema, entre San Ildefonso y el Zócalo, volverá a la callada nación de aquellas piedras, vegetación de cúpulas, petrificados jardines de símbolos. La noticia anunciada así lo confirma: tanto las cenizas del poeta y Premio Nobel de Literatura 1990 Octavio Paz (1914-1998) como las de su esposa, Marie-José Tramini —fallecida el 26 de julio del año pasado— reposarán para siempre en el patio central del Antiguo Colegio de San Ildefonso, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, debajo de un árbol y frente al mural La trinchera, de José Clemente Orozco, según confirmó el antropólogo Eduardo Vázquez Martín, coordinador ejecutivo del recinto, quien anunció que la presentación oficial será este martes día 5 de febrero. El ex secretario de Cultura de Ciudad de México dijo que con la muerte de Marie-José, las cenizas de Paz quedaron liberadas, porque ella quería que la acompañaran hasta el final de sus días. Por otro lado, Paz no deseaba ir a la Rotonda de las Personas Ilustres, además de que a la Rotonda jamás han entrado parejas, por lo que la historia de amor que se prodigaba la pareja, inseparable desde el día en que se conocieron, continuará hasta después de su muerte. De esta forma, como escribió el poeta, los signos seguirán siendo semillas, la noche los disparará, subirán, estallarán allá arriba, se precipitarán, ya quemados, lumbres divagantes, y reaparecerán, racimos de sílabas, incendios giratorios, para dispersarse por la tierra y en cada visitante.
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