Creo recordar que fue Antonio Rivero Taravillo —escritor y traductor— quien lo dijo en uno de sus aforismos: “El poeta son. Los poetas es”. Es una frase precisa y memorable que dice verdad: aunque toda escritura se resuma en un género —en este caso la poesía—, esa escritura, la de cada uno, es la suma de muchos. En el arte lo colectivo es singular, pero esa singularidad siempre será aluvión de pluralidades —vacuna contra la soberbia—. Sobre ese principio de la suma de autores que en el autor confluye y sobre ese juego de las identidades, Javier Vela (Madrid, 1981) elabora su Libro de las máscaras. Conjunto de ideas, frases, epigramas y aforismos que el autor pone en obra de otros, aunque esos otros sean el propio autor. Como ya hiciera, similar, Felipe Benítez Reyes, en su Vidas improbables.
Camuflado entre nombres, Vila-Matas, Lispector o Canetti, la voz de Javier Vela se cuela entre estos aforismos y pasajes inventados pero auténticos, en estas citas que son apócrifas pero de las que conocemos al autor. Aunque sobre esa idea se simule diversión inocente, en esta hay toda una reflexión sobre el estilo, la influencia, la identidad. Un recorrido de la historia de la literatura —mejor, de algunos de sus autores— sobre el que Javier Vela nos invita a debatir conceptos como la originalidad; o sobre expresiones un tanto tópicas, como la de la voz propia; o sobre temas tan actuales en el debate cultural: apropiaciones, intertextualidades. ¿Quién escribe los libros? ¿De dónde nos vienen las grandes obras del pensamiento? ¿Cómo nos definen esas obras? ¿Hasta qué punto somos por lo que otros fueron? ¿Cómo puede cambiarnos el leer uno y no aquel? ¿Cómo modela el ideario propio las ideas ajenas, que a su vez fueron precedentes, y así hasta el origen de las civilizaciones?
El buen aforismo reúne cualidad de asombro, de verdad en el concepto y de precisión en el modo de comunicar ese concepto. Javier Vela, en este Libro de las máscaras, lo consigue en un buen número. Muchos de ellos son notables y algunos, sobresalientes. Hay aforismos que hablan del oficio del escritor, oficio que Vela tan bien conoce y que nos lo descubre —descubrir, otro verbo del género—: “Al escritor que tiene más ramas que raíces pronto lo tuerce el viento”; “La literatura es el diario íntimo de un pueblo, no su historiografía”; “El autor es un accidente del texto”; “La edad de un libro es la de sus lectores”. Otros están entre la greguería y el verso, con sus metáforas y sus connotaciones, imágenes certeras y definiciones con fuerza poética: “El mapa es el tesoro”; “La tristeza es un bosque; la alegría, una selva”. Ejemplos un poco más extensos, también hay tiempo para breves párrafos que alcanzan disciplinas algo distantes de la propia literatura, como la filosofía política, aunque sin abandonar ese lenguaje de tono ceremonioso, pausado y meditativo que atraviesa la obra: “En labios de ciertos mártires, la hermosa palabra pueblo adquiere un deje blasfemo”; “Es fácil amoldarse a las ideas socialmente aceptadas, sobre todo cuando, en su fase poshlost (pienso en el “feminismo de mercado”), dichas ideas se han convertido en clichés, y escritores y artistas se proyectan en ellas y las emplean como moneda de cambio, gastando a marchas forzadas su alcance original”.
Javier Vela lleva años ofreciendo una obra madura y consolidada —ahí están los reconocimientos y los elogios—. Es un escritor que conoce el propósito de la creación, de la creación mediante la palabra y el lenguaje, y que así jamás trabaja obra sin interés, sin discurso, sin más lectura que esa a la que se llega con los ojos. Javier Vela escribe libros que se leen desde el pensamiento y desde el conocimiento; es decir, desde la inteligencia. Un nombre que no desmerece la comparación con muchos de los nombres que acompañan estas máscaras con las que pasaría, en cualquier reunión, desapercibido.
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Autor: Javier Vela. Título: Libro de las máscaras. Editorial: Pre-Textos. Venta: Amazon
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