No todo el relato de la conquista de México está teñido de sangre, aunque la mayoría de los historiadores, especialmente en México, se empeñen en pintarlo en ese tono. Resulta que el escritor Eduardo Aguilar Zarandona ha tenido acceso a un manuscrito perdido y oculto durante siglos, donde se relata la historia de la amistad que entablaron nada menos que el último rey azteca, Cuauhtémoc (1496-1525), y el fraile flamenco Juan de Tecto (1476-1525), manuscrito que, según dice el autor, está custodiado por un grupo de indígenas de Ixcateopan, Guerrero, quienes le dejaron leer algunos fragmentos bajo el juramento de que no revelaría su paradero. El viejo texto está firmado por fray Pedro de Gante, uno de los primeros franciscanos que llegaron a la gran Tenochtitlán, quien junto con Juan de Ayora y el susodicho Tecto, a la sazón un humanista muy conocido en la Europa de entonces, confesor del rey Carlos V y maestro en La Sorbona durante catorce años, llegó a la ya devastada Tenochtitlán presentándose ante Hernán Cortés justo en el momento en que tenía prisionero al monarca mexicano y lo había torturado vaciándole aceite hirviendo en pies y manos para que se postrara ante el conquistador. Pero Cuauhtémoc dio una lección de orgullo, dignidad y coherencia, pues según el cronista era un hombre educado en el rigor, la rigidez y la dureza. Y resistió. Más tarde, De Tecto conversaría en privado con Cuauhtémoc y éste le relataría su historia, de dónde venía y lo que le había tocado vivir. Y surgió la amistad, una amistad que se afianza durante el viaje a las Hibueras (Honduras) en 1524, al que los lleva Cortés para sofocar la revuelta de Cristóbal de Olid, y que dura un año. Mientras cruzan Veracruz, Tabasco y Campeche, ambos aprenden del otro; De Tecto habla náhualt y Cuauhtémoc latín y un poco de español, y cada uno abre su mundo al compañero, llegando a ser capaces de aceptar sus diferencias, de reconocer la valía de la cultura ajena. Sin embargo, la suerte del rey azteca, escudo humano de Cortés, ya está echada y el capitán español, al ver el respeto que los indígenas le profesan a quien consideran aún su rey, le acusa de traición y en Campeche le hace un juicio sumario, condenándolo a muerte. Cuauhtémoc es colgado de una ceiba, junto a su primo, el señor de Tlacopac, Tetlepanquetzal. Y, tras su muerte, De Tecto, que se había opuesto al ajusticiamiento, se niega a contarle al conquistador lo que sabía del mexica y cumple el mismo destino, siendo ahorcado a corta distancia de su noble amigo. Esta es la historia que se cuenta en detalle en la novela El manuscrito extraviado (Porrúa), de Aguilar Zarandona, un memorial con el que su autor ha querido arrojar luz sobre esta relación “difuminada en la historia oficial” y que, según el escritor, es esencial conocer para reconocer la dignidad que mostró el rey vencido durante los más de cuatro años de confinamiento, condena y muerte que padeció. Y para entender que la tolerancia y la amistad, que están más allá de símbolos culturales, religiones y razas, son grandes dones humanos, hoy en día muy escasos entre nosotros.
Del 21 de febrero al 4 de marzo, la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería festejará su 40º aniversario con mil 400 actividades, entre las que destacan los homenajes al humanista Alfonso Reyes (1889-1959) y al poeta Amado Nervo (1870-1919). No está de más decir que esta feria ha sido pilar y motor de la promoción del libro en México y ejemplo para las incontables ferias que ahora se organizan en toda la geografía mexicana. Y aunque su función primordial ha sido presentar la oferta editorial del año en curso, también lo es la animación y el fomento de la lectura, actividad que debe estar sostenida por una política del libro que permita a editores y lectores una relación estable y equilibrada, donde el precio de los libros estimule su acceso pero no intimide su producción, porque México necesita muchos más lectores, sí, pero también muchos más sellos editoriales para dar salida a la creatividad que surge por todas partes. El programa de esta cuadragésima FIL del Palacio de Minería conmemorará algunos aniversarios ilustres, como el de Doris Lessing, J.D. Salinger, Primo Levi, Walt Whitman y Herman Melville, y habrá una pachanga para que el recio Élmer Mendoza sople velas. También se recordará a Sergio Pitol, Fernando del Paso y Margarita Peña, fallecidos el año pasado. Y entre los autores que estarán presentes destacan Alberto Chimal, Carlos Martínez Assad, Claudio Lomnitz, Eduardo Matos Moctezuma, Enrique Dussel, Néstor García Canclini, Rosa Beltrán, Tomás Granados y Vicente Quirarte. Están avisados.
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