Benito Pérez Galdós (Las Palmas, 1843 – Madrid, 1920) entendía la novela como «imagen de la vida» y siempre buscó el equilibrio «entre la exactitud y la belleza de la reproducción». Tótem literario de la segunda mitad del siglo XIX —amén de novelista, fue dramaturgo, ensayista y articulista—, el autor de los Episodios nacionales ha obtenido 27 votos en la primera parte de la encuesta literaria realizada por Zenda y XLSemanal, en la que han participado 124 personaliades del ecosistema cultural español. Emparedado entre Cervantes y Valle-Inclán, el escritor canario ocupa el segundo lugar del ranking.
Arturo Pérez-Reverte, Susana Fortes, Marta Querol, Paloma Sánchez-Garnica y Elvira Lindo han votado por el autor de Electra o El abuelo. A la pregunta de cómo es la España que retrata Galdós en sus obras, el fundador de Zenda, que acaba de publicar Una historia de España —libro en el que recopila sus textos semanales publicados en su sección del XLSemanal en los últimos cuatro años—, responde: «Galdós muestra una España real, que conoce, que ve cada día o que recuerda de conversaciones familiares, con sus padres y sus abuelos. Habla de una España, digamos, de primera mano. Y a esa España le aplica la mirada lúcida y amarga del noventayochista que es». «Una mirada lúcida y crítica que penetra más allá de lo que es la mera forma social para mostrar las causas de que España sea lo que es, y no lo que podría haber sido o lo que podría ser», añade el también académico.
Susana Fortes, Premio Fernando Lara de Novela 2009 por Esperando a Robert Capa, dice que «el país que retrata Galdós, desde su mirada liberal y anticlerical, es el país que fuimos. Un país oligárquico, dominado por la iglesia, sujeto a banderías políticas igual que hoy, lleno de cesantes, acostumbrado a la corrupción. Un país egoísta y tierno a la vez. Recalcitrante, sufrido, tirando a pendenciero, a veces valiente, en general cansado. Y bastante duro de pelar». Por su parte, Marta Querol, firmante de El final del ave Fénix o Las guerras de Elena, habla de «una España completa y real, una España de contrastes, de traiciones, de las mayores heroicidades y de grandes villanías. Una España de prejuicios, complejos, chismorreos e hipocresía. Pero también de lealtades, solidaridad, valor y un gran sentido del honor. Muestra el alma de España y de los españoles vista desde el cariño; como diría alguno, sin acritud y con una fina ironía que no hiere e invita a la reflexión».
Paloma Sánchez-Garnica, autora de La sonata del silencio —de la que se hizo una adaptación para una serie en TVE—, declara que «las novelas de Galdós retratan, con su peculiar credo realista, la vida cotidiana de aquella España y sus costumbres: los horarios por los que se regía la gente en su día a día, algo más lógicos que en la actualidad; la manera de trasladarse dentro y fuera de la ciudad de un lugar a otro, más incómoda, mas lenta, más sucia que ahora; las ropas utilizadas, bastante pesadas e incómodas, las normas de higiene y de trato, las distintas clases sociales, sus casas, grandes para los pudientes, miserables para los que no tenían nada, lo que comían, cómo se relacionaban, el trato entre ellos». «Se recoge —añade la escritora madrileña— el pálpito vital de los ciudadanos, sobre todo de la clase media, como modelo y base del orden social en aquel Madrid del último tercio del siglo XIX. Es por tanto una visión del alma de una sociedad en la que nos vemos reflejados en nuestro pasado, un fiel reflejo de lo que fuimos y de lo que, en realidad, seguimos siendo».
Finalmente, Elvira Lindo dice que «lo extraordinario de Galdós es que aún describiendo con tanta meticulosidad las costumbres, el habla, el paisaje de su época, consigue penetrar en eso que sería el alma de un país y que es extrañamente resistente al tiempo. El lector reconoce como suya la España de Galdós: la vitalidad de las relaciones humanas, ese callejerismo tan peculiar que nos define, el sentido del humor cervantino que alivia las contrariedades, pero también una cierta resistencia a la honradez en el terreno público, una proclividad tozuda a la marrullería, a la palabrería vacua y a las corruptelas. Todo esto está en la obra de Galdós». La autora de 30 maneras de quitarse el sombrero apunta que, en la obra del escritor canario, «no tenemos la sensación de pasado o de caducidad. Es como si sus personajes continuaran actuando, en un país desde luego más moderno, menos catolicón, más libre, pero igualmente prisionero de unas élites dirigentes poco brillantes. En Galdós, el pueblo llano supera en nobleza a la burguesía o, al menos, sus defectos son más comprensibles o disculpables».
¿Y qué queda hoy de la España de Galdós? Según Pérez-Reverte, «la España de hoy es consecuencia de la de Galdós. La España que Galdós narra y disecciona lúcidamente condiciona a la España en la que vivimos. La España que a Galdós le duele, que él tiene fe en que cambie y que, en realidad, no cambió o, en todo caso, cambió para peor con la crisis que vino después». «Somos hijos y nietos de la España de Galdós. Por eso es tan importante leerlo. Porque la España de Galdós explica buena parte de la España de hoy. Y nadie que no mira al pasado puede comprender bien el presente ni, muchísimo menos, mirar hacia el futuro», agrega el autor de novelas como El pintor de batallas, El tango de la Guardia Vieja o El maestro de esgrima, ambientada en esa misma España galdosiana.
Fortes sostiene que «quedan más de cuatro mil personajes en los que todavía podemos reconocernos, algunos barrios galdosianos con sus portales y tiendas de abarrotes, unos cuantos costurones de nuestra historia mal cicatrizados, cierto poso melancólico difícil de clasificar, el espíritu de contradicción que aún llevamos a cuestas y la tendencia a lo irremediable«. Querol considera que nuestro país «ha cambiado poco en esencia. No hablo de derechos y deberes, que sí han evolucionado mucho, sino de forma de ser, de idiosincrasia. Por eso pienso que es quien mejor nos retrata. Tal vez los prejuicios sean otros y los complejos hayan evolucionado o tengan como protagonista ámbitos o elementos distintos de la realidad a los de entonces, pero el problema de fondo es el mismo. Hay textos suyos describiendo a los españoles, incluso al mundo literario, que si los lees sin saber que él es el autor puedes pensar que se escribió ayer».
Sánchez-Garnica, por su parte, afirma que en la España de hoy «prevalecen casi inalterables el afán por aparentar lo que no se tiene y lo que no se es, además de los prejuicios que tanto nos condicionan para ampliar nuestro espectro social, tan limitado a veces. También nos queda el ansia de libertad que se manifiesta en muchos de los personajes galdosianos, del recelo a la política y al político marrullero, siempre con sus triquiñuelas que abocan a las mismas crisis económicas y sociales. En realidad, la clase media que quedó reflejada en la mayoría de sus novelas es la misma clase media que se levanta cada día, que trabaja, sufre, ríe y busca su lugar. Al fin y al cabo se trata de los mismos sentimientos, los mimos conflictos humanos, personales, las mismas carencias y anhelos gestionados de forma diferente por estar condicionados por distintas leyes, costumbres y cultura social».
Y, para rematar el texto, Elvira Lindo: «Si se quiere conocer España hay que leer a Galdós. Uno se la encuentra en cada página».
Las votaciones continuarán abiertas hasta el próximo día 3 de abril, y los resultados finales se harán públicos el día 21 del mismo mes. Puedes seguir votando AQUÍ.
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