Fui a la presentación del nuevo libro de Ray Loriga porque quería comprobar que Ray Loriga estaba vivo. Fue en Madrid. Un sábado. A mediodía. Hacía buen tiempo. Y aún así la librería estaba llena. Se me ocurren una docena de cosas mejores que hacer en Madrid un sábado a mediodía cuando hace buen tiempo en lugar de ir la presentación de un libro, pero era la presentación del nuevo libro de Ray Loriga y tenía que comprobar que Ray Loriga estaba vivo.
Y sí, lo estaba. Lo está.
Sábado, domingo es el título de este libro. El siguiente después de Rendición. El primero que escribe desde que yo le maté (dos veces) en mi novela Las dos muertes de Ray Loriga. Pero esa es otra historia.
“A veces pienso que una historia, cuando se la quieres contar a alguien, hay que empezarla en el lugar exacto, pero luego no sé qué lugar es ése y comienzo a contarla al menos un poco antes”. Eso ocurre en esta nueva novela de Ray Loriga, en la que dos adolescentes salen a beber un sábado cualquiera y ligan con la camarera de un VIPS y luego van a una fiesta y siguen bebiendo y vuelven a recoger a la camarera y van a otro bar a beber y flirtean y alardean y se esconden en una casa hasta que se produce el esperado apagón. Ese sábado está narrado por el adolescente menos carismático de los dos. Su voz nos suena familiar a los que hemos leído Lo peor de todo y Caídos del cielo. Sin embargo, hay algo diferente, casi anacrónico. Un escritor de veintipocos está más acostumbrado al timbre y a la jerga de un joven de su época que un hombre de más de cincuenta años que trata de reproducir el habla de un adolescente. Las contradicciones, las dudas, los miedos de ese joven que creerá haber vivido algo terrible se manifiestan en esta primera parte, solo que su naturalidad resulta menos creíble que entonces, en los 90, cuando Ray era muy consciente de cómo expresarlas sin caer en modismos, retruécanos o lugares comunes.
“Mi pequeña victoria había durado lo que suelen durar el miedo y su mejor y más tonto amigo, el coraje, frente al constante rumor de la derrota”. El domingo de la novela se cuenta después de una elipsis de más de veinte años. El mismo narrador, transcurrido ese tiempo, se ve obligado a recordar aquel día, aquella noche, y por el camino repasa su vida y sus hazañas, sus logros, más bien pequeños, y sus fracasos, más bien grandes. El mayor de ellos, quizá, es haberse alejado de su prima Gini, y no haber expiado la culpa por no haber impedido que pasara lo que pasó aquel sábado. Pero ¿qué es lo que pasó realmente? Y ¿qué estuvo haciendo ese joven durante todo ese tiempo? Estuvo, sencillamente, esperando: “Esperando el autobús, esperando huracanes, inundaciones, o terremotos. Esperando desgracias colectivas, cataclismos que barriesen a su paso mis pequeñas miserias”.
La voz que nos cuenta este domingo es ya una voz madura, consciente, reconocible, auténtica, más propia del Ray Loriga que admiramos, el que moldeó esa rareza maravillosa llamada Rendición, el que nadie olvidaría aunque alguno se empeñase en matarlo otra vez. Un hombre que sabe que beber menos no sirve de nada, un hombre que habla solo, un hombre triste e insatisfecho, un psicópata narcisista y paranoico, un hombre desilusionado porque esa es la naturaleza de la ilusión, acabarse, decepcionarnos, y dejarnos intranquilos mientras aguardamos la siguiente derrota. ¿Qué otra cosa podemos hacer?
Mi sábado después de la presentación de Ray Loriga se prolongó más de la cuenta. No pasó nada extraño, no fui a ninguna fiesta ni a un VIPS ni traté de ligar con una camarera, pero llegué a casa de madrugada sin saber si lo que había hecho era una dulce manera de pasar el día o una simple pérdida de tiempo. El domingo amanecí tarde y de resaca, con la sensación de haberme perdido algo, igual que le ocurre al narrador de esta novela, igual que nos ocurre a todos cuando nos ausentamos temporalmente de nosotros mismos sin un fin concreto, sin un objetivo, sin un plan previsto. Y me sentía culpable.
Supongo que de eso, entre otras cosas, trata la nueva novela de Ray Loriga. De la pérdida de la inocencia, de la pérdida de la infancia, de la pérdida del tiempo, de la pérdida de la consciencia. La vida es pérdida, Daniel, me solía decir un amigo al que apenas veo ya, al que también, finalmente, he perdido. Lo que hay entre el sábado y el domingo, y lo que queda después del fin de semana, nunca es lo que nos habíamos imaginado. Y, sin embargo, normalmente no ocurre nada digno de mención. Esa es la tragedia de nuestra realidad cotidiana, la tragedia de esta novela: que la vida pasa muy deprisa y que normalmente nunca pasa nada. Noches de borrachera, domingos de resaca, una boda, un viaje, una hija, discusiones, un divorcio, más viajes, más borracheras, más resacas, un trabajo nuevo, un libro nuevo, otro sábado y otro domingo y quizá el amor, y todo ello para acabar descubriendo algo que ya sabíamos: que la vida es pérdida.
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Autor: Ray Loriga. Título: Sábado, domingo. Editorial: Alfaguara. Venta: Amazon y Fnac
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