“¿Esto es la vida? ¿Acostumbrarse a lo que es intolerable?”.
Uno diría que no hacen falta 860 páginas para llegar a esta cuestión medular y sus respuestas posibles, pero la pregunta de una de las protagonistas de El cuaderno dorado, la obra cumbre de Doris Lessing, nos acaba cubriendo como un tejido envolvente, a veces incómodo y frío pero también tierno, nostálgico y sobre todo especial: armado a base de búsquedas, desengaños, triunfos, fracasos y una libertad irrenunciable, condición sine qua non para transitar por la vida bien abrigada con él. El “tejido Lessing” nos va a vestir, desnudar, amparar, proteger y enseñar a vivir y, sobre todo, a acercarnos a la gran literatura. Todo a la vez, pero paso a paso.
Lessing, nacida en la entonces Persia (hoy Irán) en 1919, recibió el Nobel de Literatura en 2007 y sus lectores (o los rezagados) tenemos la suerte de que sus libros vuelven a las estanterías al cumplirse 100 años de su nacimiento. Criada en varios países, forma parte de ese club exclusivo de autores que han pisado varios continentes y que, como los también premios Nobel Naipaul y Le Clézio, han volcado en la narración una escritura enriquecida por más culturas, más civilizaciones, más costumbres y un extraño sentimiento de pertenencia a la globalidad, y no a la aldea. O no solo. Su literatura es nómada, viajera, con el punto justo de desarraigo y servida con una calidad exquisita.
Pero volvamos a El cuaderno dorado, un experimento publicado por primera vez en 1962 que la propia autora explicó más tarde —en un largo prólogo en 1971— para situarnos ante una metodología singular: corren los años cincuenta y la protagonista, un alter ego de nombre Anna, mantiene varios diarios simultáneos para compartimentar todas las dudas, vivencias y cuestionamientos de su vida: el cuaderno negro es para su vida como escritora, bloqueada tras un éxito que sigue dándole de comer; el rojo para sus ideas políticas, que vienen a resumirse en sus decepciones como comunista; en el amarillo vuelca sus sentimientos personales; y, en el azul, su cotidianidad. Avanzan entrelazados con cinco entregas de “Mujeres libres”, el relato de esa libertad estrellada contra el fracaso.
Finalmente la autora fabrica un quinto, el cuaderno dorado, en el que confluirán los cabos sueltos que entretejerá para encontrar sentido y cordura en el bloqueo y el caos.
Este especial formato se convierte pronto en una especie de novela llena de novelas, en una convivencia de voces donde el anhelo de elegir siempre el disfrute sexual, las relaciones amorosas con honestidad, la necesidad de coherencia en la vida política y la ayuda y convivencia con los amigos en apuros está confrontada a las convenciones, adulterios y ninguneos de las mujeres habituales en esa época.
El cuaderno dorado es un clamor por la libertad de la mujer, incluso para fracasar.
En esos años, las mujeres en general estaban abocadas a aceptar un compromiso matrimonial que en el mejor de los casos les facilitaba sustento y maternidad —además del silencio ante las infidelidades, ante los maridos que no llegaban a casa y que cambiaban de amante al ritmo que cambiaban de secretaria— y que se volcaban en la bebida para no afrontar su desgracia. Eran los tiempos de Richard Yates en Estados Unidos y una literatura que acompañaba la hipocresía en la que la mujer se podía dar por contenta con un chalé y un par de hijos. La maternidad como regalo, como realización, como aquello con lo que contentarse sin poder elegir vocación, profesión, relaciones, placer o repensar la propia vida.
Frente a ese modelo, Anna y su amiga Molly eligen la libertad. Y pagan por ello. Ellas dos componen los fragmentos de “Mujeres libres” que separan los mencionados cuadernos.
Su novela funciona dentro de la novela como el fracaso sigue su curso dentro de la libertad o el desencuentro en el encuentro. La gran obra de Doris Lessing nos engulle con fuerza para arrojarnos después como la ballena de Jonás: exhaustos, casi muertos y al mismo tiempo renacidos. Al devolvernos a la playa Lessing no solo ha tenido la amabilidad de dejarnos con vida, sino que nos ha entregado su sabiduría de lectora crítica: “De 500 o 1.000 novelas, una sola posee la cualidad que una novela debería tener para serlo auténticamente: la cualidad filosófica”, nos dice la premio Nobel. Las demás novelas “se han convertido en una avanzada del periodismo”.
Es demoledora Lessing al hablar de la novela, pero también al destripar el choque de las dos mujeres protagonistas, Anna y Molly, con el creciente fracaso de las opciones desde las que se proponían librarse de convencionalismo, elegir su modo de vida, renunciar al matrimonio como “institución endiablada” y otros lugares comunes. La distancia entre la libre elección como mujeres en un momento en que de ellas se esperaba poco más que una vida de esposas y madres y el cumplimiento de expectativas alternativas se agranda y su realidad entonces emerge como otro tipo de mediocridad.
“No sé lo que quiero pero sé lo que no quiero”, dice el joven hijo de Molly, aún con esperanzas. Pero escribir se configura como una peligrosa forma de encontrarse al descubierto, desenmascararse y, al fin y al cabo, encontrarse en soledad. La obra funciona como una mente abierta, aparentemente desordenada en el registro perpetuo de interiores, dolores y contradicciones. Un psicoanálisis a la vista de todos. Y una lección. Una enorme lección de vida y literatura.
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Autora: Doris Lessing. Título: El cuaderno dorado. Editorial: Lumen. Venta: Amazon
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